Condenados a la indiferencia
Las poblaciones de Etiop¨ªa y Sud¨¢n mueren cada d¨ªa en el silencio sin recibir ninguna asistencia m¨¦dica
Decenas de enfermos, la mayor¨ªa en avanzado estado de desnutrici¨®n, se api?an en dos barracones del centro de salud de Addis Zemen, un peque?o poblado del norte de Etiop¨ªa. Se han levantado cinco tiendas para hacer frente a la avalancha de pacientes. En total, son m¨¢s de cien en un centro previsto para unas 10 personas. En el recinto se observan los mismos cuerpos descarnados, los mismos ojos cavernosos. No se oye ni un ruido, ni una queja. Todos sufren del mismo mal: el kala azar. Para buena parte del mundo esa enfermedad infecciosa, que se transmite por la picadura de t¨¢banos, ha sido relegada al caj¨®n del olvido. Para los que la padecen y no reciben tratamiento significa una muerte asegurada en el plazo de un a?o.
En Addis Zemen, m¨¢s de cien personas acuden a un centro m¨¦dico previsto para 10
Los pacientes de Addis Zemen, sin embargo, han tenido suerte. Muchos de sus parientes, vecinos o amigos del cercano municipio de Bura, al noroeste del pa¨ªs, nunca llegaron a recibir un tratamiento. Desde el pasado oto?o, cientos de ellos han muerto en silencio. En el peor momento, llegaron a morir dos o tres personas cada d¨ªa, explica Tareka Adune, el l¨ªder de esa comunidad de unos 6.000 habitantes. Pasaron m¨¢s de seis meses hasta que un equipo de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) pudiera, a principios de mayo, improvisar un centro de tratamiento en Addis Zemen.
"Cuando llegamos, lo que hab¨ªa era resignaci¨®n, la ¨²nica esperanza de cura que les quedaba era acudir al l¨ªder ortodoxo y su agua bendita", explica Fernando Parre?o, m¨¦dico de MSF. Sin embargo, el kala azar no deber¨ªa ser una fatalidad. No es un mal desconocido o incurable. Para la cepa presente en Bura existe un tratamiento relativamente sencillo. El drama de la gente de ese municipio y de otros muchos lugares de Etiop¨ªa es que carecen de la asistencia sanitaria m¨¢s b¨¢sica. En el distrito de Foguera, donde trabaja MSF, para una poblaci¨®n de cerca de 250.000 habitantes, s¨®lo existe un centro de salud, que puede acoger a unos 20 pacientes, y una decena de puestos de salud que se limitan a las consultas m¨¢s b¨¢sicas. En la temporada de lluvias, de junio a septiembre, estos puestos quedan generalmente incomunicados. Es durante esta temporada cuando se producen los picos de malaria, una de las principales causas de muerte en el pa¨ªs. Muchas veces, los puestos se quedan sin medicina y los pacientes se mueren porque no reciben atenci¨®n m¨¦dica.
Con 75 millones de habitantes, Etiop¨ªa es el segundo pa¨ªs m¨¢s poblado de ?frica, pero desde hace d¨¦cadas se mantiene entre los m¨¢s pobres del continente. El contraste entre la capital, Addis Abeba, y el campo es abismal. Para los est¨¢ndares africanos, Addis Abeba parece mod¨¦lica. Su nuevo aeropuerto internacional no tiene nada que envidiar a cualquier aeropuerto occidental. Pero adentrarse en las zonas rurales, donde vive el 85% de la poblaci¨®n, es como pisar otro pa¨ªs. Los hombres siguen trabajando la tierra como en tiempos b¨ªblicos y su supervivencia depende en exclusiva de los caprichos del clima. Esta poblaci¨®n parece haberse quedado definitivamente atr¨¢s, olvidada, expuesta a la pr¨®xima epidemia de kala azar, la pr¨®xima sequ¨ªa, la pr¨®xima hambruna.
En contraste con Etiop¨ªa, Sud¨¢n ha recibido en el ¨²ltimo a?o una atenci¨®n especial por parte de Gobiernos y medios occidentales. El conflicto en la regi¨®n occidental de Darfur entre rebeldes, Gobierno y paramilitares llen¨® miles de portadas, y numerosos pol¨ªticos se desplazaron a la regi¨®n para llamar la atenci¨®n sobre la dram¨¢tica situaci¨®n de los desplazados, lo que ha conducido a una de las mayores operaciones humanitarias que se recuerdan. Un a?o despu¨¦s, Darfur est¨¢ otra vez sumergido en la indiferencia. Sobre el terreno, los m¨¢s de dos millones de desplazados siguen viviendo en condiciones extremadamente precarias.
Al ver los aeropuertos de Jartum y de Nyala, la capital de Darfur del Sur, uno podr¨ªa pensar que la compa?¨ªa nacional de aviaci¨®n sudanesa se llama UN (siglas de Naciones Unidas en ingl¨¦s). Ese enorme despliegue humanitario podr¨ªa hacer pensar que la crisis ya es cosa del pasado. Pero la impresi¨®n es enga?osa. El conflicto est¨¢ lejos de haberse solucionado. Las conversaciones de paz est¨¢n bloqueadas y la presencia de los soldados de la Uni¨®n Africana no parece tener efecto sobre las partes, que violan el alto el fuego. La poblaci¨®n que ha permanecido en las zonas rurales queda aislada en sus enclaves, muchas veces sin acceso a la atenci¨®n sanitaria.
Las operaciones humanitarias que deb¨ªan ser de emergencia se han convertido en permanentes. De los m¨¢s de dos millones de desplazados, casi ninguno ha podido regresar a su casa. Todos siguen malviviendo, api?ados en campos en medio del desierto. Algunos de estos asentamientos acogen hasta 150.000 personas. Las organizaciones humanitarias intentan mejorar las condiciones sanitarias cr¨ªticas de estos campos y evitar epidemias; la inmensa poblaci¨®n desplazada depende en exclusiva de la ayuda externa para su alimentaci¨®n. Un a?o despu¨¦s, todo sigue igual en Darfur. Y en el horizonte no se vislumbra ninguna salida.
Alo?s Hug es responsable de prensa de la Unidad de Emergencias de MSF.
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