Pop, rock y desarrollo
En las ¨²ltimas semanas, las estrellas del pop y del rock han tenido un protagonismo mucho mayor que los gobiernos, incluso que los del G-8 reunidos en Gleneagles, como impulsores del desarrollo, especialmente en ?frica. Esto tiene dos lecturas, una positiva y otra negativa. La positiva: la sociedad civil se preocupa por estos temas importantes y se moviliza, hasta el punto de arrastrar a los gobiernos de los ocho pa¨ªses m¨¢s poderosos del planeta. La negativa: los gobiernos no saben bien lo que tienen que hacer para promover el desarrollo y eliminar la pobreza.
Las dos lecturas son correctas. Y, en cierto modo, sorprendentes. Live Aid llevaba ya casi una d¨¦cada luchando por el aumento de la ayuda, pero con escaso ¨¦xito. Y los gobiernos han gastado grandes cifras de ayuda, pero los efectos han sido, hasta ahora, muy escasos. Los pa¨ªses que han dado un gran salto adelante en el desarrollo econ¨®mico o en la lucha contra la pobreza no lo han hecho gracias a la ayuda extranjera, sino a una estrategia nacional exitosa, como la de China o India: aprovechamiento de sus ventajas competitivas, atracci¨®n de inversiones extranjeras, diversificaci¨®n de su estructura productiva, impulso de tecnolog¨ªas m¨¢s avanzadas que las que ya ten¨ªan... Y gracias tambi¨¦n a reformas interiores dirigidas a promover el Estado de derecho (poco derecho al principio, es verdad, pero algo es algo, y por ah¨ª se empieza), unas garant¨ªas m¨ªnimas para la actividad productiva, algo de inversi¨®n en infraestructuras, una incipiente red de seguridad social y educaci¨®n... Lo dem¨¢s viene luego: altas tasas de ahorro (la gente, tambi¨¦n los pobres, comprende la necesidad de acumular para el d¨ªa de ma?ana), que financia una inversi¨®n creciente, trae nuevas tecnolog¨ªas y abre nuevos mercados y crea nuevas oportunidades. La gente empieza a pagar impuestos, lo que, si el Gobierno no es demasiado corrupto, permite seguir con la red de seguridad social y las infraestructuras...
Hay que pensar no en c¨®mo nos gustar¨ªa a nosotros ayudar, sino en c¨®mo les gustar¨ªa a ellos recibir la ayuda
A estas alturas parece bastante claro que la ayuda no promueve el crecimiento. Quiz¨¢ porque la gente se acostumbra a la sopa boba, a vivir sin trabajar y sin ahorrar. O porque los gobiernos acaban dependiendo de la ayuda exterior, no del producto nacional. O porque el dinero acaba en los bolsillos de pol¨ªticos y funcionarios corruptos. O porque la ayuda mata al propio producto: cuando hay hambre en una regi¨®n, la llegada de alimentos soluciona el problema, pero quita mercado a los agricultores vecinos, que acaban empobrecidos y dependiendo tambi¨¦n de la ayuda.
?Significa esto que los 50.000 millones de d¨®lares prometidos a ?frica por los gobiernos del G-8 para el a?o 2010 van a ser un despilfarro? No tienen por qu¨¦ serlo, aunque la ayuda sea menos ¨²til, o incluso m¨¢s perjudicial, de lo que puede parecer. Y es que hay cosas que s¨®lo la ayuda puede conseguir.
Los pa¨ªses africanos no van a poder reinventar las medicinas desarrolladas con gran esfuerzo y tiempo por las compa?¨ªas farmac¨¦uticas internacionales. O sea, la curaci¨®n de las enfermedades de millones de ciudadanos de esos pa¨ªses no va a depender de la industria nacional, sino de la ayuda exterior, tanto si la proporcionan directamente las empresas del sector como si la compran los gobiernos o las organizaciones no gubernamentales.
Del mismo modo, pocos descubrimientos se van a hacer con recursos africanos para aumentar la capacidad productiva de su agricultura: por ejemplo, nuevas variedades m¨¢s productivas y m¨¢s resistentes a las plagas. Esa investigaci¨®n hay que hacerla en los pa¨ªses avanzados, o en ?frica pero con recursos de los pa¨ªses avanzados. Y eso exige, de nuevo, ayuda, p¨²blica o privada.
Las consideraciones anteriores ponen de manifiesto que la ayuda debe estar muy bien pensada y dise?ada y coordinada: pocos francotiradores, por favor. Hay lugar, por supuesto, para la beneficencia:
si se produce una hambruna, habr¨¢ que correr en ayuda de los necesitados. Pero con cabeza: pensando no en c¨®mo nos gustar¨ªa a nosotros ayudar, sino en c¨®mo les gustar¨ªa a ellos recibir la ayuda, de modo que ellos salgan ganando, sobre todo en su capacidad productiva, en la creaci¨®n de puestos de trabajo y en el impulso al desarrollo y en el respeto a su dignidad.
Los ejemplos anteriores ponen de manifiesto tambi¨¦n que la ayuda, sobre todo la privada, debe integrarse en la estrategia de la empresa. Las compa?¨ªas farmac¨¦uticas pueden aportar dinero, por supuesto, pero es mejor que aporten lo que s¨®lo ellas tienen: el capital humano y organizativo necesario para la producci¨®n eficiente y barata de las medicinas que ?frica necesita. Y otro tanto vale para las restantes empresas. Y al final, como dec¨ªa el lema del G-8, haremos que la pobreza sea historia.
Antonio Argando?a es profesor de Econom¨ªa del IESE.
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