Bush elige juez
El presidente George W. Bush ha propuesto a un magistrado conservador republicano, John Roberts, para reemplazar a la juez Sandra Day O'Connor en el Tribunal Supremo de EE UU, m¨¢ximo catalizador de las actitudes sociales de ese pa¨ªs. El nombramiento de Bush, primero que hace para la m¨¢s alta instancia judicial, desatar¨¢ presumiblemente una batalla partidista antes de su confirmaci¨®n tras las preceptivas audiencias del Senado. Y no ser¨¢ el ¨²nico, dada la grave enfermedad del anciano presidente del Supremo, el juez William Rehnquist.
Desde que se conoci¨® la renuncia de O'Connor, una conservadora moderada, Washington se convirti¨® en escenario de una fren¨¦tica batalla de influencias. Bush ha sido sometido antes de su anuncio a un intenso cortejo por las dos alas de su partido. Se calcula que diferentes lobbies gastar¨¢n entre 50 y 100 millones de d¨®lares para hacerse o¨ªr a favor y en contra, antes y durante las audiencias de confirmaci¨®n de Roberts.
Los republicanos m¨¢s ultramontanos exig¨ªan al presidente -que ha pasado por encima de su amigo Alberto Gonzales, el fiscal general, y tampoco ha escuchado a quienes le ped¨ªan el nombramiento de una mujer- utilizar la vacante para volcar hacia la extrema derecha la suprema instancia judicial. Los m¨¢s moderados quer¨ªan a alguien capaz de inclinar la balanza entre las ramas conservadora y liberal del tribunal de nueve miembros, un papel arbitral muchas veces ejercido por la juez O'Connor, que fue nombrada por Ronald Reagan.
El nombramiento de jueces para el Supremo es un momento trascendental de la vida pol¨ªtica estadounidense y la decisi¨®n interior m¨¢s importante del segundo mandato de Bush. El alto tribunal es por antonomasia la instituci¨®n que moldea el perfil del pa¨ªs y sus miembros vitalicios acaban imponiendo valores retr¨®grados o progresistas sobre el conjunto de los ciudadanos. De ah¨ª la decisiva importancia del equilibrio interno de esta instituci¨®n. Adem¨¢s de tener la ¨²ltima palabra sobre todos los temas legales, es el foro de resoluci¨®n de las m¨¢s enconadas cuestiones sociales, desde el aborto a la pena de muerte o la separaci¨®n Iglesia-Estado. En los pr¨®ximos a?os pasar¨¢n previsiblemente por sus salas las uniones homosexuales o la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre. El Supremo es el ¨²nico brazo del poder que los conservadores no controlan todav¨ªa.
Poco se sabe sobre las capacidades para el cargo de John Roberts, de 50 a?os, cuya aprobaci¨®n presumiblemente pondr¨ªa el sello de Bush en el alto tribunal durante d¨¦cadas. A juzgar por las primeras reacciones dem¨®cratas, sin embargo, parece que el juez, pese a controvertidos puntos de vista sobre el aborto, encajar¨ªa sin problemas en la derecha civilizada. El Senado tiene ahora por delante el cuidadoso escrutinio de su curr¨ªculo y de sus actitudes b¨¢sicas respecto a los valores primordiales estadounidenses.
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