El muro de vallas
Yo, un chaval de 12 a?os, asist¨ª al concierto que ofreci¨® Barenboim en la plaza Mayor. Soy un gran aficionado a la m¨²sica, y cuando me enter¨¦ de la celebraci¨®n del recital, salt¨¦ de alegr¨ªa. El d¨ªa se?alado, acompa?ado de mi madre, tom¨¦ el metro hasta Sol. Ser¨ªan las 21.15 cuando llegamos a la plaza Mayor. Nos hab¨ªamos introducido all¨ª sin problemas, cosa que nos extra?¨®; eso s¨ª, todos los asientos estaban ocupados, pero encontramos un buen sitio detr¨¢s de unas vallas de las de toda la vida, a la derecha del escenario.
La vista era bastante decente. Vimos algunos asientos libres que estaban reservados, pero nadie los hab¨ªa ocupado. Preguntamos a un guardia de seguridad que, si se quedaban libres, pod¨ªamos ocuparlos. El encargado nos respondi¨® en tono altanero que estaban reservados para la Embajada brit¨¢nica y que hab¨ªa que dejar asientos libres por seguridad. Hoy no ten¨ªa un buen d¨ªa en el trato con personas. Esperando al comienzo del concierto me fij¨¦ en diversas cosas: hab¨ªa turistas alemanes abarrotando los "chiringuitos", la orquesta era berlinesa, pens¨¦ que s¨®lo faltaba el muro que, en efecto, no tard¨® en aparecer.
Llegaron varios guardias de seguridad y empezaron a colocar unas vallas granate de unos dos metros y medio delante de la gente que ten¨ªamos a la derecha. Acabaron vall¨¢ndolo todo. Les pregunt¨¢bamos: "?Por qu¨¦ hac¨¦is esto? ?Qui¨¦n os lo ha mandado? ?Qu¨¦ pasa, nos vais a echar cacahuetes o qu¨¦?".
Se limitaron a mirarnos con mala cara y decir que eran ¨®rdenes del "jefe". En el fondo, ellos eran s¨®lo unos mandados. Los espectadores nos indignamos. Estuvimos a punto de irnos, pero pensamos que Barenboim no ten¨ªa la culpa. Posdata: El concierto fue tan magn¨ªfico que se nos quitaron las ganas de tirar las vallas.
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