Fox y Putin
En otra m¨¢s de sus err¨¢ticas y vergonzosas declaraciones p¨²blicas, en esta ocasi¨®n mientras visitaba Ucrania -of all places-, el presidente mexicano, Vicente Fox, afirm¨® que se identificaba profundamente con Vlad¨ªmir Putin, su hom¨®logo ruso. Y, para justificar este descarado intento de congraciarse con su colega, sostuvo que ambos eran l¨ªderes que no s¨®lo realizaban promesas, sino que en verdad las cumpl¨ªan.
Como casi todo lo que dice a ¨²ltimas fechas, esta afirmaci¨®n de Fox es falsa. S¨®lo que en esta ocasi¨®n los mexicanos debemos celebrar que as¨ª sea: desde que tom¨® el poder de manos de Bor¨ªs Yeltsin, Putin, un oscuro coronel del KGB, se convirti¨® en un pol¨ªtico astuto y taimado, implacable y autoritario, sagaz e inexpresivo. Ni una sola de estas caracter¨ªsticas se aplica a Vicente Fox, quien durante cinco a?os ha recorrido el camino inverso: de ser un emprendedor y carism¨¢tico candidato presidencial se ha transformado en uno de los gobernantes m¨¢s ap¨¢ticos, d¨¦biles y grises de la historia mexicana reciente. Lo cual no constituye por fuerza una desventaja, pues en el fondo quiz¨¢s resulte menos grave contar con un hombre incapaz en el poder, como sucede en M¨¦xico, que con un dirigente brillante pero autoritario, decidido a restaurar la antigua oligocracia sovi¨¦tica, como ocurre en Rusia.
A lo largo de los ¨²ltimos a?os, Putin ha hecho hasta lo imposible para revertir las libertades pol¨ªticas conquistadas por su pueblo desde la ¨¦poca de Mija¨ªl Gorbachov. La periodista Anna Polit¨®vskaia ha documentado las infinitas violaciones de derechos humanos en Chechenia, y en los ¨²ltimos a?os Putin se ha empe?ado en limitar los derechos individuales y en bloquear la reciente democratizaci¨®n del pa¨ªs, ampar¨¢ndose en la "guerra contra el terrorismo" auspiciada por George W. Bush.
M¨¢s all¨¢ de su incapacidad para reformar el sistema pol¨ªtico mexicano, al menos Fox jam¨¢s ha atentado contra los valores democr¨¢ticos, y cuando ha estado cerca de hacerlo, como en el caso del desafuero del jefe de Gobierno de la ciudad de M¨¦xico, la presi¨®n social lo ha obligado a retroceder. Algo semejante ser¨ªa imposible en Rusia: la mano dura que Putin ha demostrado frente a los terroristas chechenos -en algunos casos a costa de las vidas de cientos de inocentes- es prueba suficiente de que ¨¦l jam¨¢s se doblegar¨ªa ante la presi¨®n social. No hay que equivocarse: M¨¦xico es una democracia incipiente, agobiada por decenas de lastres -en especial la torpeza, la ambici¨®n o la corrupci¨®n de la mayor parte de sus actores pol¨ªticos-, pero se halla muy lejos del despotismo de Putin.
Una vez aclarado este punto, vale la pena a?adir que entre M¨¦xico y Rusia s¨ª existen similitudes notables. El desmantelamiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica coincidi¨® temporalmente con la debacle del PRI: mientras Gorbachov pon¨ªa en marcha la perestroika y la gl¨¢snost -la "transformaci¨®n" y la "transparencia"-, M¨¦xico viv¨ªa las fraudulentas elecciones de 1988, y cuando Gorbachov intentaba reactivar la maltrecha econom¨ªa sovi¨¦tica, Carlos Salinas de Gortari hac¨ªa lo propio con la mexicana. Se trataba de dos pa¨ªses que durante casi todo el siglo XX hab¨ªan estado dominados por dos tipos de autoritarismo, encabezados por el Partido Comunista y el Partido Revolucionario Institucional, que entonces viv¨ªan -sin saberlo- sus ¨²ltimos d¨ªas.
Desde fines de la d¨¦cada de los ochenta era evidente que tanto M¨¦xico como la Uni¨®n Sovi¨¦tica necesitaban reformar sus estructuras. Para lograrlo, Gorbachov y Salinas tomaron caminos opuestos: mientras el primero privilegi¨® la apertura pol¨ªtica sobre la econ¨®mica -acaso a su pesar-, el segundo hizo lo contrario. En ambos casos los resultados fueron catastr¨®ficos: tras unos a?os de euforia libertaria, la Uni¨®n Sovi¨¦tica se disolvi¨® a causa del fallido intento de golpe de Estado de agosto de 1991, mientras que poco despu¨¦s, en 1994, M¨¦xico experiment¨® el nacimiento del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional, el asesinato del candidato del PRI a la presidencia y el fin del sue?o salinista de convertir al pa¨ªs en una naci¨®n rica y desarrollada.
No obstante, la mayor similitud entre M¨¦xico y Rusia se halla en la manera en que sus gobernantes -Bor¨ªs Yeltsin y Carlos Salinas- se empe?aron en abrir sus respectivas econom¨ªas al capitalismo global. Siguiendo las directrices del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, ambos pa¨ªses desmantelaron sus obsoletas industrias estatales, y en el proceso fueron v¨ªctimas de severas crisis econ¨®micas. En M¨¦xico en 1994, y en Rusia en 1992 y otra vez en 1998, el nivel de vida de sus habitantes disminuy¨® dr¨¢sticamente, y las severas terapias de choque dictadas por las instituciones internacionales terminaron por empobrecer a sus ciudadanos todav¨ªa m¨¢s.
Mientras tanto, en los dos pa¨ªses surg¨ªa una nueva clase empresarial en directa complicidad con el poder pol¨ªtico. A la sombra de Yeltsin se forjaron las gigantescas fortunas de los oligarcas rusos (Jodorkovski, Potanin, Berezovski, Guzinski), mientras que a la de Salinas prosperaban los nuevos empresarios mexicanos (Slim, Salinas Pliego). En ambos casos, la ausencia de leyes estrictas -sobre todo en el caso ruso- y la complicidad entre los intereses pol¨ªticos y econ¨®micos provocaron que las grandes empresas estatales quedaran en manos de un reducido grupo de favoritos. Baste citar dos ejemplos: Vlad¨ªmir Potanin, quien fungi¨® como encargado de la privatizaci¨®n en el Gobierno de Yeltsin, se convirti¨® luego en el comprador de Nor¨ªlsk Nikel, la mayor productora de este metal en el mundo, mientras que Ricardo Salinas Pliego pudo adquirir la televisora estatal Imevisi¨®n -ahora llamada TV Azteca- gracias a un "generoso pr¨¦stamo" de Ra¨²l Salinas de Gortari, el hermano del presidente.
Como puede verse, tanto M¨¦xico como Rusia han sufrido problemas paralelos en su camino hacia la democracia y el crecimiento. Sin embargo, la mayor diferencia entre Putin y Fox radica en su relaci¨®n con los grandes empresarios surgidos de las privatizaciones de los noventa: mientras el l¨ªder ruso no se tent¨® el coraz¨®n para enjuiciar y encarcelar a Mija¨ªl Jodorkovski, due?o de la petrolera Yukos, cuando ¨¦ste intent¨® opon¨¦rsele, Fox ha preferido desentenderse de las amenazas de Ricardo Salinas Pliego, olvid¨¢ndose de las irregularidades cometidas por ¨¦ste. Lo anterior no quiere decir, por supuesto, que Putin sea un ejemplo a seguir: su acci¨®n ha sido producto de la venganza y no un ejemplo de probidad o de justicia -el Gobierno ruso tolera la corrupci¨®n siempre y cuando no ponga en peligro su hegemon¨ªa-, pero s¨ª demuestra que en ambas naciones el imperio de la ley dista mucho de ser una realidad cotidiana.
Pese a que en el balance entre Putin y Fox los mexicanos salimos ganando, no debemos congratularnos con la pasividad de nuestro presidente: aunque no podamos reprocharle a Fox su autoritarismo, s¨ª podemos lamentar que haya desperdiciado la oportunidad hist¨®rica alcanzada en el a?o 2000 de convertir a M¨¦xico no s¨®lo en una democracia electoral, sino en una sociedad m¨¢s equilibrada y m¨¢s justa.
Jorge Volpi es escritor mexicano.
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