Cosas que hacer cuando te jubiles
Un tropel de jubilados, la mayor¨ªa se?oras, sale del autob¨²s y cruza la calle rumbo al puerto. Parecen muy contentos, con ganas de divertirse. Una se?ora comenta que todo es gratis -los otros aplauden encantados. Todos van al mismo sitio: el Sal¨® de la Gent Gran [que concluy¨® este domingo en la avenida de Joan de Borb¨®n]. Me uno al grupo.
Entramos en un desfiladero de casetas de lona blanca. A las cinco de la tarde, el sol es implacable y el pl¨¢stico de las lonas hierve. Por suerte, en la caseta organizadora regalan gorras y los jubilados hacen cola para agenciarse una. Mi grupo se desparrama y yo me quedo embobada delante de un coj¨ªn que da masajes a presi¨®n. Un chico con acento franc¨¦s me invita a sentarme en una litera, me coloca el coj¨ªn m¨¢gico a la altura de los ri?ones y lo conecta a la corriente. Pego un brinco, pero s¨®lo es el primer momento, porque algo que se mueve con la energ¨ªa de un toro me est¨¢ dando un masaje de v¨¦rtigo en mis aquejadas lumbares. Mientras el chico me cuenta las maravillas del producto, me quedo como traspuesta. El chico lo nota y me sube el coj¨ªn a la altura de las cervicales. Me quedo sin habla, pero a¨²n puedo o¨ªr que el invento cuesta 200 euros. A mi lado, uno de los de mi grupo que ha observado mi cara de gusto se atreve a lo mismo, pero ¨¦l se reclina totalmente para obtener el masaje en las piernas. Cuando se incorpora confiesa estar mareado. El chico se asusta y le da aire con un folleto de propaganda mientras su mujer le dice que no es nada, que se espabile que a¨²n falta mucho. Y es verdad. Recoge la propaganda, le coge a ¨¦l del brazo y se van.
En el sal¨®n los abuelos se lo pasan en grande: cantan, se informan y lo prueban todo, pero ?d¨®nde terminar¨¢n sus d¨ªas todos ellos?
En el stand de al lado dan informaci¨®n para organizar unas vacaciones a Jordania, pero no parece tener mucho ¨¦xito; en otro stand explican los balnearios de Arag¨®n dibujados en un mapa, y en otro, la alternativa de los cruceros. Pero creo que mi grupo se decanta por lo m¨¢s tangible y en una caseta que reparte yogures bio se lanzan como locos. ?Llegar¨¢n a casa en buen estado?, me pregunto yo medio mareada por el bochorno. Tambi¨¦n se lanzan a la caza de folletos de propaganda, que van acumulando en una bolsa de papel. Eso me trae recuerdos de mi infancia, en la feria de muestras de mi pueblo. Llegamos a la Botiga de l'Avi, donde un muchacho muestra diferentes artilugios para el bienestar del jubilado: unas pinzas para recoger objetos, un vaso adaptado para el que no pueda articular el cuello, un embudo ventosa para abrir botes. Tambi¨¦n dan masajes y toman la presi¨®n gratis. Y eso s¨ª tiene ¨¦xito. Al lado, en una carpa cuya temperatura ambiente debe rebasar los 35 o 40 grados, un jubilado recita un poema patri¨®tico aragon¨¦s encima de un entarimado. Cuando termina, el p¨²blico deja el folleto que le sirve de abanico y aplaude a rabiar. En otra carpa, la fundaci¨®n Viure i Conviure de Caixa Catalunya explica las ventajas de formar una pareja de hecho entre un o una anciana y un o una joven estudiante. La anciana ofrece su casa y cobra 100 euros al mes de la fundaci¨®n, y el estudiante tiene casa y comida asegurada. Para poner un ejemplo se presenta una se?ora de unos 80 a?os al lado de un apuesto joven. Llevan cuatro a?os juntos y la se?ora cuenta lo feliz que se siente con ¨¦l. "Es un santo var¨®n", comenta. "Nuestra relaci¨®n es un estira i afluixa, pero funciona". Dice que no le deja lavar los platos y le prepara las jud¨ªas que tanto le gustan.
En otra caseta me explican lo que es la renta vitalicia. Por ejemplo: una persona de 70 a?os con un piso valorado en 300.000 euros recibe un sueldo mensual de unos 750 euros. Cuando esta persona muere, el piso pasa a ser propiedad de la compa?¨ªa que le pagaba ese sueldo. No est¨¢ mal. Mi grupo se sienta a descansar en el ?gora, donde una polic¨ªa explica lo que tienen que hacer para que no les roben el bolso.
Uno de los sitios m¨¢s concurridos es la carpa peluquer¨ªa y el entarimado final, donde grupos de jubilados act¨²an en play back delante de un ferviente y entregado p¨²blico. Cuando yo me acerco, el Casal d'Avis d'Abrera canta unas seguidillas (?quiz¨¢ de Juanito Valderrama?) que levantan pasiones. Mucho m¨¢s seria es la carpa Memorial Democr¨¤tic, que re¨²ne asociaciones como los Supervivents Lleva del Biber¨®, Hijos de Republicanos Espa?oles y Ni?os del ?xodo, Dones del 36, Excombatents i V¨ªctimes de la Guerra, Expresos Pol¨ªtics... Encuentro a una amiga comiendo el tradicional pa amb vi i sucre. En esta carpa han colocado una pantalla que pasa diferentes testimonios de lo que fue la guerra y sus consecuencias. Antes de marchar saludo al chico de los masajes y una se?orita aprovecha para rastrearme por todo el cuerpo un bicho llamado Mario, que es un vibrador con cuatro patas tr¨¦mulas.
La feria me parece perfecta, los abuelos se lo pasan en grande: cantan, bailan, lo prueban todo y se informan. Pero, casualmente, aquella tarde voy a visitar a un amigo en una residencia privada m¨¢s parecida a un prisi¨®n. Paga m¨¢s de 1.500 euros al mes y encima la ropa se la lava su mujer. Este robo a mano armada deber¨ªa denunciarse. Igual que la falta de geri¨¢tricos p¨²blicos. ?Hay alguien que oriente a las personas que est¨¢n solas? ?D¨®nde terminar¨¢n sus d¨ªas toda esa gente que sal¨ªa cantando de la feria?
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