El lado m¨¢s comprometido
Un reconocido heredero de Piero della Francesca es uno de los tres creadores colombianos m¨¢s internacionales de los ¨²ltimos 50 a?os. Esa trinidad art¨ªstica la completan junto a Botero los escritores Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y ?lvaro Mutis. As¨ª es que el pintor y escultor de Medell¨ªn es una de esas personas cuyo nombre es citado por muchos colombianos para recordar que en su pa¨ªs no todo es malo y que no solamente la belleza de all¨ª est¨¢ en su geograf¨ªa.
Se trata de un artista cuya obra es quiz¨¢ tan admirada como criticada. Dentro y fuera de su pa¨ªs. Pero a pesar de los sentimientos encontrados que despierta, lo cierto es que Botero ha popularizado un estilo y sabido poner un sello inconfundible a sus pinturas y esculturas. Tanto que no se necesita ser experto de arte para identificar al primer golpe de vista un botero. Un estilo que, aunque al comienzo, hacia los a?os sesenta, desconcert¨®, termin¨® por gustar a los colombianos y al p¨²blico internacional no s¨®lo por la simpat¨ªa y gracia que transmiten sus figuras, sino tambi¨¦n porque sac¨® de las ¨¦lites culturales a un artista contempor¨¢neo y permiti¨® a la gente familiarizarse con un creador en tiempos en los que el arte y sus creadores parec¨ªan alejarse de buena parte del p¨²blico amparados en conceptos que no todos entend¨ªan.
En cambio, sus figuras rotundas y voluminosas, como ni?os gigantes con barbas o senos, cubiertos del m¨¢s luminoso color y detenidos en los instantes m¨¢s inesperados de cualquier actividad, gustaron. El p¨²blico hall¨® a un pintor y escultor cuyas obras dec¨ªan entender, y, adem¨¢s, era considerado uno de los mejores artistas vivos de finales del siglo XX.
Algo que se confirm¨® y creci¨® en los a?os noventa cuando sus enormes esculturas de bronce empezaron a ser exhibidas en las grandes ciudades y a incorporarse en el paisaje cosmopolita de Nueva York, Roma o Madrid. Pero fue una popularidad que a medida que aumentaba encontraba m¨¢s cr¨ªticas por parte de expertos. Lo acusaron, y acusan, de no evolucionar, de haber encontrado una f¨®rmula exitosa de la que se ha convertido en prisionero. Pero ¨¦l ha dicho que "el artista no debe cambiar de estilo" porque ser¨ªa cambiar de concepto. Por el contrario, ha pedido que no se frivolice con su obra cuando la llaman simplemente como los "gordos"; al fin y al cabo, asegura, trabaja en la idea del color y el volumen en un homenaje a los grandes de la pintura.
En cuanto a su relaci¨®n con Colombia, ¨¦sta ha sido m¨¢s o menos distante hasta hace unos a?os, cuando ha empezado a mostrar su lado m¨¢s activo y comprometido con la actualidad. Una especie de reconciliaci¨®n que se ha reflejado, por ejemplo, en la apertura que ha hecho de un museo con sus obras en Antioquia, departamento donde naci¨®; en la firma en 2001 de una carta de intelectuales en contra del visado exigido a sus compatriotas para entrar en Espa?a; en la manera como ha reflejado con sus pinceles la violencia de Colombia, y ahora su serie de denuncia sobre los horrores vividos por los presos en la c¨¢rcel iraqu¨ª de Abu Ghraib. Y ha dicho que seguir¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.