Un baluarte para cada postal
El autor se adentra en la mirada sosegada de Martos, su caminar por la V¨ªa Verde y los sue?os de La Lozana
Baluartes, observatorios y atalayas tiene Martos para hacerse en cada uno de ellos con su postal. Y sus contrarias, pues si te marchas de una estaci¨®n de contemplaci¨®n, vas al lugar que ahora divisas y vuelves la vista atr¨¢s, el juego te premia con otra bella imagen. Subes a lo m¨¢s alto de La Pe?a y all¨¢ est¨¢ la primera. Desde los restos que quedan de la fortaleza que aqu¨ª se erigi¨® -de las muchas de Ja¨¦n que cuenta Eslava Gal¨¢n en sus rutas de castillos y batallas-, con las piernas pesadas, pues s¨®lo puedes subir andando, pero con el ¨¢nimo limpio y sereno por desahogado, ver¨¢s a tus pies la falda que conforma el casco urbano.
Al sur observas la sierra del V¨ªboras, con su castillo y su pantano; a tu espalda y al este la Sierra Sur y su Pandera -icono ya de las vueltas ciclistas-; al norte La Grana y al oeste La Campi?a, Colonia Augusta Gemela Tuccitana con Martos; las tierras que fueron de la Orden de Calatrava; la ¨ªbera Obulco (Porcuna), las torres de Ca?ete... Y fue en esta Pe?a donde la leyenda y el ingenio de una mujer, Irene Menc¨ªa, puso escena a la batalla en la que, en ausencia de varones en el pueblo, unas adiestradas f¨¦minas disfrazadas de soldados vencieron al moro.
Bajas de La Pe?a con cuidado, casi por el mismo trayecto por el que un d¨ªa rodaron en una jaula de pinchos hasta la Cruz del Lloro los hermanos Carvajales (los que antes de ser acusados de traici¨®n advirtieron a Fernando IV de que si los sacrificaba, estar¨ªa en un mes ante el tribunal de los cielos, como as¨ª fue), y te quedas en el paseo del Calvario. Como arriba, todav¨ªa la vista te mece en un paisaje de un mar o la mar... pero de olivos. La cara y la cruz de un agricultor que toda su vida los ha estado labrando, que llen¨® el pueblo de almazaras, pero que al no hacerlo de envasadoras, deja asomar la patita de su apat¨ªa. S¨ª que encuentras un punto de progreso al reconocer las homog¨¦neas instalaciones de la f¨¢brica de faros que el desarrollismo del tardofranquismo trajo para 2.000 sueldos hoy, que llen¨® sus alrededores de industria auxiliar y casas unifamiliares. Ojal¨¢ la deslocalizaci¨®n no se la lleve.
Y desde estos pies de La Pe?a vuelves por la calle Adarves hasta la Plaza de Santa Marta y de un Ayuntamiento que tiene por fachada la que fue de una antigua c¨¢rcel y cabildo, de estilo manierista y construida por Francisco Castillo (el de la torre de Santa Marta, la Real Chanciller¨ªa de Granada...).
Otra atalaya. Preguntemos por el magn¨ªfico centro de interpretaci¨®n que ser¨¢ la torre del Homenaje, que tiene detr¨¢s la de La Almedina, restos de la muralla de un segundo castillo ya desaparecido. Y otro observatorio, la nueva Iglesia de la Virgen de la Villa (pues la anterior fue quemada en la Guerra Civil que vivi¨® esta comarca fronteriza), con su vecino campanario y barrio del Baluarte, estos s¨ª de m¨¢s antig¨¹edad. En este mirador est¨¢ mi m¨¢s preciada y pac¨ªfica observaci¨®n, a buen seguro llevado por una sensaci¨®n de pertenencia. En nada envidio aqu¨ª la puesta de sol frente a La Alhambra desde San Nicol¨¢s. Y en solitario, siempre mirando al oeste, ver atardecer en primavera, un ocaso con mucha luz. Sobra ox¨ªgeno en los pulmones, y m¨¢s si es en Cuaresma y sopla de fondo su trompeta de casi dos metros ensayando para el Viernes Santo desde d¨¦cadas la familia Juanill¨®n.
Sigamos dejando caer las piernas por varios trayectos posibles. Hacia San Amador para pasar por el antiguo Hospital de San Juan de Dios y al frente el Cerro Alto. O bajemos por la calle Real para ver el convento de las Trinitarias, la torre Albarrana o sus patines, donde a¨²n en noches de verano la gente toma el fresco en sus sillas de anea. O por el Alboll¨®n, inclinado como las calles de San Francisco y donde mi madre cuenta que en una feria de San Juan los mu?ecos pepes bajaban entre la riada de una tormenta. Las tres rutas conducen a la plaza que congreg¨® al convento de San Francisco, la casa de Consuelo Codes y la Fuente Nueva (de Castillo, trasladada piedra a piedra a su emplazamiento del parque).
Ya en el lano, un ensanche que se anda a modo de "un paseo por la arquitectura historicista marte?a", en el que Ana Cabello nos cuenta lo peculiar de estas haciendas de finales del siglo XIX y principios del XX. Especialmente singular es la casa de Feij¨®o, con un patio andaluz que antecede a una almazara donde a¨²n se obtiene el aceite con el prensado de capachos. Sent¨¦monos ya en los veladores de la avenida Pierre Cibi¨¦, bajo una arboleda en forma de carpa natural. Este paseo bar¨ªtimo (lleno de bares) nos aplaca la pena de haber perdido la bodega del casco antiguo de los tigres y leones, la tasca del refugio de Santa Marta...
Y giremos el cuello y descubramos el recogimiento que asemeja el casco viejo al que se derrama desde los mont¨ªculos de los pueblos blancos de C¨¢diz, Ronda, Arcos... Una vista coqueta si se produce de noche y se aprecia los contrastes de su iluminaci¨®n, en esta ciudad cuyo nombre quiz¨¢s procediese de Marte. Dejemos la marcha para el d¨ªa siguiente y ya en la oscuridad, inspir¨¦monos con La lozana andaluza del marte?o Francisco Delicado.
Madruguemos, y con el fresco marchemos en busca de la estaci¨®n a donde me tra¨ªan en las tardes de verano a ver pasar los trenes de Puente Genil a Linares. Ya no est¨¢n, pero vayamos por la V¨ªa Verde del Aceite, en busca de los puentes met¨¢licos de los franceses Dayd¨¦ y Pill¨¦, del puente romano, las lagunas del Chinche y la presa de Vadomoj¨®n.
- Lugares recomendados.
Para comer: Casa Pedro en Avd. San Amador, con el lomo a lo pobre y otras carnes; Los Reales en Avd. Pierre Cibi¨¦, para la ensalada de bacalao y tomate o la morcilla con huevo y esp¨¢rragos verdes; y Moris en Avd. Moris, para la anchoa en picatoste y el marisco.
Para tapear: El Colmao en c/ Camar¨®n de la Isla, La Cueva en Pza. Fuente Nueva y Los Arcos en Avd. Pierre Cibi¨¦.
Para dormir: Hotel Hidalgo.
Para visitar: Los Ba?os en carretera de Fuensanta y el sarc¨®fago paleocristiano de Martos en el Museo Provincial.
Antonio de la Torre Olid es Doctor en Ciencias de la Informaci¨®n, licenciado en Derecho, y autor de, entre otros, La comunicaci¨®n a debate en el Parlamento Andaluz (2001).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.