Sainte Marie, la isla de los piratas
Un pasado de abordajes y saqueos en un enclave paradisiaco de Madagascar
A trav¨¦s de la ventanilla del peque?o bimotor, lo primero que se atisba de Sainte Marie es una delgada franja de arena blanca que rodea por completo una exuberante masa de un verde intenso. Ni edificios, ni gente, s¨®lo playa y vegetaci¨®n; quien haya so?ado alguna vez con una isla tropical, ya sabe de qu¨¦ hablo. Cuando el aparato desciende y afronta casi a ras de mar la rudimentaria pista de aterrizaje, la vista que se ofrece al viajero no puede distar mucho de la que encontraron los barcos piratas que llegaron a finales del siglo XVII e hicieron de Sainte Marie su base de operaciones.
Hacia 1670, agotadas las riquezas del Caribe y atra¨ªdos por los relatos de traficantes de esclavos y mercaderes, numerosos piratas se dirigieron a Madagascar. All¨ª encontraron lo que buscaban: abundante agua dulce, madera para reparar sus barcos, nativos amistosos con bellas mujeres y la posibilidad de controlar el tr¨¢fico entre Europa y el Extremo Oriente con los ricos env¨ªos que los pr¨ªncipes musulmanes de la India enviaban a La Meca.
Se instalaron en la larga y estrecha isla de Sainte Marie -57 kil¨®metros de largo y apenas ocho de anchura m¨¢xima-, a unos diez kil¨®metros al este de Madagascar, donde pronto, hacia 1680, hab¨ªan establecido una colonia de un millar de piratas, con notorios habitantes como el capit¨¢n Kidd. Estos sanguinarios criminales se organizaron de modo sorprendentemente igualitario y democr¨¢tico, que dio pie a la leyenda de Libertalia, la rep¨²blica pirata. M¨¢s real fue el impacto de Ratsimilaho, hijo del pirata Thomas White y una princesa local, fundador de una dinast¨ªa que domin¨® el este de Madagascar durante un siglo.
La placidez y serenidad que hoy se respiran en la isla contrasta con la imagen de violencia y excesos de sus antiguos habitantes, pero algo de esa atm¨®sfera perdura en el inquietante cementerio pirata, una visita obligada. Situado en un promontorio de dif¨ªcil acceso que domina la capital, Ambodifotatra, hay que cruzar dos arroyos saltando de roca en roca para alcanzar el sendero que llega hasta el cementerio..., y hacerlo r¨¢pido, ya que, si sube la marea, el turista imprudente se queda aislado.
Numerosas l¨¢pidas con leyendas casi ilegibles, desperdigadas, muchas de ellas rematadas en forma de sombrero pirata; muy pocas cruces, como era de esperar entre estos impenitentes pecadores, y la vegetaci¨®n invasora, contribuyen a crear un ambiente l¨²gubre incluso a plena luz del d¨ªa. Quien haya so?ado alguna vez con un cementerio pirata, ya sabe de qu¨¦ hablo.
Sainte Marie cuenta con una buena infraestructura hotelera. Hileras de peque?os bungal¨®s a pie de playa, medio escondidos por los cocoteros, salpican la costa suroeste entre el aeropuerto y la capital, por donde discurre la ¨²nica carretera, m¨¢s bien pista forestal. A ambos lados, las sonrientes caras de los ni?os se asoman por las puertas de las peque?as caba?as de madera, construidas a un palmo del suelo para protegerse de los ciclones, y saludan a los vazaha (extranjeros).
El arrecife de coral protege la costa del oleaje del mar y crea una piscina natural perfecta para nadar. La playa act¨²a de paseo mar¨ªtimo para los reba?os de ceb¨²es, las mujeres que venden artesan¨ªa y los due?os de las preciosas piraguas, talladas en un solo tronco, que ofrecen un paseo hasta el arrecife o traves¨ªas hasta ?le aux Nattes, una isla a¨²n menor a 200 metros de la punta sur de Sainte Marie, donde s¨®lo hay un par de poblados entre la vegetaci¨®n, dos o tres hoteles sobre el mar y un rom¨¢ntico faro abandonado.
La mejor manera de explorar la isla y ver los rincones m¨¢s apartados -de dif¨ªcil acceso, pese a su reducida extensi¨®n- es a pie o en bicicleta de monta?a, que tanto los lugare?os como los hoteles alquilan. En el norte y en el este, entre maravillosas playas desiertas, dos o tres bungal¨®s en medio de la nada se?alan los escasos hoteles, donde el paraje y las langostas reci¨¦n pescadas compensan sobradamente las limitaciones.
Esta peque?a isla es uno de los mejores lugares del mundo para observar las ballenas jorobadas. Todos los a?os, al llegar el invierno austral, cientos de ballenas abandonan la Ant¨¢rtida en busca de aguas m¨¢s c¨¢lidas para aparearse y dar a luz. La bah¨ªa de Antongil, en el noreste de Madagascar, es su destino final, y entre julio y septiembre se las puede ver atravesando el canal frente a Sainte Marie. Gran parte de los hoteles y escuelas de buceo de la isla organizan excursiones para ver muy de cerca estos fabulosos animales de hasta 15 metros de longitud y 35 toneladas de peso.
Los rituales del cortejo son espectaculares: las ballenas saltan por encima del agua, golpean la superficie del mar con la cola o con sus aletas pectorales, o asoman toda la cabeza por encima del agua.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo llegar- Desde Par¨ªs vuelan directamentea Madagascar Air France (www.airfrance.fr), Corsair (www.corsair.fr) -con vuelta v¨ªa Reuni¨®n- y Air Madagascar (www.airmadagascar.mg). Hay vuelos diarios a Sainte Marie desde Antananarivo, la capital. La ¨²nica compa?¨ªa con vuelos internos es Air Madagascar.- Viajes organizados. En Espa?a, Viajes ?mbar (913 64 59 12; www.ambarviajes.com) y Kananga (932 68 77 95, info@kananga.com) ofrecen rutas por Madagascar desde 3.295 euros, 25 d¨ªas, con avi¨®n incluido desde Madrid o Barcelona y escala en Par¨ªs. Tambi¨¦n se puede contactar con agencias locales comoMad Camaleon (madcam@dts.mg).D¨®nde dormir- En Antananarivo, el hotel con m¨¢s encanto es el Sakamanga (saka@malagasy.com).- En Sainte Marie, lo mejor es un hotel en el suroeste como Soanambo (hsm@dts.mg) o el Princesse Bora Lodge (www.princesse-bora.com).- En el norte, La Cocoteraie (misma direcci¨®n que Soanambo) est¨¢ en una de las playas m¨¢s bellas de la isla.- En ?le aux Nattes, Maningory (maningory@dts.mg) tiene los mejores bungal¨®s.
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