Lecciones de Londres
La convicci¨®n de la polic¨ªa de que los cuatro terroristas identificados que perpetraron la matanza de Londres eran j¨®venes musulmanes brit¨¢nicos es probablemente el desenlace m¨¢s dif¨ªcil de digerir para una sociedad leg¨ªtimamente orgullosa de su tolerancia y multirracialidad. Muchos brit¨¢nicos cre¨ªan que su pa¨ªs estar¨ªa m¨¢s seguro mostrando benevolencia hacia los sospechosos de extremismo islamista, que alberga, identificados, por centenares. El desaf¨ªo que implica el hecho de que los dinamiteros suicidas fueran hijos de una sociedad democr¨¢tica excede con mucho las fronteras brit¨¢nicas. Horrores similares, sufridos multiplicadamente en Espa?a, pueden estar gest¨¢ndose en otros pa¨ªses europeos, desde Dinamarca a Italia, sumidos hoy en una atm¨®sfera de temor.
Tony Blair anunci¨® ayer en el Parlamento su intenci¨®n de cerrar las fronteras a los sospechosos de extremismo islamista y deportar a quienes utilizan las libertades para incitar al odio religioso. Un paquete de leyes en este sentido estar¨¢ listo en oto?o, tras su discusi¨®n en el Parlamento. Semejante premura, al hilo de la conmoci¨®n nacional brit¨¢nica, ha sido trasladada por Londres, que ostenta la presidencia de la UE, a la reuni¨®n extraordinaria de ministros del Interior celebrada ayer, para que se superen las divisiones actuales y se acuerden medidas antiterroristas conjuntas antes de que acabe el a?o. Algunas de ellas, como el refuerzo de los servicios de inteligencia o el mayor control de los explosivos, figuran ya en las conclusiones operativas de la comisi¨®n parlamentaria espa?ola que ha investigado la masacre del 11-M. Otras iniciativas m¨¢s discutibles, dentro de un ¨¢mbito inusualmente amplio, afectar¨ªan al almacenamiento temporal de conversaciones telef¨®nicas y de comunicaciones por Internet. Y otras m¨¢s de las que propone Blair, referidas sobre todo a los extranjeros, poco se puede esperar que mejoren el control sobre un terrorismo que recluta ciudadanos brit¨¢nicos.
Presumiblemente, el terrorismo tiene larga vida, entre otras razones, porque se ha convertido en la expresi¨®n contempor¨¢nea de conflictos violentos que a veces se libran a miles de kil¨®metros. Y no hay democracia a salvo de ataques fan¨¢ticos, como muestra la experiencia, porque las libertades que el sistema garantiza las disfrutan tambi¨¦n quienes quieren destruirlo. Numerosos terroristas se mueven por Europa con relativa libertad. Miles de j¨®venes musulmanes progresivamente radicalizados e instalados en comunidades que por momentos se espesan en pa¨ªses como Reino Unido y Francia, Italia y Espa?a, Holanda o Alemania, son sus simpatizantes y forman el tejido social que los enmascara.
Los Gobiernos son, por definici¨®n, responsables de la seguridad de sus ciudadanos, y si es imposible garantizar absolutamente la de nadie, s¨ª que se puede hacer la vida m¨¢s dif¨ªcil a estos profetas de la locura. La deca¨ªda UE tiene con el fen¨®meno del terrorismo islamista la oportunidad de mostrar su relevancia y coherencia, aunque lo hecho en este terreno desde la hecatombe inaugural del 11-S haya sido m¨¢s bien poco. Europa est¨¢ lastrada por un rompecabezas de regulaciones nacionales y la dispersi¨®n de su marco legal hace virtualmente imposible combatir con eficacia la mayor amenaza que se cierne sobre nuestro modelo social.
Hay tiempo -no mucho- y sobran m¨¦todos para tejer una tupida red coordinada de prevenci¨®n y acci¨®n. La UE no puede permitirse verse atenazada por la par¨¢lisis en este terreno crucial. Pero hay que evitar que la zozobra actual desemboque en sobreactuaci¨®n. La lucha contra el terrorismo fundamentalista incluye garantizar escrupulosamente el respeto de las libertades y los derechos ciudadanos que han hecho precisamente de Europa un referente democr¨¢tico planetario.
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