Rojo y negro
Veinte a?os llevaba Milva sin presentarse en Madrid. Veinte hace que la diva italiana cant¨® en el teatro Mar¨ªa Guerrero un repertorio de canciones de Brecht. Ahora tra¨ªa en su voz intensa y oscura la m¨²sica de Astor Piazzolla. Y se merec¨ªa algo mejor que actuar en un auditorio casi desierto. Una situaci¨®n lamentable que tiene mucho que ver con la m¨²sica que programan, o mejor dicho, no programan en Espa?a, emisoras de radio y televisiones. ?D¨®nde escuchar hoy a Piazzolla? ?C¨®mo poder o¨ªr alg¨²n d¨ªa a Milva?
"Milva, ¨¦sa s¨ª que es formidable", contest¨® Astor Piazzolla cuando le preguntaron qui¨¦n era la mujer que mejor cantaba sus obras. Conviene recordar que al maestro nunca le gustaron demasiado las cantantes. Lo que ¨¦l amaba de veras eran los violines, chelos, saxos de Gerry Mulligan, Gidon Kremer, Kronos Quartet o Gary Burton.
Milva & Tangoseis
Milva (voz), Gilberto Pereyra (bandone¨®n), Daniele Parziani (viol¨ªn), Vicky Schaetzinger (piano), Franco Finnochiaro (contrabajo) y Mauricio de Federicis (guitarra). Festival ?nicas. Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones. Madrid, 12 de junio.
La present¨® la escritora Cristina Peri Rossi, que, en el programa de mano, hab¨ªa escrito que Milva "se mueve en escena con la sensualidad magn¨¦tica de una pantera". Su voz se dej¨® o¨ªr desde el fondo del escenario. Toda de negro, y con esa largu¨ªsima cabellera rojiza que le vali¨® su apodo de La rossa, Milva se fue acercando lentamente al p¨²blico. Era la bell¨ªsima Balada para mi muerte, letra del poeta Horacio Ferrer, que ella interpret¨® en italiano. Porque no s¨®lo canta, interpreta, como aquella joven salida del Festival de San Remo y la canci¨®n mel¨®dica aprendi¨® a hacerlo de la mano de Strehler a partir de 1965.
Plenitud
Piazzolla en franc¨¦s -letras de Maxime le Forestier (Ann¨¦es de solitude), David McNeil (J'oublie) y Jean-Claude Carri¨¨re (Che tango che)- por petici¨®n expresa de Peter Brook, cuando Milva y el argentino con su fabuloso quinteto ocuparon durante un mes de 1984 el teatro parisiense de Les Bouffes du Nord. Hizo una versi¨®n soberbia de la Balada para un loco persiguiendo a una luna imaginaria y un Libertango cercano a la versi¨®n grabada por Grace Jones.
Volvi¨® al escenario vestida de rojo sangre -coment¨® que la m¨²sica argentina parece tener dos colores, negro y rojo- y se convirti¨® en Mar¨ªa, la Mar¨ªa de Buenos Aires, operita que Piazzolla y Ferrer imaginaron como homenaje a su ciudad. Recuerdo de un tiempo de dureza y plenitud, en la afiebrada claridad del verano austral de 1968, escribi¨® el poeta.
Unos magn¨ªficos Tangoseis recrearon con autoridad la extraordinaria m¨²sica del genio: Verano porte?o, Milonga del ¨¢ngel, Muerte del ¨¢ngel, Michelangelo 70 o ese estremecedor Adi¨®s Nonino, que Astor Pantale¨®n Piazzolla compuso a la muerte de su padre.
Babelia
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