Testigos de la tragedia
Una de las hijas del jefe del ret¨¦n le oy¨® gritar, mientras hablaban por tel¨¦fono: "?Salid de ah¨ª!". Nunca m¨¢s volvi¨® a escucharle
El incendio de Guadalajara no se ha apagado en la memoria de la gente del lugar. Tardar¨¢ en hacerlo. Habr¨¢ quienes se sigan preguntando durante mucho tiempo c¨®mo es que un hombre como Pedro Almansilla, agente forestal, 54 a?os, casado, padre de dos hijas, dada su experiencia, sus conocimientos, su dominio del terreno, decidi¨® llevar al ret¨¦n de Cogolludo hacia ese barranco, hacia el Rinc¨®n del Jaral, sin aceptar las sugerencias de quienes desaconsejaron que lo hiciera. Pedro era un hombre demasiado seguro de s¨ª mismo en lo que afecta al monte y a todo lo relacionado con sus alrededores. All¨ª se cri¨®, "all¨ª le salieron los dientes llev¨¢ndoles agua a los trabajadores de la repoblaci¨®n", cuenta un vecino. Pedro era meticuloso en su trabajo, obsesivo en los detalles y duro en el trato cuando la situaci¨®n lo demandaba. Era un hombre fuerte, bien preparado, s¨®lido, directo. Su timbre de voz sonaba con rotundidad cuando era necesario. Quienes le acompa?aban sab¨ªan de sobra que no se le escapaba ning¨²n detalle, que quer¨ªa saber siempre d¨®nde estaba en todo momento cada miembro que participaba bajo sus ¨®rdenes en una operaci¨®n. A Pedro no le tocaba trabajar aquel fin de semana, pero lo hizo porque se hab¨ªa declarado el incendio y ¨¦l no sab¨ªa estar al margen en esas circunstancias. Dej¨® a su mujer en casa a mediod¨ªa y se puso al mando del ret¨¦n m¨¢s pr¨®ximo, como le corresponde a quien es coordinador de zona. No comi¨®. Cada poco tiempo llamar¨ªa por tel¨¦fono para tranquilizar a la familia. Esa era su costumbre. En la ¨²ltima llamada, desde el Rinc¨®n del Jaral convertido en una emboscada de fuego, una de sus hijas le not¨® asombrado por lo que estaba sucediendo. Dijo que nunca hab¨ªa visto nada igual. De pronto le oy¨® chillar: "?Salid de ah¨ª!", "?salid de ah¨ª!". Y nunca m¨¢s volvi¨® a escucharle.
El fuego sorprendi¨® a los agentes forestales cuando intentaban huir de las llamas
Una de las hijas del jefe del ret¨¦n le oy¨® gritar, mientras hablaban por tel¨¦fono: "?Salid de ah¨ª!". Nunca m¨¢s volvi¨® a escucharle
Muchos siguen hablando de Pedro, una semana despu¨¦s de su muerte, como hablan de Luis Solana, de Jes¨²s Juber¨ªas, de Sergio Casado, de Jorge Mart¨ªnez, de Mercedes Vives, la ¨²nica mujer del ret¨¦n, homenajeada por 300 vecinos en su pueblo de Humanes, de Julio Ballano, Jos¨¦ R¨®denas, Marcos Mart¨ªnez, Alberto Cemill¨¢n, Manuel Manteca. Ellos formaban el ret¨¦n de Cogolludo, a cuyo mando se puso Almansilla. Once muertos siempre ser¨¢n demasiados en cualquier lugar del mundo, pero en los alrededores de Riba de Saelices, donde la densidad de poblaci¨®n es veinticinco veces m¨¢s baja que la media espa?ola, donde se cuentan dos habitantes por kil¨®metro cuadrado, la desaparici¨®n de hombres j¨®venes deja un reguero de pena infinita y una amargura que ser¨¢ dif¨ªcil de hacer desaparecer entre familiares, amigos y conocidos. Los vecinos se preguntan todav¨ªa por qu¨¦ Pedro los llev¨® a la ratonera. Unos le disculpan, dada la inclemencia de la jornada con vientos de m¨¢s de 50 kil¨®metros por hora y un calor sofocante. Otros le critican por adoptar una decisi¨®n que se prob¨® err¨®nea. Hay detalles que corren de boca en boca sobre lo que sucedi¨® momentos antes de que el ret¨¦n entrara en la ratonera, cuando un coche se interpuso a su paso, cuando hubo algunas palabras fuertes, cuando alguien crey¨® escuchar esa frase de "los valientes son los primeros que mueren" que a¨²n no tiene due?o, pero que circula de pueblo en pueblo como una sentencia. El incendio dejar¨¢ tambi¨¦n ese tipo de secuelas personales adem¨¢s de un paisaje de ceniza donde antes hab¨ªa un territorio deslumbrante.
De aquella escena s¨®lo queda un testigo, Jes¨²s Abad, un contratado de 44 a?os, encargado de conducir uno de los veh¨ªculos autobomba. Ser¨ªan cerca de las cinco de la tarde del domingo 17 de julio cuando el fuego atac¨® a los hombres de Pedro Almansilla. Dos horas despu¨¦s, un helic¨®ptero deposit¨® a dos guardias civiles en la zona para que hicieran un reconocimiento de lo sucedido.
El paisaje hab¨ªa cambiado radicalmente: una hondonada plagada de jaras y salpicada de pinos era ya una pradera humeante, un desierto negro, donde no era dif¨ªcil orientarse. Uno de los guardias fue informando de lo que ve¨ªa a su paso: primero, un todoterreno con un cad¨¢ver en el asiento trasero, m¨¢s tarde un segundo todoterreno con tres cad¨¢veres a su alrededor. La sensaci¨®n que tuvieron es que todos los hombres fueron sorprendidos mientras intentaban huir dada la posici¨®n de los veh¨ªculos. Un tercer coche daba muestras de haber chocado con un muro de piedra: dos cad¨¢veres quedaban dentro y cuatro fuera. Contaron 11 cad¨¢veres. Se despej¨® alguna duda acerca de la composici¨®n de ese grupo al mando de Almansilla: se hab¨ªa llegado a hablar de la desaparici¨®n de 14 hombres, que es el equivalente a dos retenes, por el hecho de que cada ret¨¦n est¨¢ formado por siete miembros, adem¨¢s de dos forestales, y este grupo era m¨¢s numeroso. Aquellos guardias civiles, a quienes el helic¨®ptero dej¨® en el lugar de los hechos porque deb¨ªa repostar ofrecieron el primer balance de v¨ªctimas, la certificaci¨®n de que la tragedia era un hecho, de que Riba de Saelices pasar¨ªa a la historia por haber sido escenario del incendio con m¨¢s desgracias personales de los ¨²ltimos 20 a?os.
Un incendio que comenz¨® oficialmente a las 14.50 horas del s¨¢bado 16 de julio en un lugar denominado Cueva de los Casares, al que se accede desde el llamado Valle de los Milagros, despu¨¦s de que nueve excursionistas dieran cuenta de unas chuletas en una de las ocho barbacoas de piedra instaladas en el lugar. Antes hab¨ªan visitado los restos paleol¨ªticos de la cueva, conducidos por Emilio Moreno, 51 a?os, gu¨ªa de la zona. Hab¨ªan llegado desde Madrid en tres autom¨®viles sobre las diez y media de aquella ma?ana. La visita dur¨® varias horas. Seg¨²n la versi¨®n del gu¨ªa, les advirti¨® del peligro de encender lumbre tal y como estaba el d¨ªa y la sequedad del terreno cuando vio, hacia el mediod¨ªa, que ya estaban preparando el fuego. Adem¨¢s, Moreno se hab¨ªa percatado de que se hab¨ªa levantado un fuerte viento. "Los de ciudad se creen que los de pueblo somos muy tontos", razonaba el gu¨ªa d¨ªas despu¨¦s ante los medios de comunicaci¨®n. "De todas formas, yo no ten¨ªa autoridad para prohibirles hacer fuego". Uno de los presuntos causantes del incendio, un hombre de 57 a?os, residente en Madrid y conocedor de la zona seg¨²n su propia manifestaci¨®n, ha sido imputado y est¨¢ a la espera de recibir una citaci¨®n judicial. Este hombre reconoci¨® parte de los hechos, aunque, en una segunda declaraci¨®n, acompa?ado de abogado, habl¨® de haber escuchado una explosi¨®n a sus espaldas. Dos d¨ªas despu¨¦s, la Junta de Castilla-La Mancha dict¨® un decreto mediante el cual se prohib¨ªa encender fuegos incluso en lugares instalados para ello. Demasiado tarde para Riba de Saelices y sus alrededores. Demasiado tarde para el ret¨¦n de Cogolludo.
Los detalles corren de boca en boca por los pueblos afectados por la cat¨¢strofe a la misma velocidad del fuego, porque en el caso de este incendio son numerosos los testigos: est¨¢ Emilio Moreno que vio, atendi¨® y advirti¨® a los excursionistas. Est¨¢n los propios excursionistas, identificados y alguno de los cuales ha prestado declaraci¨®n. Est¨¢n quienes vieron moverse a Pedro Almansilla al mando del ret¨¦n y quienes presenciaron sus intentos de reclutar m¨¢s gente. Est¨¢n quienes dicen que escucharon su airada conversaci¨®n con otros vecinos antes de adentrarse en el barranco del Jaral. Hay quienes escucharon unas explosiones. Est¨¢ el testigo vivo de aquella expedici¨®n al infierno. Precisamente porque todos estuvieron alerta, precisamente porque la gente se conoce en lugares como ese, donde la poblaci¨®n escasea y los pueblos no llegan a los 100 ha-
bitantes, ser¨¢ muy dif¨ªcil convencerles de que se hizo todo lo posible por evitar que el fuego campara a sus anchas durante el s¨¢bado y amaneciera el domingo due?o de la situaci¨®n.
Los vecinos fueron testigos de que durante horas, durante casi todo el s¨¢bado, apenas vieron actuar retenes en cantidad suficiente, apenas se pusieron en funcionamiento los medios mec¨¢nicos de que dispone la diputaci¨®n y apenas sobrevolaron la zona medios a¨¦reos: nunca m¨¢s de un helic¨®ptero y un hidroavi¨®n juntos durante el s¨¢bado.
En las dos primeras horas, s¨®lo escucharon a un helic¨®ptero, un Kamov del Ministerio de Medio Ambiente que s¨®lo pudo hacer dos descargas porque perdi¨® el dep¨®sito de agua, as¨ª que, a partir de ese momento, desde Castilla-La Mancha pidieron m¨¢s medios a¨¦reos a Madrid. Lo hizo el t¨¦cnico de base de Villares de Jadraque, que se encargaba de la coordinaci¨®n. Madrid autoriz¨® dos aviones anfibios, dos Canad¨¢-air CL215T, que pueden llegar a soltar hasta 5.500 litros de agua. Uno deb¨ªa salir de la base de Torrej¨®n (Madrid). El otro de Los Llanos (Albacete). Ambos aviones anfibios pertenecen al Ministerio de Defensa. Sin embargo, el de Los Llanos no despeg¨® por sufrir problemas en el tren de aterrizaje. Castilla-La Mancha dio, entonces, orden a su helic¨®ptero aparcado en Cuenca de integrarse en el operativo, porque en esos momentos s¨®lo se estaba combatiendo el fuego con un hidroavi¨®n cuando se hab¨ªa tratado de hacerlo con, al menos, un helic¨®ptero y dos aviones. El helic¨®ptero de Guadalajara intent¨® volver al incendio, pero segu¨ªa teniendo problemas. Se quiso reclutar a dos aviones m¨¢s de la base de Zaragoza, pero estaban ya en otro incendio. Las nuevas peticiones de helic¨®pteros no tienen ¨¦xito. A las 17.45, Medio Ambiente dio salida al ACO desde la base de la Iglesuela, en Toledo. El ACO (Avi¨®n de Coordinaci¨®n y Observaci¨®n), "es un avi¨®n que sobrevuela la zona afectada, que env¨ªa fotograf¨ªas en tiempo real y cuya informaci¨®n permite a los t¨¦cnicos de Madrid calibrar la entidad real de un incendio", seg¨²n un experto. "Este aparato se puso en marcha hace a?os, cuando se convirti¨® en un vicio por parte de algunas comunidades aut¨®nomas el exagerar la magnitud de algunos incendios para solicitar m¨¢s medios a Madrid. Con ayuda de este avi¨®n se puede determinar si las ayudas que se solicitan son adecuadas o no". Llegaran a las conclusiones que llegaran, lo cierto seg¨²n los documentos (que ejercen tambi¨¦n como testigos del incendio) es que aquel s¨¢bado s¨®lo resultaron efectivos un helic¨®ptero y un hidroavi¨®n. A las nueve de la noche, se hizo el silencio en los cielos. Qued¨® el sonido inconfundible del fuego devorando pinos. La Guardia Civil hab¨ªa evacuado Ciruelos, Mazarete y Tobillos, cuyos vecinos fueron alojados en Maranch¨®n. A las 7.24 de la ma?ana siguiente sali¨® el helic¨®ptero de Cuenca y media hora despu¨¦s el de Guadalajara. A los dos aparatos les acompa?aron dos hidroaviones, el de Torrej¨®n y el de Los Llanos. No hubo, pues, ninguna variaci¨®n sobre el plan del s¨¢bado salvo el hecho de que el helic¨®ptero y el hidroavi¨®n que se hab¨ªan averiado ahora pod¨ªan operar. Sin embargo, el de Guadalajara sigui¨® con problemas. A las 11.23 el 112 de Castilla-La Mancha pidi¨® m¨¢s aviones. Se envi¨® uno desde Zaragoza.
Al mediod¨ªa, la situaci¨®n no hab¨ªa cambiado en los cielos, pero en tierra el fuego avanzaba a toda velocidad. Es entonces cuando Pedro Almansilla trata de seguir reclutando gente sin ¨¦xito y decide enfrentarse contra el fuego en el barranco del Jaral, a pesar de que dicen que no lo haga. Es muy dif¨ªcil discutirle a Pedro en momentos de tensi¨®n, donde sabe moverse con mucha autoridad. Por entonces, en tierra ten¨ªan una visi¨®n un tanto apocal¨ªptica del fuego. "Las pi?as sal¨ªan disparadas y propagaban a¨²n m¨¢s el fuego. Ve¨ªamos animales como jabal¨ªes o venados, convertidos en bolas de fuego que contribu¨ªan a extenderlo en su carrera mortal", recuerda un vecino. Los escasos medios a¨¦reos tambi¨¦n ten¨ªan dificultades por efecto del fuerte calor y del viento. "En esas circunstancias se producen turbulencias terribles", dice un piloto. "El fuego en un minuto recorre m¨¢s de un kil¨®metro. Las descargas se hacen a m¨¢s altura y pierden eficacia".
Horas despu¨¦s, mientras negocian el env¨ªo de un tercer avi¨®n, la tragedia se ha consumado. Los 14 desaparecidos son 11 muertos confirmados y un superviviente, un testigo de aquello, que informa verbalmente. Un testigo que no dir¨¢ m¨¢s de lo que ya ha dicho.
A pie desde el infierno
Jes¨²s Abad sali¨® por su propio pie del infierno y tuvo la calma suficiente, el aplomo dicen quienes le vieron en esos momentos, para informar al 112 del siniestro y de sus consecuencias. De sus labios sali¨® la primera informaci¨®n de la existencia de cad¨¢veres. Llam¨® a las 17.27 del domingo para avisar del accidente. En una tercera llamada, a las 17.53, advirti¨® de que hab¨ªa visto tres cad¨¢veres. Jes¨²s sufr¨ªa quemaduras en el rostro y en los brazos, adem¨¢s de un fuerte golpe en las costillas, pero el instinto le llev¨® a salir del lugar caminando, con pasmosa tranquilidad, algo ausente quiz¨¢s, seg¨²n cuentan algunos testigos: en aquellos primeros momentos, a Jes¨²s le preocupaba haber perdido una c¨¢mara digital. Horas despu¨¦s, m¨¢s tranquilo, acostado en una cama de la s¨¦ptima planta del hospital de Guadalajara, cubierto su rostro por un vendaje, como si se presentara como un testigo an¨®nimo de lo sucedido, Abad habl¨® para TVE y dijo: "Creo que el hurac¨¢n de fuego nos vio y dijo: vosotros sois m¨ªos. Vino a por nosotros porque estaba muy lejos, estaba muy lejos y de buenas a primeras hab¨ªa un humo negro, ya de llama y empiezas a temer, dices esto ha cambiado, esto se ha vuelto. Y la siguiente vez que volvimos la cabeza asomaban ya las llamas y ya, pues a montar a los coches para salir y no nos dio tiempo, nos enganch¨®. Hubo una especie de ola gigante, pero de fuego".
Jes¨²s Abad arranc¨® el cami¨®n envuelto en una ola de calor y en medio de la oscuridad del humo. El resto del ret¨¦n corri¨® hacia sus veh¨ªculos para salir del lugar, pero el fuego actu¨® como un lanzallamas y abras¨® a los veh¨ªculos total o parcialmente. Jes¨²s, sin visibilidad, no pudo evitar que su coche autobomba acabara en un barranco y volcara. Ese accidente fue su salvaci¨®n: escap¨® por la ventanilla del copiloto y se resguard¨® debajo del segundo cami¨®n, donde el agua que se desprend¨ªa del dep¨®sito moj¨® su cuerpo y actu¨® como protecci¨®n contra el fuego. Esparcidos por el lugar hab¨ªa seis veh¨ªculos, total o parcialmente alcanzados por el fuego y once cad¨¢veres, unos dentro de los coches, otros fuera.
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