Bigotes impostores
Los que esperaban que despu¨¦s del esc¨¢ndalo de Enric Marco la impostura ser¨ªa m¨¢s perseguida y criminalizada se equivocaban. Las vestiduras rasgadas de los primeros d¨ªas perdieron fuerza y se ha llegado a la paradoja de criticar al historiador que destap¨® la manipulaci¨®n, al que han acusado, entre otras cosas, de ser inoportuno. La verdad suele ser inoportuna, sobre todo cuando sirve para pillar con las manos en la masa a quienes dicen ser lo que no son. ?Que es humano? Por supuesto. ?Que es una debilidad antigua como el tiempo? Tambi¨¦n. Pero precisamente por eso conviene denunciarlo y estar alerta no ya a la actuaci¨®n de Marco, que ya ha sido extensamente comentada, sino a las tentaciones impostoras del entorno.
La frontera que separa la impostura de la estafa puede cruzarse con tanta facilidad que se presta a confusi¨®n. Intervienen factores econ¨®micos pero, al final, ambas actividades podr¨ªan compartir una ¨²nica definici¨®n: "fingimiento o enga?o con apariencia de verdad". Si el enga?o sirve para lucrarse, es estafa, aunque muchas imposturas tambi¨¦n reportan beneficios. Uno de los expertos contempor¨¢neos en esta clase de debilidades es el escritor franc¨¦s Emmanuel Carr¨¨re. En sus libros Una semana en la nieve y El adversario se sinti¨® fascinado por un caso ver¨ªdico: el de un sujeto que se invent¨® una vida de mentira que, adem¨¢s, le sirvi¨® para ocultar un terrible crimen. Carr¨¨re qued¨® tocado por el tema y por el ¨¦xito. Ahora, muchos a?os m¨¢s tarde, est¨¢ a punto de estrenar una pel¨ªcula basada en una de sus novelas, El bigote. La pel¨ªcula se estrenar¨¢ el 6 de julio y cuenta la historia de un hombre que un d¨ªa decide afeitarse el bigote para sorprender a su mujer y descubre que nadie se da cuenta del cambio. Esta ausencia de reacci¨®n desencadena un proceso de dudas y obsesiones que acaba teniendo terribles consecuencias psicol¨®gicas.
En realidad, la impostura es un proceso inverso al que experimenta el personaje de Carr¨¨re: consiste en ponerse un bigote falso, descubrir que nadie se da cuenta y, a la larga, llegar a presidir la Asociaci¨®n Internacional de Bigotudos y conceder sesudas entrevistas en las que reflexionar sobre el drama de llevar una cosa peluda entre la nariz y el labio superior. A Carr¨¨re no se le puede considerar un impostor, aunque recurra a este concepto para justificar su paso de la escritura a la direcci¨®n cinematogr¨¢fica. Si confiesas, no enga?as, y mucho menos si firmas y asumes los riesgos de este tipo de aventuras. Hacerse pasar por lo que no eres, en cambio, es una tentaci¨®n que puede dar dividendos. En 1983, un par de estafadores fascinados por el III Reich convencieron a la revista Stern de que hab¨ªan descubierto El diario de Hitler. O sea: se hicieron pasar por Hitler con efectos retroactivos, justo lo contrario de lo que hizo Marco. La revista mordi¨® el anzuelo, les pag¨® millones y se present¨® ante la opini¨®n p¨²blica con una exclusiva que fue adquirida, a precio de oro, por las revistas Paris Match y Panorama. Todo era un fabuloso timo. Los estafadores fueron detenidos y condenados a cuatro a?os y medio de c¨¢rcel. Les habr¨ªa salido m¨¢s barato descubrir que el bigote de Hitler era falso. Pens¨¦ en ellos cuando la semana pasada vi a Luis Rold¨¢n en televisi¨®n, ejerciendo de agente de seguros antes de regresar a dormir a la c¨¢rcel. Ha sido otro de nuestros grandes impostores y el hecho de que ahora venda seguros de vida es una forma de perpetuar la impostura y, al mismo tiempo, reducir sus efectos m¨¢s nocivos. Por cierto: Rold¨¢n tambi¨¦n se afeit¨® la barba y el bigote pero nadie not¨® la diferencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.