El barba azul contable
Dio muerte a infinidad de mujeres con el mayor desprecio. Henri-Desir¨¦ Landru (1869-1922) acu?¨® con su apellido el apelativo de la maldad para los maridos tir¨¢nicos y los seductores cazafortunas. Un Barba Azul del siglo XX que atrapaba a viudas ricas, sorprend¨ªa su buena fe y les arrebataba la vida y tambi¨¦n su fortuna.
Las actividades de Henri-Desir¨¦ Landru como uxoricida implacable se desplegaron durante la Primera Guerra Mundial. Mientras en las trincheras de B¨¦lgica suced¨ªa el mayor Apocalipsis que hab¨ªan conocido los tiempos, en Par¨ªs aquel negociante al por menor se dedicaba a manejos que le han valido una eternidad en varios c¨ªrculos del infierno a la vez (el de los mentirosos, el de los avarientos, el de los asesinos) y una reputaci¨®n p¨®stuma cuya fecha de caducidad casi ha llegado; los j¨®venes ya no saben qui¨¦n fue, aunque hasta hace poco a¨²n se dec¨ªa de los seductores da?inos y de los maridos tir¨¢nicos: "Ese t¨ªo es un Landru".
Gracias a aquella guerra, gran proveedora de viudas, hab¨ªa en la capital francesa muchas, much¨ªsimas mujeres, muchachas j¨®venes, mujeres en la madurez o acerc¨¢ndose a la tercera edad, viudas y solteronas que llevaban una vida gris, angosta, pobre, calculando al c¨¦ntimo, con cartilla de racionamiento, pero conservando la ilusi¨®n de un amor postrero y definitivo. La ilusi¨®n de un marido bien situado, distinguido. De un hombre educado, cari?oso, protector, que las respetase. De un golpe de suerte que las sacase de la vida estrecha y las llevase a otra de armon¨ªa dom¨¦stica y conyugal, esa suerte, ese apoyo en la vida que ten¨ªa la hermana, la cu?ada, la amiga.
En vez de eso, las se?oritas Andr¨¦e Babelay, C¨¦lestine Buisson, Louise-Jos¨¦phine Jaume, Annette Pascal, Marie Th¨¦r¨¨se Marchadier, Jeanne Cuchet, Th¨¦r¨¨se Laborde-Line, Marie-Ang¨¦lique Guillin, Berthe-Anna H¨¦on y Anna Collomb se encontraron con algo parecido, se encontraron con un distinguido ingeniero, un interesante agente del servicio secreto, un pr¨®spero empresario, un vendedor de coches, un elegante diplom¨¢tico, que todas esas personalidades encarn¨® Landru para sorprender su buena fe y arrebatarles todo.
Con algunas de aquellas ingenuas contact¨® a trav¨¦s de anuncios en la prensa, y otras se dejaron abordar en el tranv¨ªa por aquel hombre cercano a la cincuentena, calvo, de ojos eslavos, dotado de una barba imponente, tranquilizadoramente ceremonioso, que sab¨ªa darles tiempo, que no ten¨ªa prisa. ?l las llevaba de paseo por los bulevares parisienses, y despu¨¦s de ganarse su confianza, a veces despu¨¦s de meses de galanteo, recit¨¢ndoles versos de Alfred de Musset, habl¨¢ndoles de sus negocios futuros y de oportunidades de negocios estupendos, declar¨¢ndoles su amor, fijando fecha para la boda, las hac¨ªa firmar poderes para manipular sus ahorros, y entonces, por fin, las invitaba a pasar un s¨¢bado en una casita con jard¨ªn que hab¨ªa alquilado en Gambais, un pueblo no lejos de Par¨ªs.
Era una casa, como se ve en las fotos que los peri¨®dicos publicaron cuando estall¨® el esc¨¢ndalo, de planta modesta que pregonaba honestidad, una casa sencilla y elemental como hay tantas en el campo: cuatro paredes blancas y un techo, con un gran jard¨ªn lleno de maleza, enmurado, a quinientos metros del pueblo, al borde de la carretera nacional 183 y al lado del cementerio. Hasta all¨ª, caminando del bracete, llegaban desde la estaci¨®n la extra?a pareja del barbudo y una mujer cambiante, que una vez cruzado el umbral nunca nadie volv¨ªa a ver. Horas m¨¢s tarde sal¨ªa por la chimenea un humo espeso, que algunos vecinos, luego, en el juicio, aseguraron que ol¨ªa fuerte y mal, pero que hasta entonces no les hab¨ªa llamado especialmente la atenci¨®n. Landru regresaba a Par¨ªs, retiraba del banco el dinero de la v¨ªctima, desvalijaba su piso, vend¨ªa su ropa y sus muebles a diferentes brocanteros, y almacenaba en un garaje en la calle Morice, en el barrio suburbial de Clichy, los bienes que no pod¨ªa vender enseguida.
De la calidad de su mente, de su coraz¨®n s¨®rdido y contable, hablan algunos detalles elocuentes. Por ejemplo: cada vez que viajaba con alguna de sus v¨ªctimas a la casa sacrificial apuntaba en su agenda, bajo la r¨²brica "gastos":
"Un billete de ida y vuelta a Gambais, 4 francos 95.
Un billete de ida, 3 francos 10".
Hasta diez veces le dijo al expendedor de billetes en la estaci¨®n de tren de Par¨ªs:
-Dos billetes a Gambais; uno de ida y vuelta y otro s¨®lo de ida.
?S¨®lo por esa frase mereci¨® varias veces la guillotina!
Y hay algo de apropiado en el hecho de que a un criminal tan desalmado pero de ambiciones tan convencionales le pillasen porque una mujer, amiga de una de sus v¨ªctimas -la viuda Buisson, que poco antes de desaparecer se lo hab¨ªa presentado como "mi novio, el se?or Fr¨¦myet"-, le reconoci¨® (desde luego era inconfundible su rotunda calva calav¨¦rica y su barba de fen¨®meno circense) en una tienda de la Rue de Rivoli, donde Landru estaba comprando una vajilla de porcelana.
Esta se?ora, llamada Bonhoure, telefone¨® al comisario Dautel, encargado del caso, y le dijo que hab¨ªa encontrado al "barbudo" Fr¨¦myet en la tienda Les Lions de Fa?ence; hab¨ªa intentado seguirle por la calle, pero desgraciadamente lo hab¨ªa perdido en las aglomeraciones.
Dautel ya estaba al tanto de que el tal Fr¨¦myet era un tipo sospechoso, relacionado con el misterio de la desaparici¨®n de varias mujeres.
En mayo del a?o anterior, el ¨²ltimo de la guerra, el alcalde de Gambais hab¨ªa recibido la carta de una mujer angustiada por la desaparici¨®n de su hermana, C¨¦lestine Buisson, a la que en cierta ocasi¨®n hab¨ªa acompa?ado con su novio, el se?or Fr¨¦myet, a visitar la casa de ¨¦ste en el campo. Despu¨¦s, tanto la hermana como el novio hab¨ªan desaparecido sin dejar rastro. La mujer recordaba perfectamente la casa, y en la carta la describ¨ªa con todo detalle. El alcalde reconoci¨® la villa junto al cementerio; lo raro e inquietante era que estaba alquilada a un tal Dupont, y que meses antes hab¨ªa recibido otra carta, muy parecida a ¨¦sta, remitida por otra mujer angustiada, exponiendo hechos muy parecidos sobre la desaparici¨®n de una tal se?orita Collomb.
El caso de ¨¦stas y otras mujeres desaparecidas al poco de ser vistas en compa?¨ªa de un gal¨¢n calvo y barbudo le fue encargado a Dautel. Ahora Dautel se present¨® en la tienda de la calle de Rivoli, donde le esperaba un golpe de suerte: el barbudo hab¨ªa comprado una vajilla y dejado el nombre y la direcci¨®n donde hab¨ªa que llevarla: Sr. Guillet, ingeniero. 76, Rue Rochechouart, en el barrio de Montmartre.
?"Guillet" y no "Fr¨¦myet"? Al comisario le sonaba de algo ese nombre de Guillet. En los ficheros encontr¨® los antecedentes de Henri-Desir¨¦ Landru, alias Guillet, de 51 a?os de edad, en busca y captura por diversos timos, estafas y abusos de confianza cometidos contra mujeres antes de la guerra, delitos por los que hab¨ªa pasado ya algunos a?os en prisi¨®n.
Al d¨ªa siguiente, 13 de abril de 1919, a las seis de la ma?ana (la polic¨ªa no pod¨ªa arrestar a nadie en su domicilio antes de esa hora), Guillet era detenido, para estupefacci¨®n de su amante, la joven Fernande Segret, con la que conviv¨ªa desde meses atr¨¢s y que lo ten¨ªa por un caballero gentil¨ªsimo, delicado y culto.
Y al otro d¨ªa aparec¨ªa en el Petit Journal el siguiente breve: Importante detenci¨®n en Montmartre. La primera brigada m¨®vil detuvo ayer, en Par¨ªs, en pleno Montmartre, gracias a denuncias an¨®nimas, a un individuo vestido muy elegantemente, casi completamente calvo pero con una abundante barba negra. Este hombre, del que se sospecha que ha puesto la ciencia del hipnotismo al servicio de sus malos instintos, estaba buscado por m¨¢s de diez comisar¨ªas de Francia bajo los nombres de Dupont, Desjardins, Prunier, Perr¨¨s, Durand, Morise, etc¨¦tera.
Una vez en los locales de la Suret¨¦, ha acabado por confesar que en realidad se llama Henri Landru, nacido en Par¨ªs, en el 19 barrio, en 1869. Landru est¨¢ actualmente acusado de robos cualificados, estafas y abusos de confianza, acusaciones que rechaza, aunque sin dar ninguna explicaci¨®n y content¨¢ndose con responder a cualquier pregunta: 'No tengo nada que decir; tendr¨¢n que v¨¦rselas con mi abogado'.
Pero es posible que m¨¢s pronto que tarde este triste personaje considere m¨¢s prudente ser un poco menos reservado, porque, seg¨²n todos los indicios, va a tener que responder ante la justicia de hechos mucho m¨¢s graves que los que hoy se le reprochan. Sobre este tema, ya pesan sobre ¨¦l los cargos m¨¢s pesados.
El periodista Danglure, redactor de ese breve, estaba bien informado, ten¨ªa bon¨ªsimos contactos en la Suret¨¦. En el registro de la casa de Landru la polic¨ªa hab¨ªa encontrado dos documentos que se revelar¨ªan fundamentales: un cuaderno de bolsillo y una agenda. Por las p¨¢ginas del primero se extiende una contabilidad minuciosa que registra cualquier gasto, por peque?o que fuese, y cualquier entrada de dinero. As¨ª por ejemplo el bot¨ªn obtenido de la se?orita Pascal: "1 paraguas, 5 francos; un abrigo, 5 francos; 1 cama de hierro, 35 francos; una alfombra, 12 francos? dentier Pascal, 12 francos".
En la agenda, toda suerte de jerogl¨ªficos, encabezados por una lista de nombres: Cuchet, Collomb, Buisson? etc¨¦tera.
Enseguida fue conocida como "La agenda de las muertas" o "La agenda de las novias", y el caso del "moderno Barba Azul" desplazaba en los peri¨®dicos a las noticias sobre la ocupaci¨®n del Ruhr, sobre las condiciones de paz, sobre aquella posguerra rencorosa. Gracias a estos documentos, a esa contabilidad y memorando, se supo que Landru hab¨ªa sostenido simult¨¢neamente y durante toda la guerra escarceos con docenas de mujeres; algunos no hab¨ªan cuajado a su gusto, otros los hab¨ªa interrumpido pues la candidata era "SF", o sea "sin fortuna", o ten¨ªa demasiados familiares pr¨®ximos que pudieran estorbar sus amor¨ªos, hacer preguntas.
Landru no pod¨ªa prescindir de esos libros de contabilidad; sin ellos se habr¨ªa hecho un l¨ªo fenomenal con sus propios alias, los nombres, direcciones, gustos particulares y situaciones econ¨®micas y familiares de sus presas, las horas y fechas de sus citas, etc¨¦tera. Gracias a esta documentaci¨®n exhaustiva se pudo reconstruir su trayectoria criminal casi d¨ªa a d¨ªa.
As¨ª por ejemplo, el 1 de mayo de 1915 hab¨ªa aparecido en el Journal, bajo la r¨²brica "Matrimonios", su anuncio:
"Se?or. 45 a?os, solo, sin familia. Situaci¨®n 4.000 desea matrimonio dama edad situaci¨®n parecida".
Respondi¨® C¨¦lestine Buisson, una viuda de la misma edad, con una modesta renta.
"Se?or, disculpe, he le¨ªdo su anuncio en el diario. Tengo doce mil francos, un hijo au feu, estoy sola y me gustar¨ªa rehacerme una posici¨®n. Si quiere escribirme h¨¢galo a lista de Correos?".
Despu¨¦s de la primera cita, el 14 de mayo de 1915, en la que "Fr¨¦myet" la impresion¨® cont¨¢ndole que era ingeniero y ten¨ªa f¨¢bricas en el Norte, de donde hab¨ªa sido expulsado por los ataques de la aviaci¨®n alemana, anot¨® en el dosier titulado "Asuntos en reserva":
"Buisson. Tiene un hijo de 19 a?os en Bayonne. Una o dos hermanas. Se cas¨® con un hotelero. Era criada, sin fondos. A la muerte del viejo se qued¨® con la pasta y los muebles. Envidias de familia. La vi el 14. Escribir¨¢".
La pobre C¨¦lestine debi¨® de quedar tan favorablemente impresionada por el se?or Fr¨¦myet que al d¨ªa siguiente un escr¨²pulo de conciencia la impuls¨® a volver a escribirle para puntualizar: "Ayer le dije a usted que poseo entre 10.000 y 13.000 francos. Esos 13.000 francos los he invertido, pero para no enga?arle con las p¨¦rdidas, pongo 10.000".
Al cabo de un mes C¨¦lestine ya est¨¢ rendida: "Querido, mi hermana va a acoger a mi hijo en su casa? Sabes que le quiero, pero t¨² le superas?".
Luego se abre un silencio de varios meses, durante los cuales Landru deb¨ªa de estar ocupado en otros asuntos, pero reaparece el 1 de enero de 1917 para desearle a C¨¦lestine feliz a?o nuevo y regalarle un broche de oro. El 6 de agosto, la viuda retira todos sus t¨ªtulos del Cr¨¦dit Lyonnais. El 8, Landru los negocia y compra valores a su propio nombre. El 1 de septiembre aparece en su agenda la siguiente anotaci¨®n: "10.15". Una hora, probablemente la de la muerte de la pobre Buisson.
Nunca m¨¢s se la volvi¨® a ver. El 2 de septiembre Landru reparti¨® dinero a su esposa y a Fernande. El 4 se present¨® en un banco con su esposa, que firm¨® como "Viuda Buisson" un t¨ªtulo nominativo de la desaparecida. Luego Landru subarrend¨® el piso de su v¨ªctima y vendi¨® al nuevo inquilino la mayor¨ªa de los muebles. El resto, la ropa, objetos de aseo, etc¨¦tera, lo guard¨® en el garaje de Clichy.
En ese garaje con sugerencias de mausoleo, en el que se amontonaban camas, muebles, armarios, mesas de noche, maletas, ropa femenina, misales, y diversos documentos de identidad, como certificados de matrimonio y actas bautismales, se encontraron adem¨¢s montones de papel, entre ellos su voluminosa correspondencia galante. El hombre sol¨ªa proceder seg¨²n la siguiente f¨®rmula.
Una primera carta declarando seriedad y rectitud en las intenciones: "Sue?o con un amor verdadero, hecho de sentimientos sobre los que se pueda fundar una felicidad duradera. Soy lo bastante independiente para declararle sin m¨¢s pre¨¢mbulos que, en cuanto a m¨ª, la situaci¨®n financiera no cuenta nada en la elecci¨®n de la esposa".
La siguiente carta era m¨¢s emocional, aduladora y tenuemente er¨®tica, mostrando un coraz¨®n sensible:
"Es en un estado de cierta confusi¨®n que respondo a su hermosa carta y a esa delicadeza que ha tenido al enviarme su fotograf¨ªa? Ahora, all¨¢ donde tenga el honor de encontrarme con usted, reconocer¨¦ entre mil su silueta elegante, su gracia?".
En la siguiente carta se muestra ya desvalido, inofensivo, rendido sin remedio, melindroso:
"Le abro de par en par las puertas de mi pobre coraz¨®n solitario, no se r¨ªa usted de ¨¦l?".
Esa correspondencia estaba distribuida en carpetas hechas con papel de peri¨®dico y etiquetadas con los siguientes r¨®tulos: Responder a lista de Correos; En reserva; Archivos; Responder de inmediato; Sin respuesta PR (petits revenus, poco dinero). Probable F. (probable fortuna), Sin F. (sin fortuna, RAF (Rien ¨¤ faire, nada que hacer).
El comisario Dautel y el fiscal que llevar¨ªa la acusaci¨®n en el juicio reconstruyeron la trayectoria de Landru hasta la guerra: hab¨ªa nacido en Par¨ªs, en 1869, hijo de un empleado de comercio y una costurera. Se cas¨® muy joven, tuvo tres hijos, y despu¨¦s de cumplir el servicio militar se dedic¨® a diversos timos a trav¨¦s de anuncios en la prensa: contrataba agrimensores so pretexto de encargarles mediciones de terrenos lejanos, y les obligaba a comprar instrumental y una bicicleta, que robaba y revend¨ªa. Registr¨® una sociedad, Publicitas, para realizar diversos fraudes bancarios. Por fin, estaf¨® a una viuda a la que hab¨ªa prometido matrimonio. La mujer, contra todo pron¨®stico, le denunci¨®. Y es probable que en la c¨¢rcel donde pas¨® unos pocos a?os decidiese que aquello no volver¨ªa a ocurrirle; en adelante se ocupar¨ªa de que las mujeres a las que iba a estafar no pudiesen presentar denuncia.
Lo ¨²nico de ellas que la polic¨ªa pudo encontrar fueron unos cuantos dientes y algunos fragmentos de huesos hallados dentro del horno de cocina y en el suelo del s¨®tano de la casa de Gambais; los esqueletos de los perros de una de ellas, bajo un mont¨®n de hojas secas en el jard¨ªn; sus prendas y muebles en el garaje-desv¨¢n de Clichy. Lo que fue de sus cuerpos lo insinuaba la agenda en la que quedaba registrada la compra incesante de sierras y otras herramientas: "16 julio 1916, 4 hojas sierra a 0,50 francos; 8 febrero 1917, una docena de sierras para metales de 0,22: 6 francos 60; 25 abril 1917, sierra de troncos: 4 francos 25; 6 junio 1917, sierra circular: 3 francos 15; 9 octubre 1917, tres hojas de sierra a 0,40: 1 franco 20; 6 marzo 1918, 6 docenas de sierras para metales, 25 francos?", sin contar las tijeras de podar, cizallas?
Pese a estas y otras pruebas y testimonios abrumadores Landru porfi¨® en declararse inocente. Estaba err¨®neamente convencido de que si los cad¨¢veres no aparec¨ªan, no pod¨ªa ser condenado; desde luego, no pod¨ªa negar que hab¨ªa tenido relaciones con todas aquellas mujeres. Alguna, aleg¨®, hab¨ªa emigrado a Am¨¦rica, donde ahora mismo, mientras a ¨¦l le somet¨ªan a aquel juicio arbitrario, deb¨ªa estar paseando por alg¨²n bulevar con palmeras y eucaliptos, la mar de feliz. Otras se casaron con otros hombres? De otras no pod¨ªa decir nada: su caballerosidad, su natural discreci¨®n, le imped¨ªan traicionar las confidencias que le hicieron.
Durante el juicio se mantuvo desenvuelto, altanero y hasta desafiante, prodigando las r¨¦plicas puntillosas. Los robos de las bicicletas, la agencia Publicitas, sus cartas de amor, su pulcritud refitolera, sus hechuras f¨ªsicas, enclenques y grotescas, que tan mal parec¨ªan compadecerse con las actividades de un Casanova y de un uxoricida? incluso las ilusiones y credulidad de sus v¨ªctimas, mujeres en general de media edad, poco atractivo y menos fortuna: en todo eso el p¨²blico y la prensa encontraron un lado c¨®mico, y convirtieron a Landru en una celebridad y en el protagonista de muchos chistes desgraciados.
El 25 de febrero de 1922, al alba, fue guillotinado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.