Lacerante diagn¨®stico
El abismo econ¨®mico que divide a la humanidad no es consecuencia de falta de proyectos, de debates o de iniciativas internacionales. La ¨²ltima iniciativa, propuesta por la UNCTAD, es un ilusorio plan Marshall comercial seg¨²n el cual los ricos permitir¨ªan la entrada ilimitada en sus mercados, sin ning¨²n tipo de gravamen, de productos de los 50 pa¨ªses m¨¢s miserables del planeta. Las referencias regulares a la desesperada situaci¨®n de cientos de millones de seres humanos forman parte ritual de nuestras vidas. Lo que falla estrepitosamente, seg¨²n acaba de poner de relieve la ONU en su seguimiento de la Declaraci¨®n del Milenio, es la voluntad pol¨ªtica para llevar adelante sin excusas todo aquello que a intervalos, cuando la mala conciencia se hace insoportable o sucede alguna tragedia de magnitud desusada, se promete a los desheredados de la tierra. Por eso son tan bien recibidas decisiones como la adoptada el pasado fin de semana para cancelar 40.000 millones de deuda externa a 18 pa¨ªses en situaci¨®n extrema.
El diagn¨®stico de la ONU es desalentador respecto a los objetivos b¨¢sicos que se fijaron hace cinco a?os como metas para 2015, y que abarcan desde el hambre a las enfermedades pasando por la educaci¨®n o la protecci¨®n medioambiental. M¨¢s de 1.000 millones de personas, la sexta parte de la humanidad, sobrevive en condiciones infrahumanas. Casi un mill¨®n de ni?os muere cada mes por enfermedades evitables o curables. El sida galopa entre la poblaci¨®n femenina de ?frica. Agua potable, servicios de salud b¨¢sicos o escolarizaci¨®n son, en numerosas partes del planeta -?frica siempre a la cabeza- un lujo inimaginable. La destrucci¨®n del h¨¢bitat es pavorosa.
La ONU espera que su cumbre de septiembre, la mayor en sus 60 a?os de historia, marque un antes y un despu¨¦s en el compromiso mundial con la dignidad de la especie humana. Pero los hechos no abonan una pretensi¨®n que forma parte ya de la liturgia bienintencionada y la ret¨®rica con que los organismos supranacionales o las potencias afrontan una realidad intolerable. Estados Unidos anunci¨® una ambiciosa propuesta en marzo de 2002, el Desaf¨ªo del Milenio. Bush prometi¨® entonces 5.000 millones de d¨®lares hasta 2006 para financiar reformas pol¨ªticas y econ¨®micas en pa¨ªses agonizantes. A la fecha, el programa ha comprometido poco m¨¢s de 500 millones. Pero produce verg¨¹enza ajena mencionar la cantidad efectivamente desembolsada.
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