'La Dama' cumple 60 a?os
La Nobel birmana Aung San Suu Kyi, que sufre arrestos domiciliarios desde 1989, sigue simbolizando la opresi¨®n de su pueblo
La Dama cumple hoy 60 a?os encerrada en su casa junto al lago Inya de Rang¨²n, hoy Yang¨²n, la capital de Birmania, hoy Myanmar: hasta los nombres tradicionales han suprimido los militares que gobiernan desp¨®ticamente este pa¨ªs del sureste asi¨¢tico desde que organizaron su primer golpe de Estado en 1962.
Desde el verano de 1989, hace ahora 16 a?os, Aung San Suu Kyi sufre arresto domiciliario casi permanente, salpicado de brev¨ªsimos lapsos de libertad vigilada o episodios de ingreso en prisi¨®n. La fr¨¢gil y a un tiempo acerada hija del h¨¦roe de la independencia de su pa¨ªs, el legendario general asesinado en 1947, cuando Suu Kyi contaba dos a?os, ha experimentado entre esas paredes celosamente cercadas del n¨²mero 54 de la avenida de la Universidad grandes alegr¨ªas. Como la abrumadora victoria de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND) en 1990, cuando consigui¨® el 80% de los esca?os... aunque al poco la junta suprimi¨® los resultados. O el otorgamiento del Nobel de la Paz en 1991.
La red de chivatos es capilar. La Junta sell¨® las sedes de la Liga para la Democracia
Algunos creen que sanciones y aislamiento ayudan a la pervivencia de la dictadura
Pero sobre todo digiere ah¨ª reveses y tristezas: las continuas detenciones y torturas aplicadas a sus partidarios; la muerte en Reino Unido de su marido, el profesor brit¨¢nico de s¨¢nscrito Michael Aris, al que no pudo acompa?ar en su ¨²ltimo suspiro porque sab¨ªa que no la dejar¨ªan volver a Rang¨²n; la prohibici¨®n de recibir a sus dos hijos, Alexander y Kim, salvo en alguna ocasi¨®n excepcional, hasta que les han cancelado el pasaporte birmano...
Suu Kyi, a la que sus compatriotas llaman The Lady por respeto y los militares para ignorar su prestigioso apellido, encarna con la fuerza de siempre el s¨ªmbolo de la resistencia. Incluso quienes en la LND discrepan de alguna de sus recetas, como la de aislar internacionalmente al pa¨ªs para hundir a la dictadura, lo obvian. Ya discutir¨¢n cuando salga libre. Y hoy celebrar¨¢n en sordina su 60 aniversario.
La Junta Militar, s¨®lo apoyada por las vecinas China e India, sigue siendo siempre un gobierno de ineptos, aunque su liderazgo cambie cada cierto tiempo por depuraciones pat¨¦ticas o crueles. Con un sector tur¨ªstico raqu¨ªtico en relaci¨®n con sus enormes potencialidades, una inflaci¨®n rampante, una moneda en ca¨ªda libre y un alto d¨¦ficit provocado por un gasto militar que absorbe el 60% del presupuesto, Myanmar sufre ?cr¨®nicos apagones el¨¦ctricos! Y una corrupci¨®n estructural debido a que los 400.000 militares (para 52 millones de habitantes) deben costearse su carrera hasta el grado de capit¨¢n: cuando ascienden m¨¢s se resarcen oportunamente. En este feraz pa¨ªs ni la l¨ªder de la resistencia ni las cosas tienen derecho a ser designadas por su nombre: los colegios privados de alguna calidad deben disfrazarse de academias de lenguas; las cl¨ªnicas que evitan a los pocos ricos los horrores de los hospitales p¨²blicos se conocen como centros de especialistas.
Pero lo peor es que se encarcela sin juicio, y cuando ¨¦ste llega, el tribunal es militar. Se tortura, y seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, a¨²n se imponen trabajos forzados como castigo. Los controles militares menudean en las carreteras. Las sedes de la Liga han sido cerradas y selladas, salvo la de la capital. Los periodistas no acceden al territorio si exhiben su condici¨®n profesional.
"La gente sigue aterrorizada, tiene un miedo infinito a hablar de pol¨ªtica", musita V., especialista en arte budista. "Casi todo el mundo ignora qu¨¦ ocurre, porque no hay prensa libre", recuerda. ?l es una excepci¨®n. Est¨¢ informado. Oye la BBC todas las noches. Se arriesga, voz queda, a sincerarse ante el visitante.
Casi todos los 115 semanarios son deportivos. Apenas media docena se atreven a hilvanar temas de actualidad social. Y est¨¢n especialmente vigilados. El control es doble: censura previa a la distribuci¨®n (como en Espa?a en la ¨¦poca de Gabriel Arias Salgado) y tambi¨¦n posterior a ¨¦sta (como en la ley Fraga), con multas o secuestros o cancelaci¨®n de la licencia (el pasado octubre afect¨® a 17 cabeceras) por si el primer censor fue demasiado flexible.
As¨ª, los semanarios deben depositar un ejemplar en la oficina de censura militar con una semana de antelaci¨®n a su aparici¨®n; los mensuales, con un mes. La ristra de nombres prohibidos es extensa. Incluye, claro, a Nelson Mandela. "Intentamos escribir entre l¨ªneas, pero es muy dif¨ªcil colar noticias, incluso de cuestiones menos directamente pol¨ªticas, como la econom¨ªa", explica S., un reputado redactor jefe. Y eso que los j¨®venes periodistas son duchos, muchos han estudiado en el extranjero gracias a fundaciones y ONG, las escasas tablas de salvaci¨®n en un pa¨ªs en el que hasta los monjes budistas, que se comprometieron en la lucha por la independencia, est¨¢n hoy infiltrados y amordazados.
De modo que no es extra?o que 12 periodistas sigan en prisi¨®n. Algunos son liberados en cuentagotas. Kyi Tin Oo, reportero y poeta, muri¨® en marzo de 2004 reci¨¦n excarcelado: hab¨ªa visto a su hijo una sola vez, al cuarto a?o de los 10 que pas¨® entre rejas, inform¨® Reporteros sin Fronteras.
Lo que funciona sin trabas es la propaganda de la Junta, a trav¨¦s de su diario en ingl¨¦s The new light of Myanmar, que reitera hasta el paroxismo el lema ubicuo: "Oponte a quienes difunden una visi¨®n negativa; oponte a quienes ponen en peligro la estabilidad del Estado; oponte a las potencias extranjeras que se interfieren en nuestros asuntos internos; aplasta a los elementos destructivos internos y externos".
Hay terror porque la vigilancia es m¨¢xima y constante, la red de chivatos es capilar. Las prohibiciones son m¨¢s duras que las franquistas. Afectan a todo. Antes de inaugurar una exposici¨®n de pintura, los galeristas deben someterla a la inspecci¨®n militar. "Muchas veces las proh¨ªben, o eliminan un cuadro, el color rojo no puede utilizarse", explica L., artista pl¨¢stico.
"Apenas nada ha cambiado desde que la junta tom¨® el poder", escribe Barbara Victor, la bi¨®grafa de Aung San Suu Kyi. "Precisamente por eso somos muchos quienes dudamos de que la pol¨ªtica de sanciones y aislamiento decretada por EE UU y la UE sea eficaz", argumenta un veterano diplom¨¢tico occidental, aunque la l¨ªder de los birmanos vea con buenos ojos el boicot pol¨ªtico, econ¨®mico y tur¨ªstico, que funcion¨® en el caso surafricano, pero no en ¨¦ste.
"Necesitamos que vengan gentes de otros pa¨ªses, que nuestros j¨®venes aprendan de ellos lo bueno que es vivir en democracia y en un estado de bienestar. S¨®lo as¨ª ensancharemos nuestros m¨¢rgenes de actuaci¨®n", arguye en parecida l¨ªnea T., un resistente hist¨®rico de la Liga y actualmente din¨¢mico empresario del sector exterior. Como las de todos los dem¨¢s, sus se?as p¨²blicas se resumen en una letra, para evitar perjuicios.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.