S¨ª al 22@ y a la ciudad compleja
El pasado 18 de junio, Oriol Clos, arquitecto director de Planes y Proyectos Urbanos del Ayuntamiento de Barcelona, publicaba en esta misma p¨¢gina un art¨ªculo con las razones municipales sobre el caso de Can Ricart y el 22@. El argumento central, que vamos a retomar, es el de la complejidad urbana, del que todos participamos, pero que es tomado desde interpretaciones distintas, tal como sucede con otros conceptos marco como el de sostenibilidad. De acuerdo con dar "respuestas complejas para problemas complejos"; pero en su art¨ªculo Clos empieza y acaba contradici¨¦ndose completamente: si el caso de Can Ricart es complejo, la peor manera de afrontarlo es mantener los mismos planteamientos que hace m¨¢s de tres a?os, cuando en estos ¨²ltimos meses se han aportado datos que antes no ten¨ªan los arquitectos municipales que, por ejemplo, hab¨ªan confundido cu¨¢l era la fachada principal del edificio originario de Can Ricart. En cambio, el pensamiento complejo, tal como lo ha argumentado Edgar Morin, "intenta aprender las relaciones cambiantes" y, por lo tanto, duda y revisa continuamente las posiciones adoptadas.
En la opci¨®n por la complejidad urbana hay un punto de partida indiscutible: tomar la ciudad existente como dato y no arrasarla. Todos sabemos en qu¨¦ medida los grandes operadores financieros e inmobiliarios exigen terrenos en su estado ¨®ptimo: habiendo borrado toda construcci¨®n para poder promover una ciudad homog¨¦nea. Y aunque se admita que este borrado de culturas y memorias crea heridas f¨ªsicas y psicol¨®gicas en la poblaci¨®n, se considera que es un "mal menor", un "efecto colateral" que se exige sea asumido.
El crecimiento de la ciudad es un proceso dial¨¦ctico entre la permanencia, la transformaci¨®n y la substituci¨®n, en el que en bastantes ocasiones es f¨¢cil llegar a consensos sobre lo que se mantiene, lo que se transforma y lo que se sustituye. En otras es m¨¢s conflictivo y es cuando la fuerza de unas clases y poderes sociales deciden borrar la memoria de los otros, como por ejemplo la apolog¨ªa que la burgues¨ªa ha hecho del modernismo al mismo tiempo que ha triturado paulatinamente el patrimonio industrial de Barcelona, destruyendo la memoria de las f¨¢bricas y de la clase trabajadora, sin la cual la memoria oficial no existir¨ªa: una sin la otra es un simulacro.
En el caso de Can Ricart, los defensores de la conservaci¨®n de una buena parte del sistema fabril no somos incapaces de entender los retos urbanos de nuestras ciudades: no olvidamos ni el contexto de todo el Poblenou -de sus piedras, de su gente, de sus trabajadores y de su historia-, ni la necesidad de una nueva pol¨ªtica industrial en Catalu?a, y conocemos muchos ejemplos en los que un sistema industrial urbano ha sido convertido en ¨¢rea de nueva centralidad, como sucede en S?o Paulo con el Sesc Pompeia de Lina Bo Bardi; en la cuenca del Ruhr con las intervenciones del IBA-Emsher Park; en el conjunto del Arabianranta en Helsinki, en que una universidad y un barrio residencial se articulan en torno a un sistema industrial en desuso que ha sido reformado, o en el Centro Documental de la Comunidad de Madrid, situado en la antigua f¨¢brica de las cervezas el ?guila seg¨²n proyecto de los arquitectos Tu?¨®n y Moreno Mansilla.
El inter¨¦s del conjunto de Can Ricart no es nada desde?able, empezando por el rico sistema fabril de naves y calles que ha sido capaz de evolucionar y cambiar de usos a lo largo de m¨¢s de 150 a?os: unos interiores de gran calidad espacial y constructiva, y unos espacios abiertos entre los cuales la plaza interior del recinto es equiparable a los mejores espacios p¨²blicos de Barcelona. Y por si esto no fuera suficiente, es ¨¦ste un conjunto industrial neocl¨¢sico resuelto por dos t¨¦cnicos catalanes: el arquitecto y cient¨ªfico Josep Oriol i Bernadet, que se form¨® en la Clase de Arquitectura de la Escuela de Dise?o en la Llotja dirigida por Antoni Celles y Josep Casademunt y que, entre otros, trabaj¨® con Ildefons Cerd¨¤, y el maestro de obras Josep Fontser¨¦.
El s¨ª a intervenir en Can Ricart teniendo en cuenta su valor patrimonial tiene estrecha relaci¨®n con el s¨ª al Distrito 22@, un plan admirable y vanguardista, y con el deseo de que ¨¦ste se desarrolle tal como se plane¨®, siendo una capa m¨¢s en el palimpsesto de la ciudad: sumar y no restar a la complejidad, mantener la capacidad productiva de este territorio, pero no a base de arrasar con sus lugares de trabajo y sus redes de vida cotidiana. Peligra el plan 22@ si no le corresponde una nueva capacidad municipal de interacci¨®n, negociaci¨®n e informaci¨®n; si cada vez est¨¢ m¨¢s dirigido por los intereses inmobiliarios y favorece a los operadores m¨¢s potentes; si sirve para resituar empresas que estaban en otras zonas de Barcelona y para ir expulsando a los vecinos, empresarios y trabajadores del Poblenou. Y peligran a¨²n m¨¢s las ¨¢reas de Poblenou fuera del distrito 22@. Porque si fuera cierto que se minimizan las tensiones especulativas, no ser¨ªa tan dif¨ªcil que habitantes y trabajadores pudieran resolver su trabajo y su vivienda en entornos cercanos, tal como exige la tendencia a una ciudad sostenible.
La complejidad urbana consiste precisamente en ir revisando, en dialogar con la realidad, en debatir qu¨¦ se conserva y qu¨¦ se derriba, en ir introduciendo nuevos estratos en este hipertexto que es la ciudad, sin borrar los precedentes. Como repite Jordi Borja, "sin memoria y sin futuro la ciudad es decadencia". La gesti¨®n de la ciudad compleja tiene que ver con reconocer que ning¨²n operador tiene toda la raz¨®n, que las posturas dogm¨¢ticas y ensimismadas no conducen ni a un pensamiento ni a una realidad compleja. La complejidad tiene que ver con la negociaci¨®n y la transparencia, algo que no ha existido en la gesti¨®n del Parc Central de Poblenou, dentro del que est¨¢ Can Ricart. En cualquier caso, en un pa¨ªs que ha sabido salir de la guerra de Irak y en una ciudad que supo reconducir un proyecto muy avanzado de Biblioteca Provincial en el Mercat del Born, no se puede argumentar que es demasiado tarde para rectificar.
Josep Maria Montaner y Zaida Mux¨ª son arquitectos.
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