El coste de la tristeza
La depresi¨®n es uno de los grandes males del siglo. Pero en algunas ocasiones se puede superar tom¨¢ndose la vida con calma. En cualquier caso, conviene ahondar en su origen y cuestionarse si la prosperidad econ¨®mica no ser¨¢ muchas veces a costa de nuestra salud f¨ªsica y mental.
Sea por el motivo que sea, las cifras de desarrollo econ¨®mico que conocemos cada mes no suelen venir acompa?adas de otro tipo de datos, como el estado de la salud f¨ªsica y mental de las personas que generan tal desarrollo. Indicadores como el producto interior bruto (PIB), el ¨ªndice de confianza de los consumidores, la tasa de paro o de inflaci¨®n son retratos parciales de la realidad cotidiana, mucho m¨¢s compleja y cargada a su vez de otras realidades que nos afectan m¨¢s como personas.
Sin embargo, existen estad¨ªsticas que muestran que, a pesar de la salud econ¨®mica de hierro de que presumen los pa¨ªses desarrollados o en v¨ªas de desarrollo, su salud psicol¨®gica es cada vez m¨¢s fr¨¢gil, con claros s¨ªntomas de un progresivo deterioro a corto, medio y largo plazo.
La depresi¨®n: el mal de nuestro siglo. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) acaba de poner sobre la mesa un dato a tener en cuenta: la depresi¨®n es ya la cuarta causa de muerte en el mundo y se calcula que en el a?o 2020 ocupar¨¢ el segundo lugar en este s¨®rdido ranking, por detr¨¢s tan s¨®lo de la enfermedad coronaria. Da origen, adem¨¢s, al 27% de las discapacidades, un porcentaje que puede aumentar hasta el 50% en los pr¨®ximos 25 a?os. La OMS apunta a 'la ruptura en los h¨¢bitos sociales, donde predominan la soledad, la presi¨®n social y la angustia', como causa del aumento de las urgencias psiqui¨¢tricas en todo el mundo de un 10% a un 20%.
El pasado a?o, veinte millones de personas intentaron suicidarse seg¨²n cifras oficiales (aunque se estima que la cifra real pudo ser el doble). La mayor¨ªa, de pa¨ªses occidentales. De esos veinte millones, un mill¨®n acab¨® con su vida.
S¨ªntomas de una enfermedad. Seg¨²n los expertos, la depresi¨®n se caracteriza por un estado permanente de tristeza, p¨¦rdida de inter¨¦s por lo que rodea a la persona afectada e incapacidad para experimentar el placer. Suele convertirse en cr¨®nica y acostumbra a ser recurrente. Provoca des¨¢nimo, cansancio, disminuci¨®n general de la actividad y afecta negativamente a la autoestima. Por lo general, se acompa?a de sentimientos de culpabilidad.
Evidentemente, todo ello afecta profundamente tanto a la calidad de vida de la persona que sufre el peso de esta enfermedad como a la de las personas que conviven con el afectado y a su entorno profesional.
Costes en incremento. En 1998, los costes de la depresi¨®n en los 15 mayores pa¨ªses de la Uni¨®n Europea supon¨ªan ya casi el 4% de su PIB. En el a?o 2050, los costes directos e indirectos provocados por la depresi¨®n en el conjunto de los pa¨ªses desarrollados a lo largo de un a?o puede ser igual al PIB de un pa¨ªs como Noruega.
En el otro lado del Atl¨¢ntico, las cifras son tambi¨¦n inquietantes. Seg¨²n recientes investigaciones, un 33% de los trabajadores de EE UU manifiestan signos de depresi¨®n, y los costes que de ello se derivan se miden en miles de millones de d¨®lares.
Frente a esto, las farmac¨¦uticas est¨¢n viendo crecer en proporci¨®n exponencial sus ventas de antidepresivos. Hay cientos de medicamentos en uso y otros tantos en proceso de investigaci¨®n.
Nuevos 's¨ªndromes'. La combinaci¨®n de estr¨¦s, depresi¨®n, angustia y presi¨®n empieza a generar nuevos cuadros patol¨®gicos. Por ejemplo, recientemente se ha empezado a hablar del S¨ªndrome de D¨¦ficit de Atenci¨®n. M¨¢s que una enfermedad es una respuesta a un ambiente de hiperactividad y fuerte presi¨®n. Se manifiesta en olvidos frecuentes y dificultades para establecer prioridades y organizarse el tiempo. Algunos expertos sostienen que este s¨ªndrome est¨¢ en v¨ªas de convertirse en una epidemia en las grandes organizaciones empresariales de EE UU. Todo ello muestra una realidad parad¨®jica e incluso tragic¨®mica, en la que la carrera fren¨¦tica por la eficiencia est¨¢ dando a la larga resultados contrarios a los deseados.
Posibles soluciones. M¨¢s all¨¢ de la necesaria y obligada consulta al especialista para un diagn¨®stico personalizado y un tratamiento ¨®ptimo de cada caso, las soluciones gen¨¦ricas a la depresi¨®n consisten en descansar, dormir lo suficiente (siete horas), adoptar un buen r¨¦gimen alimenticio, hacer ejercicio y evitar el consumo de productos t¨®xicos. El tabaco parece favorecer la depresi¨®n, y el alcohol en exceso produce efectos depresores del sistema nervioso.
Sin duda, las actividades de esparcimiento que generan v¨ªnculos afectivos con los dem¨¢s y nos evaden de pensamientos negativos, preocupaciones u obsesiones aliviar¨¢n al deprimido.
Paradojas del 'desarrollo'. La soluci¨®n es llevar un ritmo de vida normal, donde el trabajo deje sitio para los afectos, las aficiones y los tiempos de descanso.
De todos los resultados de analizar a la vez salud econ¨®mica y salud mental, el m¨¢s alarmante es el que habla de los trastornos mentales como el pr¨®ximo gran problema de los pa¨ªses desarrollados. ?Podr¨ªamos concluir que a mayor nivel de desarrollo econ¨®mico, mayor desequilibrio psicol¨®gico? "?Tenemos que producir seres humanos enfermos para tener una econom¨ªa sana?", que se preguntaba Erich Fromn. Quiz¨¢ la respuesta sea: "No necesariamente". La ruptura de h¨¢bitos sociales, la presi¨®n y la angustia son malas compa?¨ªas, que merman nuestra atenci¨®n y creatividad en nuestra actividad profesional y en nuestra realizaci¨®n personal.
?lex Rovira es profesor de Esade, conferenciante y escritor. Junto a Fernando Tr¨ªas de Bes, ha publicado el libro 'La buena suerte', con casi dos millones de ejemplares vendidos en el primer a?o y los derechos adquiridos para 34 idiomas.
La vida, con calma
Presi¨®n y depresi¨®n van cogidas de la mano, incluso etimol¨®gicamente. Por eso, diversos colectivos est¨¢n alzando sus voces para recuperar una vida en la que la presi¨®n no sea protagonista cr¨®nica de lo cotidiano.
Entre ellos, el Movimiento Slow (lento) reclama desde hace dos d¨¦cadas el retorno a una vida a ritmo lento, donde la tranquilidad permita al ser humano recuperar el equilibrio psicol¨®gico y emocional que est¨¢ perdiendo a causa de su fren¨¦tica actividad.
Su filosof¨ªa clama contra las interminables jornadas de trabajo, que limitan el tiempo para otras actividades de desarrollo y realizaci¨®n personal, y defiende una vuelta a las jornadas laborales razonables, aunque ajustar los horarios suponga renunciar a parte del salario. Su argumento, el mismo que a menudo citaba el doctor Kart Gustav Jung hace m¨¢s de 50 a?os: "La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir".
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