Balanzas fiscales: el todo por la parte
HAY MULTITUD de debates sobre el futuro sistema de financiaci¨®n auton¨®mica. Y continuar¨¢n al menos mientras se celebre la conferencia de presidentes de las comunidades aut¨®nomas con el presidente del Gobierno, despu¨¦s del verano. Muchas de las pol¨¦micas -por ejemplo, sobre el concepto de naci¨®n- son meros nominalismos que ocultan el conflicto de intereses econ¨®micos y los juegos de posiciones que conllevan las reformas estatutarias.
Una de las bazas que se est¨¢n jugando en este debate tiene por objeto los propios datos. Por ejemplo, el consejero de Econom¨ªa de la Generalitat de Catalu?a, Antoni Castells, denunciaba recientemente el ocultamiento de las cifras, la opacidad en los mecanismos de solidaridad. Para Castells, esos mecanismos son impl¨ªcitos: existen, pero no se saben y, por consiguiente, alimentan todo tipo de agravios comunitarios; no s¨®lo no se reconoce la solidaridad de algunos ciudadanos sobre otros, sino todo lo contrario: se dan falsas acusaciones de insolidaridad.
Es imposible hacer un debate pol¨ªtico serio sobre la financiaci¨®n auton¨®mica ante la disparidad metodol¨®gica con que se proporcionan los saldos fiscales. Datos y percepciones son distintos
En este punto llegamos al concepto de las balanzas fiscales de las comunidades aut¨®nomas. ?stas son un instrumento de informaci¨®n econ¨®mica en el que se explicitan los flujos fiscales que han tenido lugar entre una comunidad aut¨®noma y el resto de la naci¨®n en un periodo de tiempo determinado. Permiten analizar el impacto redistributivo regional de la actividad financiera del Gobierno central y la funci¨®n redistributiva que desempe?an las distintas regiones. El dato m¨¢s caracter¨ªstico que proporciona una balanza fiscal es el saldo fiscal regional, consistente en la diferencia entre los beneficios obtenidos y los costes soportados por cada regi¨®n; ello permite la caracterizaci¨®n de una comunidad aut¨®noma como contribuyente o como beneficiaria neta del entramado nacional de flujos fiscales.
Si ello es tan neto, ?c¨®mo no se dispone de un sistema consensuado de balanzas fiscales que permita objetivar el problema? A principios de a?o, visto el desorden que se estaba organizando, el vicepresidente econ¨®mico del Gobierno, Pedro Solbes, orden¨® la creaci¨®n de un comit¨¦ de expertos, siguiendo un encargo del Congreso de los Diputados, para fijar la metodolog¨ªa de elaboraci¨®n de las balanzas fiscales.
El primer problema est¨¢ en esta metodolog¨ªa. Seg¨²n datos proporcionados por algunos de los expertos que forman parte de ese comit¨¦ (Ezequiel Uriel, de la Universidad de Valencia, o Ram¨®n Barber¨¢n, de la Universidad de Zaragoza), que participaron la pasada semana en un curso sobre financiaci¨®n auton¨®mica organizado por la Fundaci¨®n BBVA y la Escuela de Periodismo UAM / EL PA?S, existen al menos 34 estudios sobre balanzas fiscales cuyos resultados arrojan grandes disparidades debido a las distintas metodolog¨ªas utilizadas. Las principales diferencias se dan en la selecci¨®n de ingresos y gastos a imputar, y en la selecci¨®n de los criterios de imputaci¨®n territorial de esos ingresos y gastos. "No se puede hacer un debate pol¨ªtico serio con tanta heterogeneidad metodol¨®gica", dijeron.
Las balanzas fiscales no se elaboran, al contrario de lo que han declarado algunos propagadores de ruidos, para los territorios, sino para los ciudadanos de esos territorios. Una balanza fiscal hace m¨¢s transparente la actuaci¨®n del sector p¨²blico y facilita el control democr¨¢tico. Pero -y aqu¨ª viene un segundo problema- no son el ¨²nico instrumento v¨¢lido para evaluar el sistema de financiaci¨®n auton¨®mica, porque no incorporan el conjunto de flujos interregionales ni los efectos a que dan lugar las distintas reglas del juego territoriales. Seg¨²n Barber¨¢n, hacer un uso absoluto de las balanzas fiscales implicar¨ªa "confundir la parte con el todo".
Pese a las limitaciones citadas, homogeneizar la elaboraci¨®n de las balanzas, para que ¨¦stas puedan ser utilizadas como elementos de informaci¨®n objetiva y no como armas de destrucci¨®n masiva entre las comunidades aut¨®nomas, y entre ¨¦stas y la Administraci¨®n central, es un elemento p¨²blico de primer orden. Para que no vuelvan a repetirse las pol¨¦micas est¨¦riles que impiden pasar de la primera fase de la discusi¨®n: la metodolog¨ªa de la misma.
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