La salida de una juez del Supremo desata una lucha pol¨ªtica en EE UU
Los dem¨®cratas temen que Bush proponga a un ultraconservador
La retirada de la magistrada del Tribunal Supremo Sandra Day O'Connor da la se?al de partida de la nueva batalla ideol¨®gica y pol¨ªtica en Washington. O'Connor, de 75 a?os y la primera mujer en el Supremo, fue nombrada por el presidente Ronald Reagan en 1981, y aunque su espacio de actuaci¨®n ha sido conservador, su moderaci¨®n le llev¨® a desempe?ar el papel de ¨¢rbitro entre las dos mitades del tribunal. Es muy probable que su sustituci¨®n arranque de nuevo chispas entre republicanos y dem¨®cratas.
La salida de O'Connor era esperable, pero el impacto fue enorme, porque se produjo en el marco de la ansiedad existente por la inminente retirada del presidente del Supremo, William Rehnquist, de 80 a?os y enfermo de c¨¢ncer. La de O'Connor es la primera vacante en 11 a?os, desde que Clinton nombr¨® al liberal Stephen Breyer. Del equilibrio del tribunal dependen batallas culturales pendientes, desde una eventual modificaci¨®n del derecho al aborto hasta las decisiones sobre los matrimonios gays. El territorio, por tanto, es explosivo, y cualquier bloqueo abrir¨¢ la guerra: los conservadores todav¨ªa no han superado el berrinche que les supuso el rechazo del ultraconservador Robert Bork en 1987. Adem¨¢s, el Senado estuvo a punto de entrar en una guerra sin precedentes en mayo, cuando el bloqueo de varios jueces federales propuestos por Bush hizo peligrar el filibusterismo, con el que la minor¨ªa puede paralizar leyes y nombramientos. Un fr¨¢gil acuerdo alej¨® temporalmente la crisis.
En los ¨²ltimos 36 a?os, cuatro presidentes, todos ellos republicanos, han nombrado a siete de los nueve magistrados del Supremo. La tentaci¨®n de reemplazar a O'Connor por alguien menos moderado ser¨¢ casi irresistible para George W. Bush. Poni¨¦ndose el parche antes de la herida y anticipando fuertes batallas -como la que hay con John Bolton para la embajada en la ONU- Bush dijo ayer que seleccionar¨¢ "a un magistrado del que EE UU se pueda sentir orgulloso", y pidi¨® "un proceso digno" en el que haya imparcialidad y justicia en el tratamiento, el debate y la votaci¨®n del nominado. Mensaje di¨¢fano; s¨®lo le falt¨® decir: "...y no como el que est¨¢ teniendo Bolton". En representaci¨®n de los temores dem¨®cratas, el senador Tedd Kenendy dijo: "Si el presidente abusa de su poder y nombra a alguien que amenace con disminuir los derechos y libertades de los estadounidenses, nos opondremos".
O'Connor, que dej¨® ayer una oleada de elogios desde todas las posiciones pol¨ªticas, no dio las razones de su dimisi¨®n, pero se sabe que quiere atender a su marido, enfermo de Alzheimer. Cuando fue confirmada en 1981 -por unanimidad- dijo que le gustar¨ªa esta leyenda en su tumba: "Aqu¨ª yace una buena juez".
Sus decisiones trataron de encontrar un punto medio: fue partidaria de introducir leves modificaciones al derecho al aborto, pero defendi¨® con firmeza Roe vs. Wade, la sentencia que lo legaliz¨® en 1973; no le gusta que se extienda la discriminaci¨®n positiva, pero ha defendido que se aplique "para garantizar la participaci¨®n de todos los grupos ¨¦tnicos en la vida del pa¨ªs"; admiti¨® el derecho del Gobierno a adoptar pol¨ªticas antiterroristas despu¨¦s del 11-S, pero vot¨® con la mayor¨ªa que hace un a?o oblig¨® a que los detenidos de Guant¨¢namo accedan a los tribunales estadounidenses; ha sostenido la separaci¨®n entre Iglesia y Estado, pero vot¨® a favor de canalizar fondos p¨²blicos a trav¨¦s de grupos religiosos. En el fallo de 2000 que le dio la presidencia a Bush al interrumpir el recuento en Florida, O'Connor vot¨® con la mayor¨ªa.
Entre los nombres que circulan como posibles sustitutos se encuentran varios jueces conservadores. Alberto Gonzales, desde hace seis meses responsable de Justicia, es otro de los candidatos -ser¨ªa el primer magistrado hispano- pero hay liberales que no le perdonan su desprecio por la Convenci¨®n de Ginebra sobre el trato a los prisioneros de guerra.
El Supremo funciona como ¨®rgano constitucional. Sus nueve miembros son propuestos por el presidente y confirmados por el Senado, pero el puesto es vitalicio. El tribunal tiene ahora un tr¨ªo muy conservador -el presidente, William Rehnquist; Antonin Scalia, mencionado como su posible sustituto, y Clarence Thomas- y un cuarteto liberal: Paul Stevens, David Souter, Ruth Bader Ginsburg y Stephen Breyer. En medio, los dos conservadores moderados: Anthony Kennedy y O'Connor.
El garaje de Mark Felt
El garaje en el que Garganta Profunda -conocido desde hace un mes como Mark Felt, ex n¨²mero dos del FBI- filtraba pistas para la investigaci¨®n de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el caso Watergate existe, y est¨¢ cerca de la Casa Blanca, al otro lado del r¨ªo Potomac. Es uno de los datos que aparecen en el libro que Woodward publicar¨¢ la pr¨®xima semana y del que The Washington Post avanza fragmentos.
La identidad de Felt, se dice, qued¨® casi al descubierto en 1976, cuando un fiscal le pregunt¨® a bocajarro -ante un gran jurado en el que se examinaba un caso que no ten¨ªa nada que ver con Watergate- si hab¨ªa sido Garganta Profunda: "No", respondi¨® Felt, pero su rostro qued¨® tan alterado que el fiscal pens¨® que ment¨ªa. Le dijo que estaba bajo juramento y que si quer¨ªa que retirara la pregunta por ser irrelevante para el caso, y as¨ª ocurri¨®. El fiscal dijo a Woodward que estaba seguro de que era Garganta Profunda, pero que se lo reservar¨ªa.
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