Que aproveche, se?or Fabra

En llegando estos d¨ªas y tan bien armado como anda el term¨®metro, el cronista tienta el agua de la piscina, con fruici¨®n, aunque no sin cierto sentido de despilfarro, mientras echa una ojeada a la oferta cultural, deportiva y acad¨¦mica, de este verano. Pero ante la abundante y variopinta programaci¨®n, se muestra indeciso. No hubiera dudado, sin embargo, en asistir, siquiera de oyente o incluso de mir¨®n, a las cenas que ¨²ltimamente se le est¨¢n montando al se?or Fabra. Ni cree, con todos los respetos debidos, que haya festival alguno, ni juegos de playa, ni veladas nocturnas, que les lleguen a la altura de los zapatos. Han sido -o est¨¢n siendo, porque ya ni se sabe- el mayor espect¨¢culo de la Comunidad, y el se?or Fabra, una estrella. Una estrella que, en la primera edici¨®n de las dichas cenas, ya deslumbr¨® al presidente Camps, a tres consejeros y a todo un encantador surtido de cargos del PP, en su casa de Les Platgetes de Bellver, sin que empa?ara tanto esplendor el rigorismo cr¨ªtico -ya se ven¨ªa venir- de los representantes del PSPV y EU, Andr¨¦s Perell¨® y Gl¨°ria Marcos: ostentaci¨®n indecente o algo as¨ª, para el primero; y platillo para depositar los r¨¦ditos de los favores pol¨ªticos otorgados, para la segunda. La, por ahora, ¨²ltima cena del se?or Fabra, result¨® multitudinaria, aunque de inferior graduaci¨®n que la anterior: solo de vicepresidente para abajo. Pero en cualquier caso, y una por otra, vale aquel dicho, ahora s¨ª, m¨¢s popular que nunca: "De grandes cenas est¨¢n las diputaciones llenas". Al cronista le ha preocupado, la obsesi¨®n aparentemente enfermiza del se?or Fabra, con esa tabarra de que "se respete su presunci¨®n de inocencia hasta la ¨²ltima instancia", sin considerar que mayoritariamente la gente conoce su imputaci¨®n en algunos delitos contra la Administraci¨®n P¨²blica y en otro supuesto de naturaleza fiscal, pero en modo alguno le atribuye culpabilidad, que eso ya es funci¨®n y competencia de jueces y tribunales; si bien es cierto que a la vista de tantos trajines, se ventilen razonablemente sospechas, conjeturas, opiniones y recelos. El cronista que relee estos d¨ªa Los males de la patria de aquel maldito Lucas Mallada, que seg¨²n parece, tanto influy¨® en la generaci¨®n del 98, cita algunos de estos males inventariados por su autor, y que despu¨¦s de 115 a?os, a¨²n est¨¢n presentables: "La exagerada y ruinosa centralizaci¨®n; la torpe y larga tramitaci¨®n de expedientes; la lentitud y desorden de las obras p¨²blicas; la desnudez de nuestros montes; el empobrecimiento del suelo; el caciquismo; la ruindad de los partidos pol¨ªticos; la inmoralidad p¨²blica; el empobrecimiento del suelo; la falta de riegos; la inseguridad en los campos; la mala divisi¨®n de la propiedad y las inclemencias del cielo". ?Y qu¨¦ dir¨ªa aquel maldito ingeniero y escritor Lucas Mallada en los comienzos del siglo XXI, cuando en la d¨¦cada final del XIX dijo: "Hemos probado, hasta la saciedad, que somos una raza fuerte y ma?osa para destruir, d¨¦bil y torpe para remediar los males y progresar"? ?Y d¨®nde ir¨ªa a parar y c¨®mo lo pondr¨ªan, si contemplando el panorama de homenajes y de idas y vueltas a los juzgados, exclamara como exclam¨® en su tiempo: "Espa?a es un presidio suelto"? Pero qu¨¦ ideas ten¨ªa aquel maldito.