La Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n, en la encrucijada
El autor hace una cerrada defensa de la agricultura, de la que asegura que no es una actividad del pasado, sino una inversi¨®n de futuro.
Las negociaciones sobre las perspectivas financieras que tuvieron lugar los pasados 16 y 17 de junio dejaron mal sabor de boca a los europeos convencidos y responsables. Nuestro continente se ha mostrado dividido en un momento en el que debe afrontar etapas decisivas para su futuro. En el extranjero, los envites relacionados con la seguridad, tal como nos han recordado duramente los atentados de Londres, as¨ª como con la econom¨ªa, con los debates en la OMC, son considerables. En el interior, la cohesi¨®n social y el desarrollo de todos los territorios constituyen retos para una Europa al fin unida y en paz. En este contexto, la grieta abierta se nos antoja pre?ada de graves consecuencias, sobre todo cuando apunta a la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC), la ¨²nica pol¨ªtica europea integrada, como cabeza de turco. Portadora de todos los males para sus enemigos de siempre, la PAC ser¨ªa para otros el inatacable basti¨®n en el que algunos pa¨ªses velan con ego¨ªsmo por preservar ¨²nicamente sus intereses.
La PAC, que durante 40 a?os ha estructurado y permitido la construcci¨®n europea, merece mucho m¨¢s que esos juicios inapelables. Lo merece porque simboliza una Europa deseosa de construir su autosuficiencia alimentaria, de preservar la actividad de sus zonas rurales, de garantizar a sus habitantes precios agr¨ªcolas seguros, as¨ª como una aut¨¦ntica trazabilidad y la seguridad de los productos. Lo merece porque, detr¨¢s de este siglo ya familiar, hay millones de hombres y mujeres que mantienen vivos y valoran nuestros espacios rurales y preservan un marco de vida y actividades conformes a nuestro modelo de civilizaci¨®n.
Hablar de la PAC supone echar por tierra algunas falsedades. La PAC, pol¨ªtica muy costosa, vendr¨ªa a ser un despilfarro que absorbe el 40% del presupuesto de la UE. La realidad es muy distinta. La PAC es la primera pol¨ªtica europea integrada, la ¨²nica que est¨¦ enteramente financiada por la Uni¨®n y no por los Estados miembros. Para comparar el presupuesto destinado a la agricultura con el que se destina a otros sectores, hay que "consolidar" el gasto entre los niveles comunitario y nacional. Esta operaci¨®n permite demostrar que juntos, dedican menos de un 1% a la agricultura frente a un 2% a la investigaci¨®n (un 3% en el futuro, seg¨²n la Agenda de Lisboa). Comparando lo que es comparable, salta a la vista que gastamos mucho menos en agricultura que en investigaci¨®n. Profundizando Europa, la parte de la PAC se ir¨¢ reduciendo, siguiendo la evoluci¨®n emprendida hace 15 a?os.
Por otro lado, algunos cr¨ªticos deben estar algo miopes, pues lo ven todo peque?o: seg¨²n ellos, la PAC s¨®lo se destina al 5% de la poblaci¨®n activa. Olvidan mencionar las zonas rurales que preservan empleos y actividades frente a las presiones de la globalizaci¨®n, porque la tierra y sus recursos no es algo que se pueda deslocalizar... Tambi¨¦n se olvidan de las industrias agroalimentarias cuya fuerza reside en los buenos resultados de la agricultura europea y que emplean a 2,5 millones de personas en Europa. El compromiso en favor de los empleos agr¨ªcolas, agroalimentarios y rurales se enmarca en la l¨ªnea que defienden los pa¨ªses que desean utilizar los yacimientos de empleo para hacer retroceder el paro y garantizar as¨ª una mayor cohesi¨®n social y territorial.
La segunda falsedad consiste en afirmar que, viendo nuestra agricultura, se llega a la conclusi¨®n de que la PAC es ineficaz. ?Acaso es necesario recordar que entre 1962, fecha de su creaci¨®n, y hoy, la UE se ha hecho autosuficiente? Todos podemos felicitarnos por poder acceder a bienes alimentarios variados, de calidad y abundantes. Por otro lado, la pol¨ªtica agr¨ªcola se ha transformado con el mundo que la rodea: actualmente privilegia el respeto por el medio ambiente, la ecocondicionalidad y las buenas pr¨¢cticas agr¨ªcolas.
Tercera falsedad: la PAC es injusta y arruina a los pa¨ªses en desarrollo. La iron¨ªa de este razonamiento es que los mismos que defienden estas ideas parecen ignorar los cambios acontecidos desde hace 15 a?os que convierten la agricultura productivista en algo caduco. La reforma negociada en Luxemburgo en 2003 introdujo el desdoblamiento de las ayudas: ya ampliamente desconectadas de los vol¨²menes producidos desde hace a?os, ahora estar¨¢n relacionadas con la utilizaci¨®n del territorio y el respeto de la ecocondicionalidad en 2006. La UE tambi¨¦n promueve la equidad en sus intercambios exteriores con los pa¨ªses en desarrollo. Por eso es su primer cliente y su m¨¢s f¨¦rreo defensor en las negociaciones en la OMC. La preferencia comunitaria se acompa?a de una apertura a los bienes agr¨ªcolas de esos pa¨ªses que Europa es incapaz de producir (mandioca, etc.).
Por ¨²ltimo, un error evidente de apreciaci¨®n sobre el futuro. No, la agricultura no es una actividad del pasado, sino una inversi¨®n para nuestros hijos. ?Son conscientes nuestros conciudadanos, el 80% de ellos residentes en n¨²cleos urbanos, en los tiempos de can¨ªcula que corren, siendo la sequ¨ªa en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica clara prueba de ello, de lo que aportan los espacios cultivados a la lucha contra el efecto invernadero? ?Acaso no conocen los ciudadanos el potencial de la qu¨ªmica verde para desarrollar productos que no da?an al medio ambiente (por ejemplo, bolsas de almid¨®n) y permiten reducir el uso de las energ¨ªas f¨®siles, llamadas a agotarse? As¨ª, la UE se ha fijado como objetivo incorporar un 5,75% de biocarburantes en las gasolinas antes de 2010.
Agricultura e investigaci¨®n no son antin¨®micas. El esfuerzo en materia de investigaci¨®n agr¨ªcola permite responder a las nuevas expectativas en materia de protecci¨®n del medio ambiente y de la salud. Debemos valorizar la agricultura para progresar en los ¨¢mbitos relacionados con la agronom¨ªa, la ecolog¨ªa y el tratamiento de algunas enfermedades humanas como la mucoviscidosis.
Tambi¨¦n soy consciente de los que piden m¨¢s garant¨ªas de calidad. ?C¨®mo no ver que nuestra independencia alimentaria garantiza la posibilidad de poder fijar nuestras propias normas sanitarias (trazabilidad, por ejemplo)? Se trata de la garant¨ªa de una alimentaci¨®n sana y segura para todos los ciudadanos europeos que nos preservar¨¢ de las crisis sanitarias del pasado (vacas locas y fiebre aftosa). Por ¨²ltimo, la independencia alimentaria tambi¨¦n garantiza nuestra independencia estrat¨¦gica. ?Acaso podr¨ªa Europa haber contrarrestado con otras propuestas las v¨ªas preconizadas por EE UU sin su autosuficiencia alimentaria?
S¨ª, la PAC absorbe el 40% del presupuesto europeo, pero por el bien de toda la poblaci¨®n, por nuestra salud y nuestra independencia. Por eso defiende el Gobierno franc¨¦s la agricultura con la profunda convicci¨®n de que nuestra fuerza agr¨ªcola, agroalimentaria y rural, lentamente construida, es una baza fundamental para la Europa de hoy y de ma?ana y de que la PAC es una inversi¨®n esencial para el futuro de Europa y para las futuras generaciones.
Dominique Bussereau es ministro de Agricultura, Pesca y Alimentaci¨®n de Francia.
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