Enso?aci¨®n
Estaba en el mar, sumergido en agua y lentitud, en hora casi tard¨ªa, la gente a lo lejos. Estaba delante de rocas y ¨¢rboles y tuve un rapto de optimismo. El inesperado encantamiento surgi¨® al evocar la ¨²ltima visita del lehendakari al Rey. Y la relacion¨¦ con la buena nueva -casi ya vieja- de que el PNV y EA no hubieran alcanzado la mayor¨ªa absoluta en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas. Porque, de ese modo, el intr¨¦pido plan Ibarretxe encall¨®. Y aunque est¨¦ Batasuna en el parlamento, esa presencia, extra?amente, parece menos inquietante que una victoria del famoso plan en las urnas. No es lo mismo, y quien bien lo sab¨ªa (y apost¨® por ese escenario) fue Zapatero. Una jugada maquiav¨¦lica, conectada a otra, ya m¨¢s quim¨¦rica. Una jugada si quieren, c¨ªnica, pero esa habilidad a veces presta buenos servicios en pol¨ªtica. Pues bien, el colof¨®n de mi optimismo acu¨¢tico brot¨® al constatar que el mismo lehendakari que hace tres meses patrocinaba un proyecto unilateral y excluyente, ahora afirma que todos los partidos vascos, todos, deber¨ªan pactar la nueva reforma estatutaria.
La otra pata de mi imprevista beatitud me vino desde Catalu?a. Porque llegu¨¦ a barruntar, con el agua al cuello, que ser¨ªa posible un estatuto suscrito tambi¨¦n por el PP. Un estatuto, claro, ajustado a la Constituci¨®n. Un texto en el que opino -como humilde jurista- que no puede figurar que Catalu?a es una naci¨®n porque eso contradice el art¨ªculo 2 de la Carta Magna. Porque una cosa es que Espa?a, coloquialmente, pueda ser denominada "naci¨®n de naciones" y otra, muy distinta, que la soberan¨ªa estatal encuentre cauces para su despiece. Luego le¨ª la noticia de la visita cautelosa, y acaso teatral de Carod a la Moncloa y entrev¨ª la paz. En el crep¨²sculo de la Plana intu¨ª un equilibrio cuasifederal que podr¨ªa durar una buena porci¨®n de a?os. Para dedicarnos luego a las cosas que importan: la sanidad, la integraci¨®n de los inmigrantes, la seguridad ciudadana... Y la siempre pendiente mejora de los ¨ªndices de lectura. Luego, en tierra, cerca ya de la noche, me empec¨¦ a tener por ingenuo, pero no del todo.
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