La paz hay que sembrarla
Seg¨²n leemos las noticias o escuchamos a algunos dirigentes pol¨ªticos y sindicales pareciera que la educaci¨®n andaluza vive en un clima de constante y grav¨ªsima violencia. No se le puede quitar importancia a ninguno de los hechos que han ocurrido, pero s¨ª me parece muy peligroso que se utilicen con perversi¨®n o que se malinterpreten. Lo que se est¨¢ logrando no es pacificar la escuela sino debilitar el sistema educativo p¨²blico y, sobre todo, desacreditar a una juventud mayoritariamente generosa y pac¨ªfica y a unos profesores y responsables educativos que por regla general hacen bastante bien su trabajo. La inmensa mayor¨ªa de ellos, no lo olvidemos, resuelven d¨ªa a d¨ªa miles de conflictos de forma pac¨ªfica sin que eso salga en los medios.
De entrada, es injusto que olvidemos otras manifestaciones violentas mucho m¨¢s sangrantes para subrayar permanentemente las escolares. ?C¨®mo sustraernos a la realidad de un mundo en donde las potencias econ¨®micas pueden declarar guerras ileg¨ªtimas e ilegales que matan a cientos de miles de personas?, ?c¨®mo olvidar que s¨®lo en Espa?a se interpusieron 100.000 denuncias por malos tratos en 2004 y que m¨¢s de 35.000 personas fueron condenados por esa causa?, ?c¨®mo soslayar que cualquiera de nuestros hijos habr¨¢ visto en televisi¨®n decenas de miles de actos de violencia cuando llegue a la mayor¨ªa de edad?, y ?por qu¨¦ centrarnos en la violencia adolescente en las aulas y no preocuparnos del mobbing, de la discriminaci¨®n o de los abusos violentos de todo tipo que, en mucha mayor medida, tambi¨¦n realizan los adultos que deber¨ªamos darle ejemplo?
Hay mucha hipocres¨ªa social cuando nos escandalizamos ante la violencia escolar sin querer ser conscientes de los modelos de comportamiento que ofrecemos a los j¨®venes. ?C¨®mo nos puede sorprender que haya ni?os que insulten a sus profesores si eso es lo mismo que hacen los pol¨ªticos entre s¨ª o las celebridades que salen en las horas punta de las emisiones televisivas? Plantamos a nuestros hijos durante horas ante la pantalla donde se introducen e identifican con la violencia, la imitan y terminan por aceptarla como la forma eficaz de hacer frente a los conflictos. Nos acostumbramos a convivir con la violencia estructural del desempleo que destroza la autoestima juvenil, fomentamos la agresividad competitiva que desalienta la solidaridad y la cooperaci¨®n, y dise?amos los espacios sociales para el ensimismamiento que impide complacerse en los otros. En lugar de divulgar la tolerancia y el buen gusto nos recreamos en la zafiedad y en la falta de respeto. Es decir, que conscientemente dilapidamos los ant¨ªdotos de la violencia y renunciamos a la justicia en aras del comercio: ?c¨®mo vamos as¨ª a generalizar la paz en la familia, en la pol¨ªtica, en la calle o en la escuela?
Lo que quiero decir con todo esto es que para responder a la situaciones de violencia que nos rodean y de forma espec¨ªfica a la que se produce en el sistema educativo no bastan las soluciones simplistas, las demandas de mano dura, las expulsiones fulminantes o la segregaci¨®n. Detr¨¢s de muchos reclamos de autoridad solo hay autoritarismo trasnochado y un tipo de violencia estructural a veces m¨¢s peligroso que el que aparentemente se quiere combatir porque se basa en la discriminaci¨®n, en la xenofobia, o en el clasismo indisimulado.
Los factores que han hecho que nuestra sociedad sea cada vez m¨¢s violenta son muy variados y complejos. Es sencillamente est¨²pido, injusto y completamente ineficaz querer actuar s¨®lo sobre uno o unos pocos de ellos sin haber hecho previamente una reflexi¨®n social que lleve a asumir el problema como lo que es, el resultado de pautas colectivas de las que todos sin excepci¨®n, aunque unos m¨¢s que otros, somos responsables.
En lugar de eso, lo que lamentablemente est¨¢ ocurriendo en Andaluc¨ªa, como en otros lugares, es que hechos aislados m¨¢s o menos graves o numerosos est¨¢n siendo utilizados, por ignorancia o por mala fe, para atacar al servicio p¨²blico educativo. La desmesura con la que se est¨¢ hablando y tomando posiciones no puede llevar a otro lado. Y lo sorprendente no es que esto lo haga la oposici¨®n de derecha, tradicionalmente comprometida con el sector educativo privado, sino organizaciones sindicales de larga trayectoria progresista. Algunos amigos directores y profesores me han comentado que los efectos de los actos de violencia que hemos vivido son nefastos, pero que incluso temen mucho m¨¢s por el desprestigio y la desmoralizaci¨®n que estas estrategias sindicales est¨¢n cultivando en la educaci¨®n p¨²blica andaluza.
El problema, en suma, es dif¨ªcil por complejo: ni se puede considerar que afecta a todos indiscriminadamente, ni se debe aceptar que sea solo un asunto de unos pocos a los que hay que marginar. Por eso es imprescindible que, en lugar de la desmesura y la descalificaci¨®n, se abra paso un debate coherente y riguroso. El equilibrio, la reflexi¨®n y el sosiego son los ingredientes imprescindible para hacer frente con eficacia a la violencia porque estas no se combate con palabras fuertes sino sembrando paz sin descanso. Creer que el problema de la violencia escolar se va a resolver solo con m¨¢s profesores es una simpleza tan peregrina y corporativa que averg¨¹enza escucharla. Se necesitan m¨¢s medios, muchos m¨¢s medios materiales pero tambi¨¦n m¨¢s compromiso, del Gobierno y tambi¨¦n de la oposici¨®n y los sindicatos, de las familias y de los profesores. No basta condenar sino que hay que entender la violencia y aprender a enfrentarla pac¨ªfica y coherentemente.
La educaci¨®n, la de todos los andaluces y andaluzas y no s¨®lo la de los que hayan tenido la suerte de nacer en ambientes cultivados, es la pieza fundamental de nuestro futuro. Es una irresponsabilidad que lo echemos por alto por irreflexi¨®n, por ignorancia o, simplemente, por la equivocada creencia de que as¨ª se van a captar m¨¢s votos o m¨¢s delegados sindicales.
Juan Torres L¨®pez es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada en la Universidad de M¨¢laga.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.