Elogio de la estupidez
Recientemente se ha armado un gran revuelo en Tulsa, Oklahoma (EE UU), por una cuesti¨®n teol¨®gica. Todo ha sucedido en el recinto del zoo local, convertido, gracias a la pol¨¦mica, en una especie de Gran Teatro del Mundo. Resulta que los cristianos creacionistas estaban ofendidos no s¨®lo porque en las explicaciones del zoo se alud¨ªa demasiado a la teor¨ªa de la evoluci¨®n, sino porque la presencia de una estatua de Ganesha, el dios elefante hind¨², en la casa de los paquidermos significaba una clara discriminaci¨®n contra los cristianos.
Aunque desde Europa puede parecer un poco ex¨®tico -todav¨ªa-, la doctrina creacionista tienen gran relevancia en Estados Unidos e incluso se imparte en numerosas universidades. Para mantener a Darwin a raya se ense?a con pelos y se?ales c¨®mo fue la creaci¨®n del mundo exclusivamente a partir del relato b¨ªblico. Claro que estas universidades son, por lo general, de poco rango pero eso no quita que haya por todo el pa¨ªs m¨²ltiples asociaciones dedicadas a la defensa a ultranza de los textos de la Biblia, casen o no con los hallazgos de la ciencia.
Los cristianos creacionistas de Tulsa, en Oklahoma, se sienten discriminados por la presencia de una estatua de Ganesha, el dios elefante hind¨², en la casa de los paquidermos del zoo local
Una de estas asociaciones ha sido la que ha denunciado a la directiva del zoo de Tulsa en los tribunales y, adem¨¢s, ha ganado el litigio. Sin necesidad de privar a los elefantes de la compa?¨ªa del dios Ganesha el zoo ha sido obligado a dar precisa cuenta de la creaci¨®n de las cosas tal como las narra el G¨¦nesis b¨ªblico de modo que los visitantes puedan recordar c¨®modamente, mientras pasean entre cocodrilos y monos, los seis trabajosos d¨ªas de Dios antes de descansar. Como la condena esquivaba el tema del evolucionismo los responsables del zoo cre¨ªan solucionado el problema con ese improvisado empate entre Darwin y Dios.
Sin embargo, lo que parec¨ªa el final fue el inicio del drama puesto que algunos contribuyentes se lamentaron amargamente del sectarismo del zoo. ?Acaso Ad¨¢n y Eva pod¨ªan tener la exclusiva de procrear a la humanidad? ?Era l¨ªcito excluir, as¨ª tranquilamente, a los otros mitos de la creaci¨®n?
Parece que los primeros que se quejaron fueron los ciudadanos de las reservas indias americanas pr¨®ximos a Tulsa. ?Qui¨¦n se atrev¨ªa a afirmar que el antip¨¢tico y m¨¢s bien autista dios del G¨¦nesis b¨ªblico era superior a los sutiles esp¨ªritus Cherokee? No, desde luego, los responsables del zoo, que deb¨ªan velar para que reinara la armon¨ªa entre las distintas minor¨ªas.
En consecuencia, al lado de Darwin y Yahv¨¦, incorporaron al Gran Esp¨ªritu de los Cherokee creyendo, as¨ª, que se cerraba la controversia teol¨®gica. Y, no obstante, sus tribulaciones prosiguieron. Siendo abundante la comunidad china en Tulsa no era l¨®gico excluir de las explicaciones cient¨ªficas del zoo a los muy antiguos mitos chinos de la creaci¨®n. ?Eran tal vez estos menos atractivos que las correr¨ªas del Gran Esp¨ªritu o que las andanzas de Ad¨¢n y Eva por el Para¨ªso Terrenal?
Por supuesto que no. Los responsables del zoo, hombres inteligentes y conscientes de la ¨¦poca en que vivimos, incorporaron a sus folletos divulgativos los mitos chinos y, cur¨¢ndose en salud, anunciaron futuros a?adidos de modo que se llegar¨ªa a "seis o siete" mitos de la creaci¨®n. Lo pol¨ªticamente razonable, y lo teol¨®gicamente justo, ser¨ªa, por tanto, que el visitante viera las jirafas y simult¨¢neamente conociera los "seis o siete" procedimientos con que llegaron al mundo las jirafas.
Pero ya se hab¨ªa abierto la caja maldita y cada d¨ªa era m¨¢s dif¨ªcil cerrarla. ?C¨®mo pod¨ªan atreverse los irresponsables responsables del zoo a explicar "seis o siete" maneras de fabricar jirafas cuando hab¨ªa habido centenares de mitos de la creaci¨®n en la historia del mundo? ?Qu¨¦ pasaba con el Huevo C¨®smico y con la Serpiente Encantada y con la Rana Gigante? Era obvio que se pretend¨ªa discriminar tradiciones muy respetables.
Desesperados, los directivos del zoo de Tulsa convocaron un gran congreso internacional en el que se fijar¨ªa definitivamente el n¨²mero de mitos creativos, no fuera a pasar que viendo un ni?o a una jirafa se le deformara con respecto a la verdadera naturaleza de las mismas. Si el padre le pod¨ªa contar al hijo los centenares de mitos sobre el advenimiento de la jirafa quiz¨¢ no se avanzar¨ªa nada en el conocimiento de dicho animal pero, al menos, ya nadie podr¨ªa decir que se siente excluido.
Tras el congreso no hab¨ªa m¨¢s quejas. Todo marchaba sobre ruedas hasta que alguien ha recordado que los gastos del gran congreso correr¨ªan a cargo del erario p¨²blico y que, despu¨¦s de todo, la soluci¨®n m¨¢s sencilla era volver al antiguo folleto, que, sin demasiadas florituras, hab¨ªa explicado con claridad c¨®mo era una jirafa a varias generaciones.
Ahora en el zoo de Tulsa el galimat¨ªas es tal que ya nadie sabe qu¨¦ hacer, a excepci¨®n de los creacionistas, los cuales, como es sabido, conocen exactamente el a?o en que se inici¨® la creaci¨®n. Cuando yo era estudiante en la Universidad de Barcelona hab¨ªa un catedr¨¢tico que lo hab¨ªa contado: el a?o 4523 A. C. Y se jubil¨® con la medalla de oro de la universidad.
Ganesha a¨²n se r¨ªe.
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