Ecolog¨ªa en el mercado de la droga
Las clases de la Universitat de L'Horta se desarrollan en la huerta de Campanar, ocupada por toxic¨®manos y 'camellos'
La primera imagen es la de un profesor explicando las caracter¨ªsticas de un molino hidr¨¢ulico del siglo XIV ante una veintena de alumnos, api?ados entre s¨ª, mientras en la pared de ese mismo molino, a unos cinco metros, un toxic¨®mano se dispone a encender un chino, probablemente de hero¨ªna. El yonqui no es la excepci¨®n sino la regla, porque junto a ¨¦l hay otros cinco, y si se suma a todos los toxic¨®manos que hay en un radio de quinientos metros, el resultado supera holgadamente cinco veces el n¨²mero de estudiantes.
El lugar, en gen¨¦rico, es la huerta de Campanar, en Valencia. En concreto, se trata del coraz¨®n del llamado hipermercado de la droga, un territorio agr¨ªcola dominado por los camellos senegaleses y por sus compradores.
Los estudiantes participan en la IV edici¨®n de la Universitat d'Estiu de L'Horta. El profesor ocasional es Eduard P¨¦rez, presidente vecinal de Campanar. P¨¦rez narra la historia del molino, que tiene un mural del siglo XVII en el que se recrea, en formato c¨®mic, el asedio de la poblaci¨®n de Salces (1639- 1640) durante la guerra por el Rosell¨®n; que es el primer molino hidr¨¢ulico de la comarca de L'Horta; que est¨¢ tapiado, porque hace un par de a?os alguien provoc¨® un incendio en su interior, y en cuyo muro hay un cartel con la foto de Manolo, "uno de los 28 muertos encontrados en la zona en los ¨²ltimos 15 a?os", asegura P¨¦rez.
La primera escena la completa un agricultor que aparece conduciendo un peque?o tractor, sortea a los alumnos y comprueba que el acceso a su campo est¨¢ bloqueado por la furgoneta de un toxic¨®mano. El agricultor, impasible, da marcha atr¨¢s, maniobra y accede a la huerta por otro lado.
Los protagonistas de la segunda imagen son los hermanos Mercedes y Jos¨¦ Reyes. A Mercedes la llaman "la ¨²ltima mohicana" porque vive permanente en su alquer¨ªa y su alquer¨ªa pertenece geogr¨¢ficamente al hipermercado de la droga. En sus campos se vende la mayor parte del caballo. La mujer tiene 80 a?os, una legi¨®n de gatos y perros y m¨¢s que a una mohicana recuerda a un soldado de Michael Caine en la pel¨ªcula Zul¨².
Mercedes tiene tambi¨¦n a su hermano Jos¨¦, octogenario, que la visita cada d¨ªa y que, aparte de suministrarle v¨ªveres, se encarga cada ma?ana, a eso de las siete, de despertar a los toxic¨®manos que duermen en la misma puerta de la casa. Uno de ellos, italiano seg¨²n Jos¨¦, se ha instalado m¨¢s o menos definitivamente en un cobertizo. Jos¨¦ se?ala sus pertenencias: Un carro de la compra, dos bolsas de pl¨¢stico y un paraguas.
Mercedes Reyes asegura que no tiene miedo; que est¨¢ harta de que le dejen el patio lleno de basura, roben todo lo que pueden y hagan peque?as hogueras debajo de su ventana ante la pasividad policial. Personalmente, nunca la han molestado.
Eduard P¨¦rez explica que la mayor¨ªa de agricultores no planta sand¨ªas, ni melones, ni "r¨¢banos de Campanar, porque no dejan ni uno". Los cultivos son sustituidos por chufa, que se respeta m¨¢s.
Dentro de poco, probablemente, no crecer¨¢ casi nada. La mayor¨ªa de los agricultores, como Milagros Campos, han vendido a las constructoras sus tierras y ¨¦stas han sido recalificadas. Lo ¨²nico que parece florecer realmente en Campanar es la especulaci¨®n. Hace dos a?os, dice P¨¦rez, la hanegada se vend¨ªa a 108.000 euros. Hoy cuesta 631.000.
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