Selvas de papel
ESOS SANTUARIOS ¨ªntimos y confortables que son las librer¨ªas de peque?o y mediano tama?o, donde uno pod¨ªa hablar de libros con libreros que los hab¨ªan le¨ªdo, han ido desapareciendo de la faz de la tierra. No tanto porque se lea menos, ya que los libros siguen public¨¢ndose en abundancia, sino porque no pueden competir con las grandes cadenas como Barnes&Noble y Borders en Estados Unidos, o Gandhi en M¨¦xico.
Donde mejor defienden su existencia es en Espa?a. Hablando una vez en Valencia con el due?o de una de esas librer¨ªas me dec¨ªa que cada d¨ªa recibe treinta nuevos t¨ªtulos, una cantidad imposible de manejar, de modo que muchas de las cajas debe devolverlas sin abrirlas. ?Qu¨¦ viene dentro de esas cajas? Nunca se sabr¨¢.
Esta premura y esta abundancia determinan que un libro nuevo s¨®lo pueda quedarse por muy pocos d¨ªas en las vitrinas y en las mesas de novedades de las librer¨ªas de cualquier tama?o, antes de ser expulsado por la fuerza de la avalancha de los que vienen detr¨¢s. Pero hay algo m¨¢s inquietante: ?c¨®mo se orienta uno en esa espesa selva para distinguir entre lo que vale la pena leer y todo aquello que pronto entrar¨¢ en el reino del olvido?
En Am¨¦rica Latina la cr¨ªtica de libros es floja, escasa y en algunos pa¨ªses inexistente, de manera que no puede uno orientarse con esa br¨²jula, como es posible en Espa?a. Yo alguna vez us¨¦ el recurso de guiarme por el suplemento de libros de The New York Times, pero hoy me doy cuenta de que muchos de esos libros que compr¨¦ hace a?os y no alcanc¨¦ a leer -porque los lectores viciosos no leen todo lo que compran-, hoy nadie los recuerda.
De modo que para no perderme a veces en la espesa y frondosa selva, trato de utilizar diferentes recursos. El primero, no compro nunca best sellers, menos si traen portadas llamativas. Esto lo puede privar a uno de leer libros que a lo mejor son buenos, como me ocurre con El C¨®digo da Vinci, que a¨²n se vende como pan caliente.
Otra manera es confiarse en aquellas casas editoriales de probada tradici¨®n de calidad. Yo tengo mi lista. Pero la dificultad estriba en que, gracias al reinado del mercado, el concepto de literatura de calidad, que no siempre se vende bien, est¨¢ siendo arrinconado por el concepto de literatura de ¨¦xito inmediato. Cada vez menos, los editores aplican la regla de que los libros que se venden bien deben ayudar a subsistir a aquellos que se venden menos, de manera que los cat¨¢logos tengan un sabio equilibrio. Fue gracias a ese criterio que los libros de William Faulkner se publicaron en Estados Unidos antes de que le concedieran el Nobel. Faulkner vend¨ªa mucho menos que Hemingway, su contempor¨¢neo.
Leyendo las cr¨®nicas del pasado Festival de Cine de Cannes, me volv¨ª a encontrar con un t¨¦rmino que me parece muy atractivo: "cine de autor", m¨¢s profundo que el de "cine independiente". Se entiende por cine de autor el que proviene de aquellos realizadores que, sin atender las exigencias del ¨¦xito comercial, se empe?an en realizar una obra art¨ªstica verdadera. El padre de este g¨¦nero es Orson Welles. Su pel¨ªcula Ciudadano Kane nunca tuvo colas en las taquillas, desapareci¨® pronto de las carteleras y fue sepultada en las bodegas de la RKO. Pero resucit¨®. Hoy es considerada la mejor pel¨ªcula de todos los tiempos. ?No convendr¨ªa utilizar tambi¨¦n el t¨¦rmino "literatura de autor" para distinguirla de la literatura comercial que se vende como producto perecedero?
A veces se da la feliz coincidencia entre literatura de autor y literatura de mercado. El Club Oprah en Estados Unidos, por ejemplo. Oprah Winfrey recomienda peri¨®dicamente desde su famoso programa de televisi¨®n un libro, lo que hace a las editoriales premiadas correr a reeditarlo. Un mill¨®n de ejemplares al menos. Ha recomendado a Toni Morrison, a Garc¨ªa M¨¢rquez y ¨²ltimamente a Faulkner. La gente al menos se los lleva a sus casas, y alguna vez habr¨¢ de leerlos.
Pero el m¨¦todo para m¨ª m¨¢s seguro de llegar a un buen libro es a trav¨¦s de las recomendaciones personales. Los lectores llegan a formar verdaderas cofrad¨ªas de iniciados. Una noche en Madrid escuch¨¦ a Rosa Reg¨¤s hablarme con entusiasmo de la novela El ¨²ltimo encuentro, de Sandor M¨¢rai, un autor del que no hab¨ªa o¨ªdo nunca, y el entusiasmo de Rosa era m¨¢s que justificado. Fue a trav¨¦s de Garc¨ªa M¨¢rquez que llegu¨¦ a vivir el deslumbre de La casa de las bellas durmientes, de Kawabata. Es a trav¨¦s del "boca a boca", el "?ya le¨ªste...?", que un libro se abre paso en medio de la selva enmara?ada. Aunque los libros que al fin y al cabo valen la pena son aquellos que pasan de una generaci¨®n a otra de lectores; los libros que leyeron los padres le¨ªdos a su vez por los hijos, y si pasan a los nietos, a¨²n mejor. Los que se vendieron por fuerza de la propaganda y luego nadie vuelve a abrir, es como si nunca se hubieran publicado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.