Retroceso iran¨ª
La inesperada y abultada victoria en las presidenciales iran¨ªes del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad pone en cuesti¨®n el tambaleante reformismo impulsado por el fracasado Jatam¨ª y oscurece alarmantemente el horizonte de las relaciones con Occidente. El populista ex alcalde de Teher¨¢n se ha impuesto al rico y pragm¨¢tico ex presidente Rafsanyani, del que qued¨® a medio mill¨®n de votos en la primera vuelta, con un credo destinado a afianzar un Estado isl¨¢mico puro moldeado sobre los ideales de la revoluci¨®n jomeinista de 1979.
El resultado de los comicios encaja el poder real en Ir¨¢n -el de los ¨®rganos ultraconservadores no elegidos, con el l¨ªder supremo Al¨ª Jamenei al frente, a quien Ahmadineyad es leal a ultranza- con el poder nominal que representa el futuro presidente, un desconocido para muchos en su propio pa¨ªs hasta hace una semana. La coherencia que alcanza la teocracia iran¨ª elimina equ¨ªvocos sobre su naturaleza, pero perfila un n¨ªtido e inquietante horizonte de confrontaci¨®n con Estados Unidos. Quiz¨¢ por eso, los halcones de la Administraci¨®n de Bush, con Cheney y Rumsfeld a la cabeza, no ocultaban su preferencia por el triunfador, aunque argument¨¢ndola como posible germen de un colapso del r¨¦gimen por el descontento popular.
De creer a Bush, Washington nunca permitir¨¢ que Teher¨¢n consiga el arma final. Pero el presidente electo iran¨ª ha asegurado ante el Parlamento que su pa¨ªs tiene absoluto derecho a desarrollar un programa nuclear pac¨ªfico, eufemismo con el que el r¨¦gimen fundamentalista viene designando la producci¨®n de plutonio, sobre la que ha mantenido enga?ada durante a?os a la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica. La victoria de Ahmadineyad, pese a sus limitados poderes, complica m¨¢s la negociaci¨®n nuclear con los mediadores europeos, cuyo final exige el sector m¨¢s radical de los ayatol¨¢s junto con el abandono por Teher¨¢n del Tratado de No Proliferaci¨®n.
Las elecciones iran¨ªes son un simulacro democr¨¢tico que se juega desde su comienzo con las cartas marcadas que reparte el Consejo de los Guardianes, omnipotente y opaco sanedr¨ªn de cl¨¦rigos no elegidos. Pero, incluso en este contexto de farsa, su desenlace es un dram¨¢tico paso atr¨¢s para los millones de iran¨ªes -se trata de uno de los pa¨ªses m¨¢s j¨®venes del mundo- que buscan desesperadamente insertarse en una sociedad moderna. Ahmadineyad puede ser visto por muchos como un puro Robin Hood que va a hacerles part¨ªcipes de la tarta petrol¨ªfera del cuarto exportador mundial, pero la cruda realidad es que de su discurso integrista est¨¢n ausentes hasta ahora conceptos como libertad, democracia o tolerancia. A comienzos del siglo XXI, el ideal de este partidario del chador que considera la pujante Bolsa de Teher¨¢n un nido de ventajistas consiste en la restauraci¨®n del jomeinismo sobre una ilusoria arcadia social interclasista.
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