Cuando el colegio es un infierno
12.000 ni?os madrile?os sufren acoso escolar en las aulas madrile?as
"Puta mentirosa. Eres una falsa y una miedosa. ?Vete del instituto!". Cuando Luisa recibi¨® ese mensaje, por correo electr¨®nico, decidi¨® cont¨¢rselo a sus padres porque ya no aguantaba m¨¢s. Como todos los menores que figuran en este reportaje prefiere usar un nombre falso porque tiene miedo. Hab¨ªa sufrido seis meses de abusos hasta que lo cont¨®. Era nueva en el instituto y al principio las cosas fueron bien, incluso hizo una amiga. Ten¨ªa 15 a?os y nunca hab¨ªa tenido problemas para conocer gente. Un mes despu¨¦s comenzaron las humillaciones orquestadas por tres chicas de su clase. En varias ocasiones tuvo que recortarse la melena porque le hab¨ªan pegado chicles en el pelo.
Pronto llegaron los insultos y la soledad. Un d¨ªa, las tres chicas invitaron a Luisa a ir al cine con la excusa de hacer las paces. Ella crey¨® que hab¨ªa cambiado su suerte. Ilusionada, lleg¨® al lugar de la cita. Le esperaban con una pandilla de desconocidas. Le pegaron una paliza. No se lo cont¨® a sus padres. Cuando empezaron las amenazas por correo electr¨®nico, ya no pudo m¨¢s. Sus padres lo denunciaron a la polic¨ªa. As¨ª comenz¨® el infierno en el que sigue inmersa mientras la fiscal¨ªa de menores estudia su caso.
La pesadilla de Luisa es una de las que se ocultan tras las fr¨ªas estad¨ªsticas: el 1% de estudiantes de secundaria de la regi¨®n -m¨¢s de 3.000- sufren agresiones f¨ªsicas durante el acoso escolar. Seg¨²n estimaciones del Defensor del Menor, el 3,3% de los estudiantes madrile?os -m¨¢s de 12.000- son v¨ªctimas de matonismo continuado y tienen miedo de ir a clase cada d¨ªa. Tambi¨¦n se traduce en trastornos f¨ªsicos por la presi¨®n psicol¨®gica que sufren. "Son comunes los v¨®mitos, dolores intensos de cabeza, trastornos del sue?o...", explica Pedro N¨²?ez Morgades. Este 3,3% de agresiones tienen unas caracter¨ªsticas comunes que lo diferencian de una vulgar pelea de patio: es continuado, con intenci¨®n de hacer da?o, ocurre en el entorno del centro escolar y cuenta con el silencio c¨®mplice del grupo. Es un maligno juego de dominio, demostraci¨®n de fuerzas y reafirmaci¨®n en el grupo, ante alguien m¨¢s d¨¦bil.
Las causas de este fen¨®meno son diversas. "Entre chicas es frecuente que sea por celos, porque el chico al que quiere la agresora anda detr¨¢s de la v¨ªctima, o tambi¨¦n por motivos de su f¨ªsico", explica Rodrigo Garc¨ªa, asesor de educaci¨®n de la oficina del Defensor del Menor.
La catedr¨¢tica de la Complutense Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªaz Aguado asegura que en parte se debe a la incoherencia de la sociedad frente a la violencia que, mientras la condena, a la vez tolera actitudes agresivas. Adem¨¢s, los j¨®venes est¨¢n cada vez m¨¢s expuestos a influencias violentas.
Las profesoras Isabel Fern¨¢ndez e Isabel Hern¨¢ndez han realizado para el Defensor del Menor una gu¨ªa, tanto para padres como para alumnos. "Influyen factores personales, familiares y sociales tanto del agresor como de la v¨ªctima y el entorno escolar", aseguran. El agresor es incapaz de ponerse en el lugar del agredido y a veces llega a pensar que se merece el tormento porque "le est¨¢ provocando". La actitud de desprecio y violencia sirve para demostrar al grupo, principal espacio de desarrollo en esta etapa evolutiva, que son fuertes y para ganar una posici¨®n de supuesto respeto respaldada por el silencio de sus compa?eros. El acosador no suele identificarse como tal. Considera que las agresiones son bromas, y suele sufrir problemas familiares y de inseguridad en s¨ª mismo que se ocultan bajo la actitud del mat¨®n. Las v¨ªctimas, en cambio, suelen ser ni?os sobreprotegidos, con dificultades para relacionarse con los dem¨¢s.
Como en la historia de Luisa, que comenz¨® con insultos, los abusos suelen empezar con intensidad baja. "En todos los centros escolares se dan enfrentamientos de este tipo, hay que pararlos a tiempo y que los mismos alumnos sepan parar esas situaciones", explica Isabel Fern¨¢ndez. Si el agresor percibe que su v¨ªctima carece de protecci¨®n, aumentar¨¢ la intensidad y frecuencia de sus abusos. El agredido, avergonzado, llega a culparse de los abusos y silencia las intimidaciones. El 14% de los menores nunca llega a denunciar el acoso por miedo a ser marginado del grupo. Una amiga de Luisa no se atrevi¨® a defenderla en p¨²blico, pero un d¨ªa le envi¨® un correo electr¨®nico: "Quieren volver a pegarte; por favor, no vayas sola ni te metas por callejones oscuros. Intentar¨¦ arreglarlo. Lo siento".
Muchos centros escolares organizan talleres para fomentar la convivencia y el respeto. I. P., directora de un instituto del centro de la capital, explica que se ha convertido en su principal preocupaci¨®n. "Me quita el sue?o pensar que un ni?o puede estar sufriendo cada d¨ªa y no le podamos ayudar porque no lo sabemos. A veces nos convertimos en c¨®mplices de ese silencio porque el ni?o cree que los profes no hacemos nada por evitarlo. Nosotros lo interpretamos como bulla, jaleo... y no percibimos ese sufrimiento", asegura. En los centros se enfrentan a una realidad dif¨ªcil de abordar. "A veces, adem¨¢s de profesores, nos convertimos en detectives, soci¨®logos, y a veces en actores. Cuando sospechamos que hay una v¨ªctima, tenemos que fingir una bronca con ¨¦l para sacarle de clase y preguntarle con discreci¨®n qu¨¦ ha pasado".
Las agresiones suelen ocurrir en lugares sin vigilancia, como el patio o a la salida de clase. "En una encuesta que hicimos, varias ni?as mencionaban que no iban solas al aseo, o bien que acompa?an a las amigas al ba?o como un medio de prevenci¨®n del acoso", explica la directora.
Otro de los retos a los que se enfrenta la comunidad educativa es que los alumnos hagan suyos los valores que les intentan inculcar. "Es f¨¢cil ense?ar la teor¨ªa, los chavales saben que est¨¢ mal pegar e insultar a un compa?ero. Pero la mayor¨ªa no consideran que lo que hacen sea acosar, el reto es inculcar actitudes".
El defensor del Menor de la Comunidad de Madrid ha destinado un apartado especial de su memoria anual al acoso escolar. El n¨²mero de quejas recibidas relacionadas con el acoso se increment¨® el 40% de 2003 a 2004. "Hay que tener en cuenta que nosotros recibimos quejas de situaciones extremas", explic¨® N¨²?ez Morgades. "Que se hayan recibido m¨¢s quejas es una buena se?al: significa que se est¨¢ rompiendo el silencio", argument¨®.
Esta instituci¨®n se ha propuesto que el curso 2005-2006 sea el comienzo del fin de este problema en las aulas. En su memoria, tras analizar algunas de las quejas recibidas, N¨²?ez Morgades llega a la conclusi¨®n de que Madrid no est¨¢ preparada para combatir el maltrato escolar, y propone una bater¨ªa de medidas inmediatas. "La regi¨®n carece de actuaciones espec¨ªficas, normalizadas y preventivas sobre las situaciones de acoso escolar", dice. Propone un plan global en el que participen todas las escuelas de la Comunidad, con medidas tanto preventivas como espec¨ªficas, coordinado por la Consejer¨ªa de Educaci¨®n en el que participen asociaciones de padres, centros escolares y Ayuntamientos.
Sugiere, entre otras medias, reducir el n¨²mero de alumnos por centro; que haya profesores m¨¢s horas seguidas con el mismo grupo para evitar el anonimato; e inversiones en los centros con m¨¢s dificultades. Tambi¨¦n propone facilitar el cambio de centro a alumnos que lo requieran por estar acosados, aunque implique aumentar excepcionalmente la ratio. Las gu¨ªas editadas se repartir¨¢n en todos los institutos de la Comunidad, y se pretende crear un tel¨¦fono de asistencia y una web donde poder hacer las denuncias.
Luisa, tras la denuncia, sale unos minutos antes de clase para no encontrarse con sus agresoras, le han cambiado de aula y ya nunca sale sola a la calle. Ellas lo niegan todo y la llaman loca mentirosa. Actualmente est¨¢ en tr¨¢mites para cambiarse de centro escolar, aunque no lo tiene f¨¢cil porque no hay un recurso legal que le conceda prioridad, como v¨ªctima de acoso, para cambiar de centro. "Esto es un delito y como tal tiene que tratarse, con privilegios y medidas de protecci¨®n apropiadas", dicen desde la oficina del Defensor del Menor.
LOLA, 15 A?OS: "Soy la 'pato', la 'larga' y la 'plana"
Empez¨® en septiembre. El d¨ªa que Lola se cay¨® en clase de educaci¨®n f¨ªsica. "Era la nueva. Desde ese d¨ªa fui la pato". No ha pasado un d¨ªa en el que no la insulten. "La pato, larga, plana, cuatro ojos... Todo sirve para meterse conmigo", explica. Los que la insultan son un grupo de tres guays de la clase "que se creen mejor que nadie". Cuando pregunta algo en clase, la ridiculizan: "Me interrumpen y gritan: '?Mentira, mentira!". Tambi¨¦n propagaron por los pasillos c¨®mo era su sujetador un d¨ªa que se le vio al quitarse el jersey. Los primeros d¨ªas cre¨ªa que eran bromas, pero ha pasado un curso completo sufriendo porque su cuerpo "es diferente", explica. Le pidi¨® a su mejor amiga que le acompa?ara a hablar con el profesor. "Ella hab¨ªa pasado por lo mismo en otro instituto. Unas matonas le pegaron varias veces", se?ala. "Yo ya no aguantaba m¨¢s. Me dijo que iba a ser peor cada vez y que deb¨ªa pararlo ya". Lo m¨¢s duro de este curso para Lola ha sido sentirse sola. Nadie la defendi¨®, aunque sab¨ªan lo que pasaba. "No se atreven con los populares; como yo era la nueva...", concluye.
LUIS, DE 11 A?OS: "Me quer¨ªan partir las piernas"
El padre de Luis recibi¨® una llamada un fin de semana: "A su hijo le est¨¢n amenazando. Tenga cuidado". Luis, que estaba en tratamiento por depresi¨®n, nunca hab¨ªa dicho nada en casa. Y nadie imaginaba lo que estaba pasando en la escuela. Recib¨ªa amenazas a diario: "Puto miedica, mam¨®n de mierda, vamos a por ti...". Por los pasillos se comentaba que le iban a partir las piernas. Su padre decidi¨® hablar con el profesor, pero no sirvi¨® para nada, porque ¨¦ste se limit¨® a quitarle importancia. "Cosas de ni?os", le dijeron. Recurri¨® a la inspecci¨®n educativa y ¨¦sta le remiti¨® al centro escolar.
Pero Luis ya no se atreve a salir de casa. Tiene miedo. As¨ª que siempre anda poniendo excusas. Sufre fuertes dolores de cabeza y tiene ansiedad. Los hostigadores son siempre los mismos: unos chicos del colegio que van siempre juntos, mayores y m¨¢s fuertes que ¨¦l. Le da miedo pensar que pueda encontr¨¢rselos por la calle y que si va solo, le peguen una paliza. Su padre solicit¨® al director del centro medidas especiales. Ahora est¨¢ a la espera de soluciones.
JUDITH, DE 13 A?OS: Dos meses sin ir a clase por miedo
Desde principio de curso, Judith vomitaba frecuentemente y ten¨ªa muchos nervios cuando ten¨ªa que ir a clase. "Me llamaban aburrida, sosa, y dec¨ªan que no sab¨ªa divertirme", explica. As¨ª se fue quedando sola, aislada, sin nadie a quien recurrir o a quien contarle c¨®mo se sent¨ªa. No se le daba muy bien hacer amigos. A veces estaba tan agobiada de no poder jugar con los dem¨¢s, que aguantaba desprecios sucesivos y empujones hasta que los agresores se hartaban y la dejaban jugar. Un d¨ªa le dijeron que se fuera del instituto, que no la quer¨ªan all¨ª, o que se tirara por una ventana como hab¨ªan hecho otros chicos.
Desde hace dos meses no ha vuelto a clase. Su familia ha recurrido a un psicoterapeuta para ayudarle a superar el problema. Los v¨®mitos y la ansiedad contin¨²an y est¨¢n intentando cambiarle de colegio. Le han seguido llegando mensajes amenazantes: "Aunque cambies de colegio, te buscaremos e iremos a por ti".
Ahora est¨¢ buscando otro centro educativo, en otro barrio, donde estudian algunas antiguas compa?eras del colegio.
LORENZO, 27 A?OS: "Despu¨¦s de tres lustros, sigo marcado"
"Tengo 27 a?os y a¨²n sufro las secuelas que me provoc¨® el acoso al que me sometieron mis compa?eros de clase durante parte de mi adolescencia". As¨ª comienza el correo electr¨®nico que Lorenzo envi¨® a la organizaci¨®n SOS Bulling. Hace m¨¢s de 15 a?os que sufri¨® el matonismo escolar y a¨²n le sigue angustiando recordar situaciones sufridas entonces cuando estaba m¨¢s gordo que sus compa?eros de clase. "Mis compa?eros se burlaban de m¨ª porque ninguna chica quer¨ªa salir conmigo". Un d¨ªa le invitaron a una fiesta, "para re¨ªrse de m¨ª", asegura. "Una chica se me insinu¨®, me llev¨® a una habitaci¨®n y se mostr¨® cari?osa. Cuando ¨ªbamos a besarnos, se encendieron las luces. Ella se apart¨® y salieron los compa?eros de debajo de la cama ri¨¦ndose. Las burlas prosiguieron en el instituto, y eso dur¨® a?os", explica Lorenzo.
A¨²n hoy apenas puede relacionarse con chicas y es extremadamente t¨ªmido. Sigue intentado superar sus traumas con ayuda m¨¦dica, aunque sin ¨¦xito. "Cuando eres adolescente, estas actitudes pueden dejar estragos irresolubles", dice.
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