Contra las certezas, los libros
Dentro de la obra cr¨ªtica de Harold Bloom, este libro pertenece, al menos en sus dos primeras partes, a su etapa abiertamente divulgativa, si se toma el t¨¦rmino divulgaci¨®n en la m¨¢s estricta y noble de sus acepciones. Posee, al principio, un plano del todo accesible: ofrece al lector, en esas dos secciones, la posibilidad de tender una l¨ªnea delgada aunque coherente entre libros y corrientes a lo largo de casi tres mil a?os.
Esa l¨ªnea delgada es la pregunta expuesta en el t¨ªtulo. Se van as¨ª registrando las respuestas que a la interrogaci¨®n sobre la sabidur¨ªa han brindado ciertos textos y pensadores de la tradici¨®n occidental. Por supuesto, las respuestas no consisten en f¨®rmulas directas, sino en diversas modulaciones de la reflexi¨®n sobre la muerte, el destino, la libertad y el choque entre lo individual y lo colectivo, entre la salvaci¨®n y la contigencia. Son sentencias, frases, observaciones, aforismos, excelsos lugares comunes presentes -en ocasiones de modo contradictorio y beligerante- en los poemas hom¨¦ricos, la Biblia, Plat¨®n, Cervantes, Shakespeare, Montaigne, Francis Bacon, Emerson, Nietzsche, Freud o Proust. Bajo el prisma de la b¨²squeda contradictoria de lucidez radical -Goethe, Nietzsche, Freud- o de ¨¢spero consuelo -Homero, Montaigne, Emerson-, Bloom recorre las obras que brindan las experiencias m¨¢s altas "de la felicidad y el asombro". Siempre entre la hip¨¦rbole y el temblor, la irritaci¨®n y la veneraci¨®n, el "viejo volc¨¢n solitario" -como lo llam¨® Frank Kermode- exhibe su inagotable capacidad para transmitir fascinaci¨®n por la experiencia est¨¦tica de la b¨²squeda de la verdad.
?D?NDE SE ENCUENTRA LA SABIDUR?A?
Harold Bloom
Traducci¨®n de Dami¨¢n Alou
Taurus. Madrid, 2005
264 p¨¢ginas. 20 euros
Por fin, Harold Bloom dedica
la interesant¨ªsima y m¨¢s ardua tercera parte de este ensayo a la "sabidur¨ªa cristiana" de dos maneras visiblemente distintas. En El evangelio de Tom¨¢s desarrolla algo que ya hab¨ªa tratado en su gran libro sobre el "poscristianismo" norteamericano y pone en el coraz¨®n de las ideolog¨ªas religiosas estadounidenses actuales su cercan¨ªa con este texto de la vida de Jes¨²s que no pertenece a los cuatro evangelios can¨®nicos de San Juan, San Lucas, San Marcos y San Mateo. Por eso afirma: "La popularidad del Evangelio de Tom¨¢s entre los americanos es otro indicativo de que, como ya he argumentado antes, existe, de hecho, la religi¨®n americana: sin credo, ¨®rfica, entusiasta, protogn¨®stica, poscristiana". A¨²n reivindicando la carga de libertad de esta tradici¨®n, Harold Bloom advierte sobre sus consecuencias, patentes en los discursos de los "renacidos" pr¨®ximos a la Administraci¨®n de Bush y tambi¨¦n, hasta cierto punto e indirectamente, en la amenaza de transformaci¨®n definitiva de la "democracia americana" en una "plutocracia".
Sintom¨¢tico es el personaje con que Bloom elige concluir: "San Agust¨ªn como lector". Dos son los ¨¢ngulos "sapienciales" desde los que comentar la obra del fil¨®sofo; el del profeta pol¨ªtico y el del fundador de la sensibilidad occidental en el paradigma de la lectura. El profeta pol¨ªtico: "Lo que los comentarios del Cor¨¢n son para el Cor¨¢n lo es La ciudad de Dios para el cristianismo. Si Estados Unidos, en su papel de nuevo Imperio Romano, impone una paz romana o acaba cayendo como cay¨® Roma, lo que puede ser su historia y su defensa viene prefigurado en La ciudad de Dios de Agust¨ªn.
Despu¨¦s, al analizarlo como fundador del paradigma de la lectura, Bloom recoge, no por azar, la perspectiva del gran estudioso Brian Stock en un libro todav¨ªa no traducido al castellano: Augustine the reader: Meditation, self-Knowledge, and the ethics of interpretation (1996). De este modo, Agust¨ªn se transforma en una figura de "frontera" entre pasado y presente. Y desde esa frontera se clausura este libro. Situado "entre las antiguas obras del pensamiento griego, la religi¨®n b¨ªblica y la s¨ªntesis cat¨®lica de la Alta Edad Media", Agust¨ªn es, para Stock y para Bloom, quien nos ha ense?ado a leer, al ser "el primero en establecer la relaci¨®n entre lectura y memoria". Pensamos, concluye Bloom, porque "aprendemos a recordar nuestras lecturas de lo mejor que hay disponible en cada ¨¦poca".
Este remate, que parafrasea otra vez la c¨¦lebre definici¨®n de cultura del pensador victoriano Mathew Arnold, hace posible enlazar el final del libro con el principio: ?d¨®nde est¨¢ la sabidur¨ªa? Quiz¨¢ s¨®lo en la disposici¨®n a leer cr¨ªticamente; es decir, con el recuerdo del pasado vivo de nuevo, entre nosotros, en la letra impresa.
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