El gran sal¨®n del mecenas
La mayor parte de las piezas de a exposici¨®n El Palacio del Rey Planeta, Felipe IV y el Palacio del Buen Retiro pertenecen a la colecci¨®n del Museo del Prado, como no pod¨ªa ser menos dada la naturaleza del tema, pero tambi¨¦n con algunas aportaciones excepcionales de colecciones extranjeras. Para justificar este proyecto est¨¢, en primer lugar, la conmemoraci¨®n del cuarto centenario del nacimiento de Felipe IV (1605-1665), pero, en este caso, se a?ade la celebraci¨®n de lo que fue el Palacio del Buen Retiro, dos de cuyos restos hist¨®ricos, el hoy llamado Cas¨®n, que fue, en su momento, Sal¨®n de Baile, y el antiguo Museo del Ej¨¦rcito, que fue Sal¨®n de Reinos, est¨¢n en trance de remodelaci¨®n e incorporaci¨®n al Museo del Prado. Desde que hace ya algunas d¨¦cadas, el historiador brit¨¢nico John Elliott y el historiador de arte estadounidense Jonathan Brown llamaron la atenci¨®n, mediante un libro pronto merecidamente famoso, sobre este Palacio del Buen Retiro, cargado de significaci¨®n hist¨®rico-her¨¢ldica y ejemplo m¨¢ximo de mecenazgo art¨ªstico, este asunto ha llegado a hacerse tan popular como para influir en el nuevo futuro uso muse¨ªstico de estas reliquias arquitect¨®nicas.
En cierta manera, esta mues-
tra se "adelanta" a lo que se esperaba iba a ser la exposici¨®n inaugural de la definitiva incorporaci¨®n del antiguo Sal¨®n de Reinos como nueva dependencia del Museo del Prado, pero, como las obras de ampliaci¨®n del Prado no estar¨¢n concluidas hasta, por lo menos, 2010, los responsables de la instituci¨®n han decidido mostrar al p¨²blico c¨®mo fue la formidable decoraci¨®n pict¨®rica de este hist¨®rico palacio, que el conde-duque de Olivares decidi¨® que se convirtiera en un ejemplo de magnificencia pol¨ªtica y art¨ªstica de Felipe IV, un rey en el que se ceb¨® la desdicha hist¨®rica, porque le toc¨® asistir a la decadencia del poder¨ªo espa?ol.
Construido entre 1634 y 1643, el esplendor propagand¨ªstico que este nuevo palacio quiso demostrar como exaltaci¨®n de los ideales de esta cada vez m¨¢s declinante monarqu¨ªa espa?ola no tuvo el menor efecto como conjuro para el adverso destino, pero, por lo menos, fue un modelo de mecenazgo art¨ªstico internacional de primer orden. En este sentido, el comisario de la muestra, Andr¨¦s ?beda de los Cobos, y los citados Elliott y Brown, como asesores cient¨ªficos, han reconstruido el programa de decoraci¨®n pict¨®rica original del Palacio del Buen Retiro, desplegando, en cinco secciones, tituladas respectivamente El Palacio del Buen Retiro, Ciclo de Roma Antigua, El Conde-Duque, furias y bufones, Sal¨®n de Reinos y Galer¨ªa de paisajes, toda la urdimbre significativa de esta formidable sucesi¨®n de series pict¨®ricas, en las que intervinieron maestros de la importancia de Vel¨¢zquez, Zurbar¨¢n, Ribera, Lanfranco, Poussin, Lorena, Domenichino, Stanzione, Maino, Jusepe Leonardo, Antonio de Pereda, los Carducho, Caj¨¦s, Castelo, etc¨¦tera. Ciertamente, muchas de las obras maestras que hoy atesora el Museo del Prado proceden de este ciclo decorativo, pero interesa hoy contextualizar el sentido original que tuvieron y la ubicaci¨®n que ocuparon. Desde esta perspectiva hist¨®rica, podemos adentrarnos en razones complementarias a la de la mera calidad art¨ªstica que nos expliquen la muy diferente visi¨®n del arte de ¨¦pocas pret¨¦ritas. Palpar este trasfondo es una lecci¨®n sabrosa, porque, a la postre, el arte, m¨¢s all¨¢ de cualquier funci¨®n inmediata de oropel, ahonda en lo que verdaderamente importa en la tr¨¢gica existencia humana, que adquiere m¨¢s lustre en la derrota que en la victoria, pues, finalmente, separa el trigo de la paja, la realidad y la ilusi¨®n, la verdad y lo trivial. ?C¨®mo si no explicarse el perdurable brillo de Vel¨¢zquez, cuyos rayos siguen iluminando la cariacontecida faz del sombr¨ªo destino de quien fue llamado el Rey Planeta, Felipe IV, hoy m¨¢s recordado por los pinceles del genio sevillano que por el sol eclipsado de sus ej¨¦rcitos?
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