Triunfo del m¨¢s moderno
El belga Boonen se impone al 'sprint' en una etapa en la que Voeckler gan¨® a Ca?ada un duelo privado
Dec¨ªa Iban Mayo que en el Tour se pueden encontrar muchas cosas; que no s¨®lo la victoria final o el podio dan la felicidad. Dec¨ªa que se pueden ganar etapas, ganar maillots de colores variados, sentirse protagonista, pasar el primero por el Galibier, salir en una foto junto a Armstrong o delante de Armstrong... El que no se conforma es porque no quiere, ven¨ªa a decir Mayo, que espera su momento. Dentro de la l¨®gica infernal del Tour, hay premios para todos, peque?os tornillos de una maquinaria implacable.
A Thomas Voeckler, un alsaciano crecido en Martinica y radicado en La Vend¨¦e, la regi¨®n en la que el Tour ha comenzado, todas las peque?as delicias reveladas por Mayo le parecen tan apetitosas que incluso se conforma con menos. Con ganar un sprint en una cota de cuarta cerca de su pueblo, por ejemplo. Lo hizo ayer, a costa del bravo aragon¨¦s David Ca?ada, y lo celebr¨® como si hubiera ganado el Tour por lo menos.
El Tour corre por La Vend¨¦e, campos llanos, m¨ªnimas colinas, viento costero, y La Vend¨¦e es territorio Bernaudeau, un buen ciclista, muy moreno, en los a?os setenta y ochenta y que, cuando se retir¨®, mont¨® un bar llamado Stelvio en Les Essarts, el pueblo en el que termin¨® ayer la etapa.
El Stelvio se convirti¨® poco m¨¢s tarde en el centro de la actividad ciclista de la regi¨®n, el lugar en el que naci¨® el Vend¨¦e U, un equipo amateur que, con los a?os, se convirti¨® en el actual equipo profesional Bouygues Telecom, el orgullo de Bernaudeau.
El a?o pasado, su Tour fue fant¨¢stico gracias a Voeckler, alegre, combativo, que, gracias a una fuga, estuvo diez d¨ªas de amarillo. As¨ª que a nadie le extra?¨® que ayer, d¨ªa en el que la l¨®gica hablaba de fuga tempranera, control inicial discreto del CSC, el conjunto del l¨ªder, y final f¨¦rreo de los cuadros con sprinters, Voeckler contribuyera a la l¨®gica tremenda infiltr¨¢ndose en la escapada.
Para su desgracia, el intento, compartido con Ca?ada, su compatriota Calzati y el h¨²ngaro Bodrogi, nunca alcanz¨® m¨¢s de 4m 15s de ventaja, por lo que, uno, nunca estuvo en disposici¨®n de pensar que aquello pod¨ªa culminar y, dos, si culminaba, no le reportar¨ªa el amarillo como en 2004. As¨ª que, seg¨²n pasaban los kil¨®metros, fue revisando sus objetivos a la baja y, cuando ya le llegaban a los tobillos pr¨¢cticamente, una salvadora cota de cuarta se dibuj¨® en el horizonte. Era el primer paso puntuable del Tour, con lo que el premio llevaba emparejado vestir al menos por un d¨ªa el jersey de lunares rojos. A por ella. Pero con la misma idea pedaleaba a su lado Ca?ada.
Ca?ada es un zaragozano de 30 a?os que hace cinco so?aba con ser algo grande y al que el Tour nunca ha querido. En la contrarreloj por equipos que gan¨® el ONCE se visti¨® con el maillot blanco al tiempo que su compa?ero Jalabert se vest¨ªa de amarillo, pero dos d¨ªas despu¨¦s les sorprendi¨® un ataque cuando se hab¨ªan detenido para hacer sus necesidades. El director, Manolo Saiz, airado, decidi¨® dejar hacer, no defender ninguno de los maillots de sus corredores. Aquel d¨ªa Jalabert decidi¨® dejar el ONCE, pero a Ca?ada le esperaba otro calvario.
Unos d¨ªas m¨¢s tarde, andando bien colocado en una etapa de monta?a, pinch¨®. Como sus ruedas eran de un di¨¢metro diferente a las que llevaba el equipo en el coche, tuvo que esperar sentado en la cuneta casi media hora.
All¨ª se acabaron sus grandes ilusiones. No las peque?as, como ¨¦sa de ganar una cota de cuarta y vestirse de lunares aunque fuera un d¨ªa. Todo eso lo cont¨® ayer Ca?ada cuando explicaba por qu¨¦ no hab¨ªa podido ganar en ella.
Por eso, en cuanto se empin¨® la carretera, cr¨¦dulo, se dej¨® caer al ¨²ltimo puesto del grupo, tens¨® el cuerpo, suspendi¨® el culo en el aire y, decidido, se fue a sprintar. El sprint de su vida, por lo menos. Pero Voeckler, detr¨¢s, controlaba. Fr¨ªo, dej¨® que Calzati se vaciara en persecuci¨®n de Ca?ada para luego saltar y batir f¨¢cilmente al espa?ol. "Me equivoqu¨¦. Salt¨¦ demasiado lejos", reconoci¨® Ca?ada; "adem¨¢s, yo no lo sab¨ªa, pero me lo dijo enseguida Voeckler. '?Ad¨®nde ibas David, que esto est¨¢ en mi pueblo y lo conozco como la palma de mi mano?".
Los peque?os tornillos sujetan a la gran maquinaria, al armaz¨®n de la etapa de ayer, la temida etapa de las 57 rotondas -r¨¦cord de etapa corrida en Francia- y el amago del viento. Hubo las correspondientes ca¨ªdas -en una se fue al suelo el m¨¢s alto del pelot¨®n, Van Summeren, un belga de casi dos metros, y en otra, ya en el sprint, el m¨¢s bajo, Dumoulin, que no llega a 1,60, pero fastidi¨® a la esperanza espa?ola, Isaac G¨¢lvez, que se qued¨® cortado- y la prevista llegada al sprint, ganada por el previsto Tom Boonen, el m¨¢s fuerte, el m¨¢s moderno del pelot¨®n, un belga que, de paso, se llev¨® un so?ado maillot verde. En el sprint entr¨® Flecha, otro de los que aprietan los dientes, que se va a ir al Rabobank con Freire, Horrillo y Menchov.
A Armstrong, pese a que apareci¨® el calor que tanto teme, no le pas¨® nada, pero sigue el segundo, a dos segundos del l¨ªder, su compatriota David Zabriskie, un norteamericano con apellido de disco de Pink Floyd y que pasa por sarc¨¢stico y raro. Entre otras cosas, le echa ketchup a todo, hasta a los cruasanes que luego moja en el caf¨¦ con leche.
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