'Un d¨ªa en las carreras'
EL PA?S presenta ma?ana, por 8,95 euros, una genial comedia de los hermanos Marx
Ya no s¨¦ si a¨²n queda algo por decir del humor de los hermanos Marx. Cuando los descubr¨ª, hace cuarenta a?os, domingo m¨¢s o menos, sus pel¨ªculas se proyectaban en modestos programas dobles de cines suburbiales y algo despu¨¦s reaparecieron en el horario infantil de TVE. Me bast¨® ver la primera de ellas -la del Oeste- para convertirles en ¨ªdolos obligatorios de mi variopinto santuario personal, junto a Boris Karloff o Peter Cushing y lejos de Antonioni. A¨²n faltaba tiempo para que el entusiasmo itinerante de los especialistas m¨¢s empingorotados acabase por consagrarles como fil¨®sofos de nuestro absurdo vital, cr¨ªticos clarividentes de nuestra modernidad mal cosida, psicoanalistas asilvestrados de los complejos colectivos que nos roen... Llegaron a estar tan encumbrados por los pedantes que re¨ªrse con ellos casi parec¨ªa una falta de respeto. Yo los ve¨ªa como a esos amigos golfos con los que tanto me he emborrachado y a los que me encuentro luego directores generales de algo: no s¨¦ si gui?arles el ojo o pedirles una recomendaci¨®n. Por suerte, parece que poco a poco regresan a estar donde sol¨ªan -me refiero a los Marx, claro, porque los amigos ya no salen nunca de su calabozo con moqueta- y otra vez emigran del an¨¢lisis existencial al sano cachondeo. Nos los devuelven, menos mal, a quienes segu¨ªamos esper¨¢ndoles...
Hay una pregunta trascendental que quienes somos filomarxistas (amantes de los hermanos Marx, claro) tememos m¨¢s que ninguna otra: ?cu¨¢l de sus pel¨ªculas se llevar¨ªa usted a una isla desierta... a una isla desierta, pero con v¨ªdeo, ni que decir tiene? La elecci¨®n es mucho m¨¢s dolorosa que la cl¨¢sica de a qui¨¦n queremos m¨¢s, si a pap¨¢ o a mam¨¢. Optar por una pel¨ªcula de los Marx renunciando a las otras es no menos dram¨¢tico que sacrificar el ojo izquierdo para conservar el derecho. ?Las queremos todas y, si es posible, una detr¨¢s de otra! Las comedias de los Marx est¨¢n hechas para emborracharse con ellas... Sin embargo, puestos en el doloroso trance de escoger, cada cual tenemos nuestra favorita, aquella cuyo disparate nos toca m¨¢s de cerca, es decir, se parece m¨¢s al nuestro de cada d¨ªa. En mi caso personal, por razones inconfesables, pero que quiz¨¢ el amable lector intuye, me decanto por Un d¨ªa en las carreras. ?Ojal¨¢ todos los que he pasado en los hip¨®dromos fuesen tan felices como el que nos proporcionan Groucho, Chico y Harpo junto a Maureen O'Sullivan en esa loca jornada inolvidable!
La pel¨ªcula tiene de todo, por su orden y en proporciones excelsas. Para empezar -y para acabar y en medio, como siempre- est¨¢ San Groucho, manifest¨¢ndose en una de sus advocaciones m¨¢s milagrosas. Nada menos que fingir¨¢ ser el doctor Hugo Z. Hackenbush, un veterinario capaz de curar cualquier dolencia humana con p¨ªldoras ligeramente menores que pelotas de golf y dispuesto a salvar un hospital a punto de caer en manos de feroces especuladores: con Groucho, la salud p¨²blica est¨¢ asegurada, aunque s¨®lo sea por la v¨ªa de la risoterapia... Abnegada y entusiasta, Margaret Dumont ser¨¢ su paciente m¨¢s realmente paciente y jam¨¢s dudar¨¢ de sus capacidades terap¨¦uticas, aun despu¨¦s de sufrir un examen m¨¦dico tan delirantemente riguroso que en ¨¦l s¨®lo se echa a faltar la autopsia. Pero como ya hemos aprendido pel¨ªcula tras pel¨ªcula, nadie m¨¢s que Groucho tiene siempre la medicina que necesita para curarse de vapores y melancol¨ªas la incomparable dama. Yo creo que Margaret Dumont fue tambi¨¦n, a fin de cuentas, otro miembro de la familia Marx, la hermana mayor de Groucho, Chico y Harpo, la Wendy de esos ni?os perdidos capitaneados por el Capit¨¢n Garfio en lugar de por Peter Pan...
En cuanto a Chico y Harpo, encuentran en este hip¨®dromo para chalados dos de sus mejores papeles. Chico alterna la venta de helados tutti-fruti con la de soplos para la pr¨®xima carrera (lo que los aficionados llamamos tips). Lo ¨²nico malo es que para descifrar sus sabios pron¨®sticos hay que enredarse en tal cadena de obras de consulta y prontuarios enigm¨¢ticos que finalmente sus consejos salen m¨¢s caros que jugar al azar... am¨¦n de que cuando por fin se logra llegar a alguna conclusi¨®n la carrera ya ha terminado, como descubre a su costa Groucho, por una vez burlado en lugar de burlador. Y Harpo es el jockey honrado e invencible, tan invencible que hasta sabe ganar cuando monta el caballo equivocado. Porque tambi¨¦n hay un caballo, que se llama Chistera y que s¨®lo corre cuando escucha la voz odiosa del mandam¨¢s depredador que quiere abusar del pr¨®jimo y fastidiar a los enamorados. ?C¨®mo le comprendo! No hay mejor estimulante que la indignaci¨®n, tanto para quienes deben ganar una copa saltando obst¨¢culos como para los que nos pagamos las copas escribiendo en los peri¨®dicos.
Luego est¨¢n los negros. Jubilosos, festivos, desmadrados y naturalmente v¨ªctimas, de los polic¨ªas y de los g¨¢nsteres. Los hermanos Marx son de los suyos, inevitablemente. Entre ellos se encuentran como en casa. En una escena portentosa, m¨¢s subversiva que cualquier pedante discurso de la dogm¨¢tica izquierdista, los Marx se pintan la cara con bet¨²n y danzan revueltos con la juerga afroamericana, como tres negros m¨¢s, para despistar a sus enemigos. Si debemos quedarnos con una sola imagen para lecci¨®n de la memoria, que sea la de esos jud¨ªos disfrazados de negros brincando y riendo, indomables, en los EE UU segregacionistas de los a?os treinta, mientras Hitler devoraba tierras y conciencias en Europa. Ellos s¨ª que ten¨ªan claro cu¨¢l debe ser la identidad cultural que hay que elegir frente a los protervos guardianes de lo identitario... ?Benditos sean!
Groucho proclama su fidelidad
Un d¨ªa en las carreras (1937) fue interpretada por Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx, Allan Jones, Maureen O'Sullivan, Margaret Dumont, Leonard Ceeley, Douglas Dumbrille, Esther Muir, Sig Ruman y Robert Middlemass. Director: Sam Wood. Gui¨®n: Robert Pirosh, George Seaton y George Oppenheimer. Fotograf¨ªa: Joseph Ruttenberg. M¨²sica: Franz Waxman.
Tras su paso por la Paramount, los hermanos Marx ficharon por la Metro Goldwyn Mayer, reclamados por Irving Thalberg. Su primer filme con la nueva productora fue Una noche en la ¨®pera, y el segundo, en 1937, Un d¨ªa en las carreras, pel¨ªcula nominada a los Oscar de 1938, dentro de la categor¨ªa de mejor direcci¨®n de coreograf¨ªa por la canci¨®n All God's children got rhythm. El humor marxista es inagotable. Se?alemos una frase de Groucho de esta pel¨ªcula: "C¨¢sate conmigo y nunca m¨¢s mirar¨¦ a otro caballo".
Babelia
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