Extremando a H?ndel
David McVicar, que no es ni Calixto Bieito ni sir Peter Hall, ha planteado su Julio C¨¦sar de Glyndebourne como una interesante suma de contrarios o como el contraste de dos puntos de vista radicalmente opuestos que, para ¨¦l, representa, me da la sensaci¨®n, la ¨²nica v¨ªa para que el p¨²blico de hoy no abandone la sala en mitad de una ¨®pera de H?ndel que dura casi cuatro horas y que puede escucharse en los discos por menos dinero y con las pausas que uno quiera. Los dos elementos son lo c¨®mico y lo tr¨¢gico en una expresi¨®n que alcanza su apariencia m¨¢s extrema en una Cleopatra un poquito cabaretera y en la crueldad con la que Tolomeo trata a Cornelia y a Sesto, y ¨¦stos a aqu¨¦l cuando les toca. Hay alg¨²n absurdo corregible, como esa m¨¢quina de escribir que se escucha tontamente en la primera escena y otros menos comprensibles como la resurrecci¨®n final de Tolomeo y Achillas.
Festival de Glyndebourne
Julio C¨¦sar, de H?ndel. Sarah Connolly (Julio C¨¦sar), Danielle de Niese (Cleopatra), Patricia Bardon (Cornelia), Angelika Kirchslager (Sesto), Christophe Dumaux (Tolomeo), Rachid Ben Abdeslam (Nireno), Christopher Maltman (Achilla). Direcci¨®n de escena: David McVicar. Direcci¨®n musical: William Christie. Glyndebourne, 3 de julio.
No volcar las cosas del lado de la tragedia favorec¨ªa a las voces menos poderosas del elenco, sobre algunas de las cuales reca¨ªa, adem¨¢s, la responsabilidad de algunos de los mejores momentos de la ¨®pera. As¨ª, Danielle de Niese -que s¨®lo tiene 25 abriles- hizo una Cleopatra de peque?o formato, que se defendi¨® pizpireta en todo momento, pero a la que super¨® el culminante Pianger¨° la sorte mia. Sarah Connolly fue un Julio C¨¦sar igualmente terciadito, aunque, eso s¨ª, con impecable estilo y una suerte de atractiva fragilidad heroica -?qu¨¦ pensar¨ªa Dame Janet Baker, que ha sido la mejor en ese papel, y estaba entre el p¨²blico?-. Lo mejor vino del otro extremo, de los sufrientes, de los que lloran la muerte del marido y padre pero se vengar¨¢n cruelmente de sus asesinos. Patricia Bardon fue la m¨¢s h?ndeliana del reparto, en una Cornelia cre¨ªble por noble, tal vez tambi¨¦n porque McVicar se dio cuenta de que con ese personaje no valen bromas. Angela Kirchslager fue un Sesto impecable. Los dos contratenores -Dumaux y Abdeslam- sirvieron al punto histri¨®nico que les ped¨ªa el director de escena encantados de la vida, pues son buenos actores aunque algo blanditos de voz. Christopher Maltman fue de nuevo ese cantante que garantiza todo lo que toca.
Y ahora, se?oras y se?ores, descubr¨¢monos todos ante William Christie, cuyo trabajo en el foso con la Orquesta del Siglo de las Luces -qu¨¦ tiorba la de Elizabeth Kenny- fue simplemente fabuloso. No creo que quepa hacer un H?ndel m¨¢s inteligente, echarle m¨¢s imaginaci¨®n, mostrar las evidencias de una m¨²sica genial de manera semejante. Hubo muchos momentos para no olvidar, pero quiz¨¢ lo m¨¢s grande fuera el acompa?amiento a la Connolly en el aria Dall'ondoso periglio, pura brisa marina, sabor a sal. Para Christie fueron las mayores ovaciones de un p¨²blico que, cosa rara en Glyndebourne, no se vino abajo despu¨¦s de la merienda y al que le costaba salir del precioso teatro de East Sussex.
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