El 'yanqui' pobre pero feliz
El estadounidense Chris Horner, 'Chiquito', vendi¨® su casa para correr la carrera francesa
En el village reparten ostras. Hace sol y es domingo. La gente de Challans, disfruta del Tour. Sonrien. Son felices como nadie. ?C¨®mo nadie? ?No! Por la puerta del autocar de Saunier Duval asoma un tipo muy blanco con la cabeza rapada. Va vestido de ciclista y coge una bici. Durante un ratito, se pelea con el puls¨®metro y tan pronto consigue ponerlo en funcionamiento, su risa lo inunda todo. No, no puede haber nadie m¨¢s feliz que ¨¦l. "Es la felicidad en persona" confirma Virginie Geinoz, relaciones p¨²blicas del equipo espa?ol m¨¢s pobre de la carrera. "Es un t¨ªo con huevos que ama el ciclismo", tercia Matxin, el director del equipo.
Christopher Horner puede que sea un yanqui pobre, comparando su sueldo con el de sus compatriotas en el Tour, pero no hay duda: es el m¨¢s feliz. Nacido el 23 de octubre de 1971 en la base ¨¢rea de los Estados Unidos en Ukenewe, Jap¨®n, a Horner se le conoce en el Saunier Duval como Chiquito. Seg¨²n G¨®mez Marchante, tiene explicaci¨®n: "Se rompi¨® la cadera. Volvi¨® y como le dol¨ªa, cojeaba. Caminaba como Chiquito de la Calzada. Nos mor¨ªamos de risa. Desde entonces, es Chiqui". Tiene al grupo metido en el bolsillo. "Contagia su buen humor", asegura Cristian Alonso, mec¨¢nico del equipo.
A Horner le importa poco el mote. No le importa nada. Est¨¢ corriendo el Tour: "?La felicidad!". Profesional desde 1995, tras competir en carreras de monta?a hasta los 18 a?os -"nunca gan¨¦ nada"-, Horner, el yanqui pobre pero feliz, es una estrella en su pa¨ªs, donde acumula m¨¢s de 44 triunfos. "All¨ª es famoso y necesit¨¢bamos sustituir a Scott por otro norteamericano, cuesti¨®n de sponsor", explica Matxin. Una llamada a su amigo Imanol Aiestaran, que reanud¨® su carrera el a?o pasado y coincidi¨® en el Webcor con el americano, bast¨®: "Es un fen¨®meno, me dijo".
Chris, que cuando no corre se pasa las 24 horas del d¨ªa "escuchando m¨²sica", baj¨® el volumen de su equipo para recibir la llamada de Matxin en mayo del 2004. Al saber que pod¨ªa correr el Tour, sac¨® la calculadora. La oferta era pobre, y separado y con tres hijos, los n¨²meros no cuadraban. As¨ª que vendi¨® su casa de California y subast¨® por Internet todos los trofeos, maillots y bicicletas. Lo vendi¨® todo para correr el Tour. "Ahora no tengo d¨®nde vivir, pero me da igual. Si no renuevo, me ir¨¦ a vivir a casa de mi madre". Y Chiquito, el yanqui pobre, se r¨ªe feliz.
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