Turandot hasta el fin

Nuria Espert no soporta el final feliz de Turandot: ni en pintura puede imaginarse a la cruel princesa china felizmente casada con Calaf, un tipo con suerte que gana su mano tras acertar los tres enigmas que a otros pretendientes les cost¨® la cabeza. En su montaje de la ¨²ltima e inacabada ¨®pera de Puccini -el mismo que inaugur¨® el reconstruido Liceo en 1999 y que ahora cierra la temporada del teatro con ocho funciones hasta el 30 de julio- la actriz y directora teatral catalana cre¨® un nuevo final en el que la princesa china acaba suicid¨¢ndose. No es una decisi¨®n caprichosa, sino fruto de una reflexi¨®n teatral que parte de una realidad que hasta los m¨¢s fan¨¢ticos admiradores de Puccini no tienen m¨¢s remedio que aceptar: el tradicional final feliz no funciona. No funciona en lo musical, porque, a pesar del buen oficio de Franco Alfano, el farragoso d¨²o final queda lejos de la inspiraci¨®n y el talento orquestador pucciniano. En lo teatral, la situaci¨®n es a¨²n m¨¢s decepcionante: hay que tener muchas tragaderas para imaginarse a la fr¨ªa, cruel y sanguinaria princesa derretida de amor por Calaf y s¨®lo por un beso. Para creerse esa s¨²bita transformaci¨®n har¨ªa falta esa m¨²sica so?ada por Puccini que la muerte le impidi¨® escribir. Seis a?os despu¨¦s de su estreno, sin los nervios ni la presi¨®n vivida en la hist¨®rica noche inaugural, Nuria Espert ha vuelto al Liceo a dirigir Turandot y ha visto c¨®mo su pol¨¦mico final levantaba ampollas en un sector del p¨²blico que le dedic¨® un sonoro abucheo.

Los abucheos a los directores de escena son la cosa m¨¢s normal del mundo en el ¨¢mbito oper¨ªstico, pero no todos saben soportarlo con la clase, la elegancia y la sonrisa que luci¨® Nuria Espert al salir a saludar. Ventajas de ser una gran dama del teatro. Por lo dem¨¢s, si algo qued¨® claro a lo largo de la representaci¨®n es que, salvo el dr¨¢stico cambio final, que chirr¨ªa con ese jubiloso y triunfal coro, el montaje gust¨® mucho y recibi¨® aplausos en cada final de acto. Algo l¨®gico, porque Espert firma un gran espect¨¢culo, de corte tradicional, con decorados monumentales, espl¨¦ndido vestuario, cuidada iluminaci¨®n y grandes movimientos de masas.

La labor de Giuliano Carella en el foso fue muy aplaudida. No fue una lectura especialmente refinada ni bien pulida en los acabados, pero obtuvo una contundente respuesta de la orquesta del Liceo con trazos vigorosos, colores brillantes y quiz¨¢ demasiada potencia. Vocalmente, la noche fue especialmente intensa, con una vibrante actuaci¨®n del coro y un reparto de alto nivel. De las dos sopranos debutantes, Barbara Frittoli es la que desat¨® m¨¢s pasiones con una interpretaci¨®n del personaje de Li¨´ de conmovedores acentos, bien rematada con pian¨ªsimos de poderoso efecto. En su primera encarnaci¨®n de Turandot, Luana de Vol opt¨® por una v¨ªa m¨¢s l¨ªrica de lo habitual, muy en la l¨ªnea de las primeras incursiones de Montserrat Caball¨¦ en el personaje. Como el resto de sus colegas, De Vol fue a m¨¢s a lo largo de la velada y compens¨® la falta de mayor peso dram¨¢tico con gran sentido musical. El tenor Franco Farina impuso sus muy consistentes medios en un Calaf de firmes agudos, algo tosco y de corto vuelo l¨ªrico, pero valiente y audible a pesar del fragor orquestal. Stefano Palatchi mostr¨® su acreditada solvencia en el personaje de Timur y, a pesar de ciertos titubeos, se impuso el buen hacer de Llu¨ªs Sintes, Francisco Vas y David Alegret en el tr¨ªo de ministros imperiales. Del resto del reparto, aplaudir el gran oficio de Josep Ruiz -un Emperador siempre audible- frente a la simple correci¨®n de Philip Cutlip como Mandar¨ªn.