Los pilares de la ciencia
El r¨¢pido progreso espa?ol desde pa¨ªs proveedor de mano de obra barata a pa¨ªs con mano de obra altamente cualificada nos aboca a generar empleo y riqueza a trav¨¦s de la innovaci¨®n y, para ello, la creaci¨®n de conocimiento. A este objeto es esencial potenciar la investigaci¨®n cient¨ªfica, aspirando a elevar el gasto de I+D al 3 % del PIB como marca la Estrategia de Lisboa (http://europa.eu.int/growthandjobs/areas/fiche05_en.htm). Espa?a parte rezagada desde una inversi¨®n en torno al 1 % del PIB, por lo que no sorprende que una reciente evaluaci¨®n de indicadores de competitividad sit¨²e a nuestro pa¨ªs en el puesto 38 del ranking internacional (www01.imd.ch/wcc/ranking/).
El Gobierno afronta este reto con el objetivo de alcanzar el 2 % del PIB [producto interior bruto] durante la presente legislatura, un esfuerzo absolutamente necesario. Pero el gasto en I+D es solo uno de los tres pilares del crecimiento cient¨ªfico, que requiere de un esfuerzo acompasado en los otros dos pilares de la ciencia: la mejora del tama?o y preparaci¨®n de la comunidad cient¨ªfica y el continuo est¨ªmulo de su calidad y competitividad a trav¨¦s del fomento de la excelencia y la creatividad.
Se deber¨ªa recurrir a evaluadores externos a la comunidad cient¨ªfica espa?ola
La mejora de la calidad de nuestras universidades debe ser motivo de reflexi¨®n
El n¨²mero de investigadores cient¨ªficos en nuestro pa¨ªs es sensiblemente inferior a la media europea, particularmente si se consideran solo aqu¨¦llos que pueden demostrar de forma objetiva alguna actividad investigadora. Se debe pues destinar una parte significativa del aumento en gasto en I+D a la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo. Para que esto sea efectivo es imperativo fomentar la cultura cient¨ªfica de nuestra sociedad y, en particular, la preparaci¨®n cient¨ªfica de nuestros j¨®venes universitarios.
La constataci¨®n de que s¨®lo una universidad espa?ola, la Universidad Aut¨®noma de Madrid, se encuentra -en el puesto 159- en el ranking de las 500 mejores universidades en el mundo (www.thes.co.uk/worldrankings/) es, en este contexto, alarmante.
La mejora de la calidad de nuestras universidades debe ser motivo de reflexi¨®n para todos: los ciudadanos que con sus impuestos financian estas instituciones; los estudiantes que conf¨ªan en ellas para su formaci¨®n; los profesores universitarios responsables de ¨¦sta; los investigadores que han de formar como cient¨ªficos a los nuevos licenciados; los equipos de gobierno que reglan el funcionamiento de las universidades y los gobiernos (auton¨®micos y estatales), a quienes la sociedad ha de exigir que nuestras universidades ofrezcan la m¨¢xima calidad. Est¨¢ claro que nos queda mucho camino por recorrer, ante todo porque el primer paso para resolver un problema es reconocer que existe.
Pero contar con una comunidad cient¨ªfica bien formada y capaz sigue sin ser suficiente garant¨ªa, pues es esencial incentivar su excelencia y creatividad, haciendo de estas cualidades los condicionantes principales del acceso a los recursos de I+D. Este tercer pilar del progreso cient¨ªfico, que ha de asegurar el uso eficiente de los recursos para I+D, se sit¨²a en un nivel de desarrollo penoso en nuestro pa¨ªs, provocando una cojeara aparatosa en nuestro sistema de I+D.
Por ejemplo, este mecanismo exige que s¨®lo se financien los mejores proyectos de investigaci¨®n en cada ¨¢rea de conocimiento. El Plan Nacional de I+D, principal mecanismo de financiaci¨®n de la investigaci¨®n cient¨ªfica en Espa?a, aprueba aproximadamente entre un 45% y un 50% de las propuestas que recibe. Esta cifra es escandalosamente superior a la de las habituales en pa¨ªses desarrollados (pro ejemplo EEUU, Suecia, Reino Unido, Canad¨¢, Holanda, Australia, Francia y Portugal), donde la tasa de ¨¦xito se sit¨²a entre el 10 % y el 25 % de los proyectos presentados.
La generosa evaluaci¨®n de proyectos en Espa?a no se corresponde con la disponibilidad de recursos para financiarlos, que suponen aproximadamente una cuarta parte de los fondos solicitados (45%, seg¨²n datos publicados es Memoria de Actividades I+D+I 2002, Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa). La consecuencia es un recorte draconiano de los recursos asignados a los proyectos aprobados, que reciben, en promedio, una tercera parte de la financiaci¨®n solicitada (seg¨²n datos publicados es Memoria de Actividades I+D+I 2002, Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa), mermando sus posibilidades de alcanzar los objetivos propuestos. El Plan Nacional de I+D mide, tradicionalmente, su ¨¦xito por el n¨²mero de proyectos aprobados y el n¨²mero de investigadores implicados en ellos), no por su calidad ni sus resultados, que raramente se eval¨²an.
El principio de caf¨¦ para todos en la distribuci¨®n de recursos de I+D, reflejado en la insuficiente financiaci¨®n de muchos proyectos de investigaci¨®n, prevalece en la financiaci¨®n cient¨ªfica p¨²blica espa?ola, reflej¨¢ndose en otros mecanismos del sistema. As¨ª los investigadores no puedan participar en m¨¢s de dos proyectos simult¨¢neamente, independientemente de su capacidad y dedicaci¨®n a la investigaci¨®n (completa o compartida con la docencia), y la calidad de los proyectos, toda vez acordada su financiaci¨®n, no se considera para priorizar el acceso a grandes infraestructuras deficitarias en nuestro pa¨ªs (por ejemplo los buques oceanogr¨¢ficos).
La pol¨ªtica de caf¨¦ para todos detrae del progreso en la calidad cient¨ªfica de las propuestas, pues cercena las diferencias entre las oportunidades de financiaci¨®n de propuestas mediocres y excelentes. La escasa exigencia del Plan Nacional de I+D genera un clientelismo de investigadores, que de haberse sometido a procesos de selecci¨®n m¨¢s exigentes estar¨ªan mejor capacitados para competir con ¨¦xito en las convocatorias del Programa Marco de I+D de la Uni¨®n Europea, que con un 10-15 % de tasa de ¨¦xito supone un mecanismo de financiaci¨®n muy exigente. La consecuencia es que los contribuyentes espa?oles financian con sus impuestos, a trav¨¦s de la aportaci¨®n espa?ola a la CE, la investigaci¨®n en pa¨ªses como el Reino Unido, habituados a competir en sistemas de I+D m¨¢s exigentes.
El aumento del nivel de exigencia, conjugado con programas para estimular la participaci¨®n de investigadores noveles, es condici¨®n necesaria para mejorar nuestro sistema de I+D y la competitividad de nuestra comunidad cient¨ªfica. Es adem¨¢s un reto asumible por la comunidad cient¨ªfica espa?ola, que ha progresado enormemente en los ¨²ltimos 20 a?os. As¨ª, por ejemplo, Espa?a se sit¨²a en el n¨²mero 12 del ranking de naciones en cuanto a la producci¨®n de art¨ªculos cient¨ªficos de alto impacto, con un 2% del total mundial (King, D.A. 2004, Nature 430: 311-316).
Este progreso no se ha acompa?ado de un progreso paralelo en nuestros sistemas de evaluaci¨®n, que se encuentra estancado. Las propuestas presentadas al Plan Nacional de I+D son evaluadas a trav¨¦s de la Agencia Nacional de Evaluaci¨®n y Prospectiva (wwwn.mec.es/ciencia/jsp/plantilla.jsp?area=anep&id=20 ) y el propio Plan Nacional de I+D por investigadores espa?oles, mientras que pa¨ªses con sistemas de I+D m¨¢s exigentes (como el Reino Unido, Australia, Estados Unidos, Holanda, Portugal, etc¨¦tera) recurren a investigadores extranjeros.
Esta pr¨¢ctica minimiza la contaminaci¨®n del proceso de evaluaci¨®n por actitudes corporativistas y conflictos de intereses inevitables en comunidades cient¨ªfica peque?as, como la nuestra, en que las propuestas a evaluar pertenecen, inevitablemente, a investigadores amigos o, peor a¨²n, competidores directos.
Los conflictos de intereses, concretados en frecuentes relaciones de amistad o enemistad entre evaluados y evaluadores, son prevalentes en nuestro sistema de I+D y contaminan tanto los procesos de selecci¨®n de personal cient¨ªfico como los procesos de asignaci¨®n de recursos, con la resignada aceptaci¨®n de esta situaci¨®n como un mal inevitable por todos los actores de nuestro sistema de I+D. Esta resignaci¨®n supone que es ilusorio esperar que los conflictos de intereses se resuelvan por la responsabilidad personal de los implicados y se debe optar, como hacen sociedades con tradiciones cient¨ªficas m¨¢s exigentes, por mecanismos que eviten que estos conflictos ocurran.
Se deber¨ªa recurrir a evaluadores externos a la comunidad cient¨ªfica espa?ola para la evaluaci¨®n de nuevos investigadores, propuestas de investigaci¨®n y centros de investigaci¨®n. El proceso iniciado por el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) al someter la actividad investigadores de cada uno de sus 116 institutos de investigaci¨®n a evaluaci¨®n por paneles integrados por investigadores extranjeros de prestigio es un paso en el sentido apropiado, que debiera extenderse a otros ¨¢mbitos.
La soluci¨®n de los problemas enunciados en cada uno de los tres pilares de la investigaci¨®n cient¨ªfica exige de voluntad pol¨ªtica. El aumento de los recursos p¨²blicos disponibles para I+D es parte del programa del Gobierno de la naci¨®n. La cojera de nuestro sistema de I+D derivada de desequilibrios entre los tres pilares que la sustentan es particularmente penosa, porque resolverla no requiere de recursos sino de voluntad pol¨ªtica y claridad de objetivos.
Lamentablemente, las directrices del Gobierno en pol¨ªtica cient¨ªfica son a¨²n desconocidas. La aparente conformidad con el sistema actual de los responsables directos de formularla y ejecutarla y el resignado silencio de los investigadores no hacen albergar grandes esperanzas de que se afronten los problemas aqu¨ª se?alados. Sin una actuaci¨®n global sobre los tres pilares de la ciencia, el esfuerzo de la sociedad espa?ola para aumentar sustancialmente los recursos p¨²blicos para I+D no llegar¨¢ a generar los r¨¦ditos esperados, con el coste que esto conllevar¨¢ para la competitividad de nuestro pa¨ªs.
Carlos M. Duarte Quesada es profesor de Investigaci¨®n del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas en el Instituto Mediterr¨¢neo de Estudios Avanzados de Esporles (islas Baleares) y miembro de la Academia Europea
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