El fantasma Carod Rovira
?Qui¨¦n se acuerda de Xabier Arzalluz?Desde el final de la primera legislatura del PP y especialmente desde la firma del Pacto de Lizarra con ETA, el entonces presidente del PNV se convirti¨®, en el discurso del PP y en el de los medios de comunicaci¨®n que siguen su estela, aunque a veces se la marcan, en la mayor amenaza que se cern¨ªa sobre la unidad de Espa?a y sobre la estabilidad constitucional de la que hab¨ªamos disfrutado desde 1978. Xabier Arzalluz se ha esfumado del panorama pol¨ªtico sin que ninguna de las agoreras previsiones que se pusieron en circulaci¨®n se viera confirmada.
Pero como la derecha espa?ola parece no saber vivir sin identificar una amenaza para la unidad de Espa?a, apenas nos hemos olvidado de Xabier Arzalluz, tenemos en presencia otro enemigo de la unidad de Espa?a con el que tenemos que enfrentarnos, Josep Llu¨ªs Carod Rovira. Ahora no es del Pa¨ªs Vasco de donde procede la amenaza, sino que es Catalu?a el origen de la misma. Amenaza que no se manifiesta a trav¨¦s de la aprobaci¨®n de manera unilateral de una reforma estatutaria, como se hizo con el Plan Ibarretxe, sino que se expresa a trav¨¦s del chantaje al Gobierno espa?ol no s¨®lo en la reforma del Estatuto catal¨¢n, sino tambi¨¦n en muchas cosas m¨¢s, como los papeles de Salamanca, la reforma de la Ley Org¨¢nica del Poder Judicial y el trasvase del Ebro entre otras.
Espa?a e Inglaterra son los ¨²nicos Estados europeos que han mantenido sus fronteras desde hace 500 a?os
Carod Rovira pasar¨¢, como ha pasado Xabier Arzalluz, sin que se resquebraje Espa?a y sin que se vea afectada su estabilidad constitucional. Espa?a e Inglaterra son los ¨²nicos Estados europeos que han mantenido sus fronteras desde hace 500 a?os. Todos los dem¨¢s, en mayor o menor medida, se han estado rehaciendo de manera recurrente. Y a lo largo de esos 500 a?os hemos tenido ocasi¨®n de rompernos en bastantes ocasiones y en circunstancias sumamente dram¨¢ticas. Si la unidad de Espa?a pudiera ser puesta en cuesti¨®n por figuras como Xabier Arzalluz y Josep Llu¨ªs Carod Rovira, simplemente habr¨ªamos dejado de existir hace ya mucho tiempo.
No hay ninguna amenaza sobre la unidad de Espa?a. Hay un debate sobre la posici¨®n que cada uno de los territorios del Estado espa?ol quiere ocupar en la estructura de dicho Estado. Y el debate est¨¢ abierto con car¨¢cter general. Las formas de manifestaci¨®n del mismo en las Islas Baleares o en las Islas Canarias no se diferencian significativamente de la forma en que se est¨¢ manifestando en Catalu?a o incluso de la forma en que se manifest¨® en el Pa¨ªs Vasco con el plan Ibarretxe.
Este tipo de debates territoriales son siempre los m¨¢s dif¨ªciles de resolver constitucionalmente. En todos los pa¨ªses. Espa?a no es una excepci¨®n. Tampoco es el pa¨ªs donde el problema se exprese con mayor intensidad. En Europa en los ¨²ltimos 30 a?os hemos asistido a experiencias mucho m¨¢s desestabilizadoras que en Espa?a. Y en otros continentes tambi¨¦n.
Es un momento, por tanto, para mantener la cabeza fr¨ªa e intentar analizar cada propuesta en los t¨¦rminos en que ha sido formulada con base en dos criterios:
1? La constitucionalidad o no de la misma. No porque la Constituci¨®n sea sagrada, sino porque si se quiere reformar la Constituci¨®n, hay que seguir el procedimiento previsto en ella misma para su reforma o revisi¨®n y no se puede proceder de manera subrepticia mediante la reforma de los estatutos.
2? La funcionalidad de la misma para la operatividad del Estado auton¨®mico. La Constituci¨®n y los estatutos de autonom¨ªa no son compartimentos estancos, sino vasos comunicantes. La Constituci¨®n y los 17 estatutos de autonom¨ªa constituyen el llamado "bloque de la constitucionalidad", mediante el cual se define normativamente la estructura del Estado.
Quiere decirse, pues, que no basta con que las reformas estatutarias sean constitucionales, sino que adem¨¢s tienen que ser funcionales, esto es, tienen que hacer posible que el Estado auton¨®mico en su conjunto opere con el mismo o superior nivel de eficacia con que lo ha venido haciendo estos ¨²ltimos 25 a?os.
La constitucionalidad de la reforma es condici¨®n necesaria pero no suficiente para aceptar una propuesta de reforma. Habr¨¢ que analizar si con dicha propuesta se puede garantizar el ejercicio de los derechos por los ciudadanos y la prestaci¨®n de los servicios por las distintas administraciones de manera apropiada o no.
Hasta ahora el debate se ha centrado exclusivamente en el primer aspecto, pero a medida que los textos vayan siendo aprobados en los distintos Parlamentos auton¨®micos y sean enviados a la Comisi¨®n Constitucional del Congreso de los Diputados, se tendr¨¢ que tomar en consideraci¨®n el segundo. No se puede tener 17 respuestas diferentes para el ejercicio de la misma competencia sobre la misma materia. As¨ª no hay Estado que pueda funcionar.
Afortunadamente el debate va a comenzar por la reforma del Estatuto valenciano, que t¨¦cnicamente es bastante defectuosa y que va a exigir, en consecuencia, un trabajo de correcci¨®n notable a su paso por el Congreso de los Diputados.
Y afortunadamente a la vuelta de las vacaciones tendr¨¢ que enfrentarse por v¨ªa de urgencia en la Conferencia de Presidentes el problema de la sanidad, en el que nadie va poder pretender diferenciarse de los dem¨¢s. Ni en el ejercicio de la competencia ni en lo relativo a la financiaci¨®n de la misma.
En este oto?o vamos a estar debatiendo no sobre fantasmas, sino sobre propuestas concretas de reforma. Y de una manera jur¨ªdicamente ordenada. Con presentaci¨®n de propuestas articuladas, con enmiendas concretas a dichas propuestas y con un debate p¨²blico en torno a ellas. Est¨¢ claro que en ese debate habr¨¢ que ajustar todas las piezas del Estado auton¨®mico. Pero este trabajo es considerablemente menor y comporta muchos menos riesgos para la unidad de Espa?a que el que la sociedad espa?ola tuvo que hacer entre los a?os 1977 y 1982. Y en unas circunstancias econ¨®micas, pol¨ªticas y constitucionales mucho mejores. Ya est¨¢ bien de fantasmas.
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