Arena de playa
Nac¨ª y crec¨ª en una familia siempre fronteriza: en sus geograf¨ªas de origen, en los rumbos, en la riqueza y hasta la pobreza. Quiz¨¢ por ese motivo el Pe?¨®n del Cuervo, nuestra playa de cada verano, se encontraba en el l¨ªmite de M¨¢laga con el primer pueblo al este del litoral, justamente entre El Candado y La Ara?a.
Acaso se debi¨® tambi¨¦n a que, por aquel entonces, apenas hab¨ªa playas en la capital de la Costa del Sol, qu¨¦ cosas. El Pe?¨®n del Cuervo daba y a¨²n da nombre a una peque?a cala de cuyo nombre desconozco el origen. Puede que lo sepan los eruditos que en el mundo son, pero ya el cl¨¢sico de los cl¨¢sicos advirti¨® que la erudici¨®n enga?a. Si no cierta, estar¨ªa muy bien hallada la tradici¨®n que asegura que un d¨ªa se pos¨® all¨ª, en medio del mar, un cuervo desubicado s¨®lo para nombrarla.
Llegados a la playa, el padre clavaba la sombrilla con energ¨ªa y potencia admirables
La tradici¨®n asegura que un d¨ªa se pos¨® en medio del mar un cuervo desubicado
Aquel entonces fue el verano de 1967. El padre, fronterizo entre la riqueza, el rumbo y la pobreza, ten¨ªa un autom¨®vil, Renault 4 verde claro como los d¨ªas de agosto claros, que en ocasiones arrancaba gracias a una manivela a modo de starter futurista. De habernos visto, Marinetti hubiera alucinado en colores sepias. Antes de subir, al mediod¨ªa, nos ense?aba el padre a calibrar la direcci¨®n del viento como los grandes jugadores de golf, moj¨¢ndose con saliva el dedo ¨ªndice y clavando la sentencia: "Hoy sopla Poniente. Habr¨¢ oleaje". En nuestras vidas no hab¨ªa irrumpido Ana Obreg¨®n, y ya ¨¦ramos siete en el coche m¨¢s el kit de la ¨¦poca: sombrilla, cubos, palas, pelota y gafas de bucear. El Paseo Mar¨ªtimo de M¨¢laga, qui¨¦n lo viera, estaba reci¨¦n inaugurado y no lo recorr¨ªa un alma. Llegados a la playa, el padre clavaba la sombrilla con una energ¨ªa y potencia admirables, mientras la madre nos rociaba de crema hidratante pura y dura, protecci¨®n cero patatero. Y todos con el gorro en las cabezas, cuando todav¨ªa ten¨ªamos pelo.
El pe?¨®n del Pe?¨®n del Cuervo era una roca que se levantaba, mar mediante, a unos cuantos metros de la orilla. (Hoy sigue en pie, pero me cuentan que la naturaleza o el MOPU, Deus sive natura del siglo XXI, ha habilitado un camino de arena para llegar hasta all¨ª desde el transistor.) El cl¨¢sico escribir¨ªa, con erudici¨®n verdadera, que se trata de un farall¨®n. La playa era de arena oscura hasta el punto fronterizo en que los pies se topaban con las piedras, breves y leves, que limpian las calas de M¨¢laga. Seg¨²n la marea, en aquel entonces de 1967 pod¨ªa llegarse al farall¨®n caminando sobre el agua o a nado libre. Los adolescentes se arrojaban desde la roca para impresionar a las enamoradas, pero a nosotros s¨®lo nos impresionaba el padre con las gafas de buceo, primero perdido en el mar y despu¨¦s, a la hora del aperitivo, tomando su tinto con casera en un kiosco, aqu¨ª llamado chambao, que habilitaba en verano el aguador del predio. Las algas, las medusas, el alquitr¨¢n, que no nacieron ayer en las costas de M¨¢laga, completaban el cuadro.
Y, si hac¨ªa viento de Levante, los peces chapoteando en la misma orilla, a unos cuantos metros de nosotros y del pe?¨®n que daba nombre y sentido a la playa.
No s¨®lo la erudici¨®n: tambi¨¦n la nostalgia trata de enga?arnos en los casos perdidos en el laberinto del recuerdo, como es su deber art¨ªstico. A la vista de las fotos y la memoria, a uno le tienta quedar atrapado en lo que Ismael Serrano canta "la vac¨ªa pena del viajero que regresa". Mas el ¨²nico regreso que he de evocar de la playa del Pe?¨®n del Cuervo en 1967 es el de los siete en el coche, devorados por el apetito, hacia la casa donde tambi¨¦n se hospedaban dos estudiantes francesas en bikini s¨²bito, lo juro, que flotaban la econom¨ªa de una gente fronteriza. Lo ¨²nico cierto entonces es que las piedras salpicaban la avenida de aquella ciudad ahora irreconocible mientras maceraba un tiempo en que bajo los adoquines habr¨ªa arena de playa. Como en el Pe?¨®n del Cuervo.
Verano 2005
Javier La Beira (M¨¢laga, 1962) es fil¨®logo, cr¨ªtico literario, articulista y narrador. Ha publicado recientemente el libro de relatos Las estaciones del abandono.
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