El olfateador de viento
Colgado a casi 30 metros de altura sobre el mar, un navegante 'lee' las aguas
El rostro sereno y la mirada intensa, concentrado, revisa el arn¨¦s. Ya est¨¢ lejos de all¨ª. Est¨¢, pero no est¨¢. A bordo del Luna Rossa pero pensando en lo que suceda lejos fuera del barco. "?Listo?". "S¨ª, cuando quieras". Una ¨²ltima comprobaci¨®n del arn¨¦s, fija el mosquet¨®n y se da la orden: "?Bruni sube!" Los molinillos se ponen en marcha y Francesco despega. Con el cuerpo horizontal parece correr hacia arriba dando pasos de gigante sobre el palo de carbono. Pasa la primera cruceta, la segunda, sigue subiendo... ya est¨¢ casi a una altura de 10 pisos... "?Vale!". La subida se detiene tan de improviso como empez¨®.
?Menudo sitio! Casi 30 metros por encima del mar. Una vela enorme grabada con la silueta de la Copa del Am¨¦rica. Desde all¨ª ve a sus compa?eros trabajando en la cubierta, casi parece que est¨¢ fuera del barco, y en cierto sentido es as¨ª. Se ajusta los auriculares y el micro, revisa el funcionamiento de su ordenador, y comienza a mirar, lejos, muy lejos. Faltan 10 minutos para que empiece la prueba. Su misi¨®n: ?ver el viento! y si no puede verlo, olerlo. No es que precisamente lo haga sin ayuda, tiene el ordenador del barco con los sensores del viento, a¨²n m¨¢s arriba que ¨¦l. Adem¨¢s una red de boyas meteorol¨®gicas est¨¢n a su disposici¨®n y, como si eso no fuera poco, un par de meteor¨®logos analizan todos los datos al mismo tiempo.
Pero el tiempo pasa y hay que hacer un plan. S¨®lo quedan seis minutos para la salida y el equipo meteorol¨®gico hoy no lo tiene nada claro. "Dicen que est¨¢ muy ligero y rol¨®n" oye por la radio del t¨¢ctico, al tiempo que pregunta "?C¨®mo lo ves?". S¨®lo cuatro personas est¨¢n conectadas en este circuito cerrado, el ca?a, el proa, el t¨¢ctico y ¨¦l mismo. Hay que cerrar el plan. Escudri?a en la direcci¨®n del viento, es agradable la sensaci¨®n del viento en la cara. Se concentra en la superficie del agua. En su color, las sombras y c¨®mo refleja la luz del sol. Por la derecha nada especial, a lo lejos hay un velero paseando y no parece que tenga mal viento. En el centro est¨¢ irregular, con calles de viento, m¨¢s oscuras y serpenteantes, y pozos, blanquecinos y aceitosos. Pero por la izquierda es otra cosa, agua m¨¢s oscura, m¨¢s uniforme, ?no ser¨¢ el efecto del sol? Un poco m¨¢s de concentraci¨®n, entorna los ojos, y toma la decisi¨®n. La izquierda est¨¢ fuerte, m¨¢s viento, m¨¢s presi¨®n. "Yo me quedo con la izquierda", comunica a los de abajo.
Los barcos hacen las ¨²ltimas evoluciones antes del ca?onazo de salida, aceleran, frenan, se escoran y adrizan. En medio del marasmo se olvidan de ¨¦l. Poco importan los bandazos, o los tirones, o esa ola que le va a hacer ver las estrellas, s¨®lo importa la salida. M¨¢xima velocidad y hacia la izquierda. En ese momento, 15 segundos antes de salir, un contrincante se acerca para medir las fuerzas. Es curioso, mientras las tripulaciones de abajo se ignoran, los hombres del palo se saludan con un leve gesto. Despu¨¦s de todo, ellos est¨¢n m¨¢s cerca, a poco m¨¢s de 10 metros, y los de abajo est¨¢n casi a 30. Adem¨¢s, s¨®lo un pu?ado sube a estas alturas y nadie te comprende tan bien como un colega.
Con buena aceleraci¨®n, el Luna Rossa se dirige hacia la izquierda. Hace tiempo que Alinghi, Team New Zealand y Oracle ya viraron. A ojo, hay m¨¢s o menos 10 nudos, pero revisa el ordenador: 9,7 nudos de 76?, y tres minutos m¨¢s por la izquierda frente a casi 12 por la derecha. Son las condiciones ideales para ver el viento. Los ordenadores est¨¢n bien, pero tener tres Juegos Ol¨ªmpicos en tres clases distintas y una mirada aguda e inteligente supera a todo lo dem¨¢s.
El secreto est¨¢ en saber lo que pasar¨¢ en los siguientes tres minutos y es curioso porque s¨®lo ve bien a partir de los 200 metros de distancia del barco; de ah¨ª a casi dos kil¨®metros. Lo que est¨¢ m¨¢s cerca no se puede ver bien por el ¨¢ngulo y m¨¢s all¨¢ de dos kil¨®metros... bueno ya est¨¢ bien. "?Podemos virar o esperamos?" le pregunta el patr¨®n. Poco despu¨¦s el navegante le pregunta con un poco de ansia al patr¨®n "?qu¨¦ dice, qu¨¦ est¨¢ viendo?". Desde las alturas responde: "Hay que seguir un minuto o un minuto y medio", "as¨ª entraremos en esa racha y con el nuevo viento nos podemos ir al otro lado", "mejor esperar", y as¨ª lo hacen.
Todo va saliendo bien y poco a poco las diferencias de presi¨®n se notan y comienza el siguiente tramo. Durante la popa, en cada trasluchada una buena patada a los sables que refuerzan la vela mayor consigue que no tenga la forma invertida y as¨ª el barco acelera lo m¨¢s r¨¢pido posible. Es un trabajo duro, colgado y penduleando sin parar, cambiando de lado en cada maniobra pero con unas vistas insuperables. Adem¨¢s el premio est¨¢ tras la llegada, no sin ciertas dificultades "?Quieres bajar?", preguntan. "?Tu qu¨¦ crees?"; "?seguro que quieres bajar?". Al final, sabe que toda la ¨²ltima tecnolog¨ªa est¨¢ muy bien, pero que unos ojos expertos superan a cualquier ordenador.
Luis S¨¢enz Mariscal es abogado del Luna Rossa, equipo ganador del acto 5 de la Copa del Am¨¦rica.
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