Europa, como Am¨¦rica
No se puede hacer todo a la vez: ampliar hacia el exterior y consolidar hacia el interior. Todos los imperios han pasado por varias fases en las que se ha dado prioridad bien a la expansi¨®n territorial, bien a la institucionalizaci¨®n interna. Durante casi medio siglo, el imperio en construcci¨®n de la Uni¨®n Europea (UE) se ha ido expandiendo gradualmente desde los seis Estados miembros iniciales hasta los actuales 25. Una expansi¨®n imperial no tiene m¨¢s l¨ªmites territoriales que los de otro imperio, en este caso Rusia, por lo que todav¨ªa hay una docena de aspirantes reconocidos o potenciales a ingresar en la UE. Pero la reacci¨®n popular negativa ante algunas incertidumbres de la ampliaci¨®n m¨¢s reciente hacia el este, seg¨²n se ha expresado en los referendos de Francia y de Holanda, puede frenar la expansi¨®n y establecer unos l¨ªmites casi definitivos a la UE.
Algo parecido ocurri¨® en el proceso de construcci¨®n de los Estados Unidos de Am¨¦rica, que conllev¨® una expansi¨®n gradual durante m¨¢s de un siglo desde los 13 Estados miembros iniciales hasta los actuales 50. Durante el siglo XIX, hubo en la Uni¨®n americana permanentes tensiones territoriales y una terrible guerra civil entre Estados. Al final, los l¨ªmites de la Uni¨®n quedaron establecidos en el Caribe, donde qued¨® frenada la incorporaci¨®n de nuevos territorios que, como algunos de los ya asimilados, hab¨ªan pertenecido a otro imperio (el espa?ol). Tras fracasar otros planes de expansi¨®n, el mar Caribe se convirti¨® en el patio de atr¨¢s, es decir, una zona conflictiva con alta inestabilidad que no ha dejado de generar desde entonces una permanente emigraci¨®n de mexicanos, dominicanos, haitianos y cubanos hacia Estados Unidos.
En Am¨¦rica, la institucionalizaci¨®n interna de las relaciones federales entre la Uni¨®n y la diversidad de Estados y gobiernos locales no pudo culminar, pues, hasta principios del siglo XX, varios decenios despu¨¦s de la guerra civil y cuando los l¨ªmites de la expansi¨®n territorial quedaron m¨¢s o menos fijados. Mientras tanto, Estados Unidos -como hoy Europa- pr¨¢cticamente careci¨® de pol¨ªtica exterior m¨¢s all¨¢ de su propio continente, pese a que hubo en la ¨¦poca un gran crecimiento del comercio, los transportes y las comunicaciones internacionales, comparable a la llamada globalizaci¨®n del periodo actual.
La Uni¨®n Europea puede ser analizada como un imperio porque re¨²ne las caracter¨ªsticas esenciales de esta forma de gobierno, las cuales contrastan con las propias de un Estado. La Uni¨®n Europea, como los Estados Unidos de Am¨¦rica y otras unidades hist¨®ricas y actuales comparables, abarca una gran extensi¨®n, no tiene l¨ªmites prefijados, est¨¢ compuesta por unidades territoriales diversas econ¨®mica, cultural y pol¨ªticamente, y mantiene jurisdicciones a m¨²ltiples niveles y a menudo superpuestas -todo lo cual se opone a las fronteras fijas, la soberan¨ªa, el monopolio de la legitimidad y la homogeneizaci¨®n interna caracter¨ªsticos de los Estados-.
La construcci¨®n gradual de una Europa unida durante el siglo XX fue una reacci¨®n a un largo periodo anterior con permanentes tensiones territoriales y un par de terribles guerras civiles entre Estados. Si ahora la Uni¨®n Europea descarta otros planes de expansi¨®n, corre el riesgo de convertir el resto de los Balcanes y de las rep¨²blicas que hab¨ªan pertenecido a otro imperio (el sovi¨¦tico) en un patio de atr¨¢s que genere conflictos, inestabilidad y flujos permanentes de inmigrantes. Pero s¨®lo en estas condiciones podr¨¢ abordar con mayor ¨¦xito el dise?o de unas relaciones institucionales internas destinadas a durar.
La llamada Constituci¨®n que ahora ha fenecido no propon¨ªa un marco institucional significativamente m¨¢s ni menos democr¨¢tico que el que funciona actualmente seg¨²n los tratados en vigor. En conjunto, la Uni¨®n Europea, como los Estados Unidos de Am¨¦rica, es un imperio que ya re¨²ne unas condiciones m¨ªnimas de democracia, dado que tanto la C¨¢mara baja, es decir, el Parlamento Europeo, como la C¨¢mara alta o Consejo de Ministros, derivan directa o indirectamente de elecciones competitivas por sufragio universal; asimismo, el Gobierno, es decir, la Comisi¨®n, es ya nombrado por las dos c¨¢maras y es responsable ante ellas. Los peque?os cambios que la Constituci¨®n pretend¨ªa introducir (como los retoques en las reglas de mayor¨ªa cualificada o la fusi¨®n de oficinas) no modificaban en lo esencial este esquema. En cambio, una vez que la Uni¨®n haya fijado unos l¨ªmites territoriales m¨¢s estables y se hayan resuelto las pr¨®ximas contiendas electorales en Alemania, Italia y Francia, probablemente habr¨¢ m¨¢s oportunidades para tratar de superar los d¨¦ficit democr¨¢ticos actuales mediante un reforzamiento de las relaciones de tipo federal a nivel de la Uni¨®n y una aceptaci¨®n m¨¢s formal de la diversidad de f¨®rmulas pol¨ªticas en los niveles estatal, regional y local.
Una analog¨ªa no es un postulado cient¨ªfico, sino s¨®lo una sugerencia de que varios desarrollos que pueden parecer independientes est¨¢n interrelacionados -como lo estuvieron en alg¨²n otro caso relevante- y de que algunas variables son importantes, pero otras que lo parecen no lo son tanto. En este caso, la analog¨ªa sugiere la razonable hip¨®tesis de que en Europa, como en Am¨¦rica antes, la expansi¨®n territorial exterior no se compagina f¨¢cilmente con la institucionalizaci¨®n interior, que s¨®lo cuando la primera se frene podr¨¢ consolidarse la segunda, y que s¨®lo entonces podr¨¢ salir la Uni¨®n de su aislamiento m¨¢s all¨¢ de su propio continente y llegar a tener, quiz¨¢s, incluso una pol¨ªtica exterior.
Josep M. Colomer es profesor de investigaci¨®n en Ciencia Pol¨ªtica en el CSIC y la Universidad Pompeu Fabra.
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