Dos toros midieron a dos toreros
Ayer, dos toros midieron a dos toreros. El cuarto puso en evidencia a Uceda Leal. Porque el toro no s¨®lo se com¨ªa la muleta que le presentaba el torero, sino que se comi¨® al torero mismo. Y el diestro, todo compostura y finas maneras como para un pase de modelos, fragu¨® una faena insulsa a un toro que ten¨ªa menos transmisi¨®n que un huevo hueco. Con el cuarto no le sirvieron las florituras. Hab¨ªa que estar en torero. Sin embargo, la muleta en sus manos result¨® ser un instrumento musical desafinado. Se descubri¨® que Uceda Leal no tiene recursos de suficiente entidad para ser figura del toreo. Aunque ha acreditado a lo largo de los a?os ser un buen estoqueador, esto es justo reconocerlo, pese a todo ayer no demostr¨® esa seguridad con la espada de manera palmaria. Ni mucho menos.
Domecq / Uceda, Fandi, Castella
Toros de Santiago Domecq, nobles, d¨®ciles, sobresal¨ªan 4? y 6?. Uceda Leal: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio). El Fandi: media estocada y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (vuelta). Sebasti¨¢n Castella: estocada baja (silencio); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Se guard¨® un minuto de silencio por los atentados de Londres. Plaza de Pamplona, 7 de julio. 3? de abono. Lleno.
El otro toro que se encarg¨® de medir al espada de turno fue el sexto. Por cierto, sobrero en sustituci¨®n de uno de sus hermanos devuelto por inv¨¢lido. Y el encargado de matarlo fue el franc¨¦s Castella. Hay que decir que el torero galo no puede ni debe perder una ocasi¨®n de oro como la que se le present¨® ayer. El toro que le toc¨® en suerte era para haber formado un taco, en especial por el pit¨®n derecho. Es verdad que instrument¨® algunos derechazos largos y ligados. No es menos verdad que demostr¨® que es valiente. E incluso que teji¨® un derechazo que fue mod¨¦lico de lentitud, esa lentitud que los surrealistas sol¨ªan so?ar c¨®mo ca¨ªan despaciosamente los objetos del cielo a la tierra. Empero, advertimos de que se perdi¨® la ocasi¨®n de salir por la puerta grande porque, repitamos, que el toro era de triunfo. La falta de profundidad en su toreo de ayer hay que ponerla a secar. Tiene valor por arrobas, lo cual no es poco en los tiempos que vivimos, donde la mayor¨ªa de los toreros se alivian demasiado. Ahora bien, tiene que torear con el af¨¢n de salir a hombros cada tarde, y en especial salir a hombros cuando le toca en suerte un toro como el de ayer. ?l sabe, o debiera saber, que no todas las tardes salen toros como el negro suyo de ayer.
Lo de El Fandi es cosa sabida. Su fuerte est¨¢ en las banderillas. Tira de repertorio de poder a poder, al sesgo, al cuarteo, con la suerte del viol¨ªn, y por encima de todo donde encandila a los p¨²blicos es cuando despu¨¦s de prender un par corre para atr¨¢s toc¨¢ndole el testuz al toro en un alarde atl¨¦tico de piernas.
Uno puede pensar que ese correr hacia atr¨¢s de El Fandi como si tuviera un motorcillo oculto en sus piernas podr¨ªa ser aplicable s¨®lo a la plaza de Pamplona, un lugar geogr¨¢fico donde hay famosos recortadores de reses bravas. O sea, gentes de la ribera acostumbrados a correr delante de los toros con grandes condiciones atl¨¦ticas. No obstante, eso pasa en todas las plazas de Espa?a: lo mismo en la Andaluc¨ªa baja que en la Castilla profunda. Hay algo en los p¨²blicos modernos que se asombran por encima de todo cuando los toreros sacan a relucir las grandes facultades atl¨¦ticas. Pero el toreo de siempre, el profundo, el hondo, dice que la virtud principal reside en la quietud. Justamente lo contrario a desenvolverse con la agilidad de las piernas. Que se lo digan a Juan Belmonte.
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