?Estatutos?
Innumerables veces Pujol zahiri¨® a Espa?a de un modo o de otro. En alguna ocasi¨®n, con la ayuda complementaria de su belicosa c¨®nyuge, do?a Marta Ferrusola, la que dijo que Espa?a no era una naci¨®n, Catalu?a s¨ª; e hizo p¨²blica su angustia al ver que sus hijos jugaban en el parque con otros ni?os no catalanes. "Un catal¨¢n no tiene m¨¢s patria que Catalu?a", proclamaba el r¨¦gulo mayor del Reino. No recuerdo si los ni?os catalanes llegaron a entonar canciones patri¨®ticas antes de su entrada en clase o la cosa se qued¨® en proyecto. Ejemplo, tal vez, inspirado en Mao o en algunas escuelas religiosas; que los extremos se tocan, acaso porque siguen una trayectoria circular. Mondo cane.
La reciente embestida de Avui (diario subvencionado por la Generalitat) con amenaza de muerte incluida, me ha despertado plenamente de mi letargo. Haci¨¦ndome trampa a m¨ª mismo, llegu¨¦ a contradecir a Santos Juli¨¢, quien escribi¨® en este diario sobre las ansias soberanistas de nacionalismos como el catal¨¢n. Hab¨ªa llegado yo a creer en Maragall, pens¨¦ que era el hombre que, con Zapatero, resta?ar¨ªa las viejas heridas y entre ambos har¨ªan de este pa¨ªs lo que ¨¦ste m¨¢s anhela en el fondo de su ser: una sociedad viable y moderna, incluso pionera y que, como dijo el presidente, mira hacia adelante sin empachos hist¨®ricos. Pero mi gozo en un pozo cuando Maragall dijo (y reiter¨®) "mi lengua es mi persona". Dios m¨ªo, siglo XIX a la vista. No lleg¨® a tanto Unamuno, que yo sepa, cuando dec¨ªa que le insultaran si quer¨ªan, pero que lo hicieran en espa?ol. Si la lengua es mi persona, mi persona es mi lengua, absurda afirmaci¨®n que dar¨ªa mucho de s¨ª, si estuviera yo con ganas de lanzarme a divagar. Esta sacralizaci¨®n de la palabra, en ¨¦poca de mescolanza, acabar¨ªa por estallar en otra guerra mundial. ?Pueden ser mi persona mis tres lenguas? M¨¢s f¨¢cil ser¨ªa amar simult¨¢neamente a tres mujeres y quien tal "puede", es que no ama a ninguna, si no es en el mundo de "salsa rosa".
Quieren una confederaci¨®n mientras convenga. Una naci¨®n con Estado pero con el v¨ªnculo suficiente y necesario para conservar el mercado espa?ol y la pertenencia a la UE. ?Fantas¨ªa? Naci¨®n ya exigen serlo. Estado. Me encuentro con un recorte de prensa de los muchos que guardo en completo desorden. Es el a?o 2001. "La izquierda reclamar¨¢ que la Generalitat sea considerada plenamente como Estado". De ser considerada a simplemente ser s¨®lo media el blindaje. La "cotitularidad" que entonces se ped¨ªa era, obviamente, provisional, casi tan inoperante como la cesi¨®n de una competencia determinada en calidad de gesti¨®n. La lista de las peticiones, a las que se adher¨ªa Maragall, no omit¨ªa un detalle. Por supuesto, la firma de tratados internacionales, eso s¨ª, "en materias que le afecten en su relaci¨®n con otros Estados". Pura filfa, pues lo que interna o externamente afecta a una autonom¨ªa las afecta a todas. O existe una unidad econ¨®mica y pol¨ªtica o no existe. Si los valencianos podemos negociar con un pa¨ªs una cuota para la importaci¨®n y exportaci¨®n de determinados productos, esto tendr¨¢ repercusiones m¨¢s all¨¢ de nuestros l¨ªmites. Es lo que ocurr¨ªa en los pa¨ªses confederales; y el confederalismo es lo que pide Artur Mas, ahora que la f¨®rmula ha sido abandonada excepto en la CEI, donde naturalmente no funciona.
Estado confederal: "Una estructura pol¨ªtica confederal es un pacto entre pa¨ªses que conservan ¨ªntegramente su soberan¨ªa, su ordenamiento constitucional espec¨ªfico e incluso su reconocimiento internacional individualizado. Los pa¨ªses miembros pueden modificar en todo momento su nivel de participaci¨®n en el proyecto confederal, hasta el extremo de abandonarlo o disolverlo". Y m¨¢s: "El espacio delimitado por los estados confederados permite la libre circulaci¨®n y redidencia de los diversos pa¨ªses, aunque no necesariamente con los mismos derechos pol¨ªticos". Punto arriba, punto abajo, de ese tercermundismo iba la "Declaraci¨®n de Barcelona".
Ya son varias las encuestas llevadas a cabo en Catalu?a y en todas ellas el inter¨¦s del pueblo catal¨¢n por el Estatut es poco menos que testimonial. "Algo que le quita el sue?o al 6% de los catalanes", ironiza Manuel Trallero. Pero la mayor mentira de la democracia -salvo en la Atenas dorada y en Estados Unidos de la ¨¦poca de su fundaci¨®n- es decir "todos" donde s¨®lo hay un pu?ado. El pueblo ni pincha ni corta, no existe a menos que se produzcan cat¨¢strofes como el 11-M o el Prestige; y cuando se producen, con frecuencia es posible cargarle el muerto al adversario, que para eso han sido preparadas las mentes.
Un verdadero desastre puede darse en este pa¨ªs si la contienda llega a plantearse en t¨¦rminos de pura exasperaci¨®n nacionalista. Dice Francesc Carreras, en La Vanguardia: "En Catalu?a, dado el nulo entusiasmo popular que suscita el nuevo Estatut, la clase pol¨ªtica quiere zanjar el asunto antes de agosto...". O sea, antes de que el pueblo despierte para enterarse de que el Estatut le importa un bledo. Es pasmoso. Aqu¨ª en Valencia, partiditos marginales y algunos columnistas (uno de ellos al que yo cre¨ªa muy sensato) se han desatado contra el Estatut valenciano en nombre de unas esencias y de una conciencia nacional valenciana, que son cosas que s¨®lo existen en sus mentes. "Los pocos valencianos que tienen conciencia de serlo", escribi¨® Fuster; y hoy son menos.
Estatutos por doquier y todos a la contra, con lo que se conseguir¨¢ un Estado caqu¨¦xico. Y si mala es la excesiva fortaleza estatal, peor es la anorexia. Claro que los identitarios puede que vigoricen al Partido Popular, el cual, entre otras cosas, es gen¨¦ticamente centralista. Lo escrib¨ª y lo repito con mayor ¨¦nfasis: los Carod y afines no s¨®lo quieren servirse de un Estado en mantillas, sino que lo quieren ya, sin mayor dilaci¨®n. Un poderoso reconstituyente para un PP no tan quebrantado que no las caze al vuelo. Qu¨¦ escu¨¢lidos est¨¢n o son. Griten bastante Rajoy y Aznar que Espa?a se desmembra y Zapatero se ver¨¢ obligado a convocar elecciones anticipadas, con resultado incierto. Pues con el eslogan de la ruptura de Espa?a el pueblo s¨ª va a despertar. El nacionalismo espa?ol barrer¨¢, incluso, por si no se han enterado los de EU y los del Bloc, aqu¨ª en Valencia.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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