La sed de petr¨®leo de EE UU
Estados Unidos consume la cuarta parte del petr¨®leo del mundo, frente al 8% que consume China. Incluso con el elevado crecimiento que se prev¨¦ que experimentar¨¢ China en los pr¨®ximos a?os, el mundo no se va a quedar sin petr¨®leo de un d¨ªa para otro. Se ha demostrado que existen reservas de m¨¢s de un bill¨®n de barriles, y es probable que se encuentren m¨¢s. Pero dos tercios de las reservas probadas se encuentran en el golfo P¨¦rsico, y por consiguiente, son propensas a las alteraciones. En el pasado, el aumento de los precios tuvo fuertes repercusiones en el consumo de petr¨®leo estadounidense. Desde los m¨¢ximos alcanzados en la d¨¦cada de 1970, el consumo de petr¨®leo estadounidense por d¨®lar de PIB se ha reducido a la mitad, algo que refleja tambi¨¦n el cambio econ¨®mico general de la fabricaci¨®n industrial a una producci¨®n con un uso menos intensivo de la energ¨ªa. Al fin y al cabo, el crear un programa inform¨¢tico requiere mucha menos energ¨ªa que producir una tonelada de acero.
A comienzos de la d¨¦cada de 1980, los costes de la energ¨ªa representaban el 14% de la econom¨ªa estadounidense. Actualmente, representan el 7%. Despu¨¦s de tener en cuenta la inflaci¨®n, los precios del petr¨®leo tendr¨ªan que subir a 80 d¨®lares por barril para alcanzar el nivel registrado en marzo de 1981. De acuerdo con el Gobierno estadounidense, si no se producen interrupciones del suministro y la econom¨ªa estadounidense crece a un ritmo anual del 3%, el precio del barril de petr¨®leo descender¨¢ a 25 d¨®lares (en d¨®lares de 2003) en 2010 y despu¨¦s aumentar¨¢ a 30 d¨®lares en 2025. El uso intensivo de energ¨ªa de la econom¨ªa seguir¨¢ descendiendo a un ritmo medio anual del 1,6%, porque las mejoras en el ahorro y los cambios estructurales compensar¨¢n parte del crecimiento general de la demanda. No obstante, la dependencia del petr¨®leo aumentar¨¢ a un ritmo anual del 1,5%, desde los 20 millones de barriles diarios en 2003 a 27,9 millones en 2025.
El sistema pol¨ªtico estadounidense tiene dificultades para ponerse de acuerdo sobre una pol¨ªtica energ¨¦tica coherente. Pero puede que a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada la pol¨ªtica energ¨¦tica estadounidense vaya cambiando gradualmente. Algunos observadores detectan una nueva coalici¨®n "geoverde" entre los halcones de la pol¨ªtica exterior conservadores, a quienes preocupa la dependencia que Estados Unidos tiene del petr¨®leo del golfo P¨¦rsico, y los ecologistas liberales. En opini¨®n de los halcones, el verdadero problema energ¨¦tico no es la falta de reservas de petr¨®leo, sino el hecho de que est¨¢n concentradas en un ¨¢rea vulnerable. La respuesta es reducir la sed de petr¨®leo estadounidense en lugar de aumentar las importaciones. Los verdes sostienen que aunque las reservas de energ¨ªa sean abundantes, la capacidad del medio ambiente para soportar los niveles de consumo actuales es limitada. La media de la gama de supuestos considerados por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Clim¨¢tico prev¨¦ que en 2100 las concentraciones atmosf¨¦ricas de CO2 pr¨¢cticamente triplicar¨¢n su nivel preindustrial. Mientras el Gobierno de Bush mantiene su escepticismo respecto a la ciencia que respalda dichas proyecciones, algunos gobiernos estatales y locales est¨¢n promulgando medidas para reducir las emisiones de CO2. Y lo que es m¨¢s importante, empresas como General Electric est¨¢n estableciendo objetivos verdes que superan con creces las normativas de la Administraci¨®n.
Un informe emitido recientemente por la Comisi¨®n Nacional sobre Pol¨ªtica Energ¨¦tica, cuyos miembros est¨¢n nombrados por ambos partidos, ejemplifica la nueva coalici¨®n. Si bien el presidente Bush sostiene que los avances tecnol¨®gicos en los combustibles del hidr¨®geno y las pilas de combustible reducir¨¢n las importaciones de petr¨®leo a largo plazo, dichas medidas exigen importantes cambios en la infraestructura de transportes que necesitar¨¢n a?os para completarse. La comisi¨®n sugiere pol¨ªticas que se podr¨ªan aplicar antes. Por ejemplo, en una reciente declaraci¨®n ante el Congreso, James Woolsey, miembro de la comisi¨®n y ex director de la CIA, inst¨® a usar veh¨ªculos h¨ªbridos de gasolina/electricidad que puedan cargar la bater¨ªa por la noche con electricidad barata en horas de bajo consumo; a fabricar etanol que ahorre energ¨ªa a partir de celulosa, y un aumento de cuatro kil¨®metros por litro en las normas de ahorro de combustible. Sostuvo que este programa pod¨ªa reducir significativamente el consumo de combustible en cuesti¨®n de a?os en lugar de d¨¦cadas. Tambi¨¦n evitar¨ªa la necesidad de establecer aumentos dr¨¢sticos en los impuestos sobre la gasolina o el carb¨®n, que son generalmente aceptados en Jap¨®n y Europa, pero que para los pol¨ªticos estadounidenses siguen siendo el beso de la muerte.
Pero es improbable que las pol¨ªticas gubernamentales de Estados Unidos cambien significativamente el consumo de energ¨ªa de sus habitantes en los pr¨®ximos a?os. Aunque un nuevo Gobierno promulgara nuevas pol¨ªticas despu¨¦s de que Bush deje el cargo en 2008, tendr¨ªa que transcurrir un tiempo antes de que se notara su efecto en el consumo real. En los pr¨®ximos a?os, es probable que las fuerzas del mercado sean m¨¢s importantes que las pol¨ªticas oficiales a la hora de influir en los patrones de consumo. Pero en la pr¨®xima d¨¦cada, la combinaci¨®n de mercados y pol¨ªticas podr¨ªa suponer una gran diferencia. Por ejemplo, entre 1978 y 1987, las normativas gubernamentales obtuvieron una mejora del 40% en el ahorro de combustible de los coches fabricados en Estados Unidos. En un mundo sin sorpresas, es probable que el Gobierno de Bush tuviera raz¨®n al decir que el consumo estadounidense de petr¨®leo aumentar¨¢ un 1,5% anual en las pr¨®ximas dos d¨¦cadas. Pero las alteraciones pol¨ªticas en el golfo P¨¦rsico o un nuevo atentado terrorista en Estados Unidos har¨ªan subir r¨¢pidamente los precios del petr¨®leo, y el clima pol¨ªtico en Estados Unidos tambi¨¦n podr¨ªa cambiar r¨¢pidamente. La probabilidad de dichos acontecimientos no es despreciable. La independencia energ¨¦tica tal vez sea imposible para un pa¨ªs que consume una cuarta parte del petr¨®leo del mundo pero s¨®lo tiene el 3% de sus reservas. Aun as¨ª, no se descarta que a la larga las necesidades estadounidenses de petr¨®leo experimenten un importante descenso.
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