La melaza asesina
Lo terrible de conciertos como el del viernes es que te hacen replantearte si era real lo que ve¨ªas en los discos cl¨¢sicos de determinados artistas. Piensas en Roberta Flack y, aparte de media docena de canciones penetrantes, se te ocurren conceptos como "profundidad", "intimidad", "clase". Bien, esas cualidades est¨¢n ausentes de su show de 2005; uno termina sospechando que eran igualmente impostadas en los elep¨¦s que sacaba con Atlantic. ?No! Puede que sea el "s¨ªndrome Las Vegas". Lo que contemplamos es una eficiente m¨¢quina del showbiz, dispuesta a caer bien desde el primer minuto. As¨ª que se suceden las muestras de buenrollismo, las invocaciones a Madrid, las simplonas complicidades con el respetable, las alabanzas a "la paella y los chipirones". Se podr¨ªa sospechar que nos est¨¢ tratando como paletos. Pero no, seguro que hace algo similar en Chicago y en Par¨ªs.
Roberta Flack
Roberta Flack (voz, piano) y banda. Veranos de la Villa. Conde Duque. Madrid, 22 de julio.
Pong¨¢monos en lo mejor: en alg¨²n momento de su carrera, Roberta decidi¨® cambiar sinceridad por superficialidad; probablemente, no crey¨® que estaba abarat¨¢ndose. De hecho, se presenta con una banda de muchos quilates, tipos que seguramente estuvieron entre los mejores de su promoci¨®n en Berklee o instituciones similares; adem¨¢s, tambi¨¦n cantan. Pero tocan relamido, se deleitan en unos arreglos agobiantemente blandos, parecen no querer salir del rhythm and blues plastificado (imaginen un bucle con los peores discos de Kiss FM).
Arturo Tapin, el saxofonista (?y flautista!), parece haber recibido clases particulares de Kenny G. El teclista, Shelton Becton, despacha esos fondos sint¨¦ticos que uno cre¨ªa que ya estaban considerados como materia delictiva. El vocalista, Antonio Terry, es pura exhibici¨®n y cero pasi¨®n. Uno desea que los tres desaparezcan del escenario y Roberta se quede con lo m¨ªnimo, con la secci¨®n r¨ªtmica y el guitarrista. No, tampoco eso valdr¨ªa: Sherrod Barnes, que ya nos hab¨ªa obsequiado con t¨®picos spanish en la, ?ejem!, bien intencionada versi¨®n de Angelitos negros, se desata con un n¨²mero que suena a pirotecnia para cerrar una convenci¨®n de guitarristas.
Resulta evidente que Roberta ya no distingue entre lo genuino y lo artificioso. Hace un decente Will you still love me tomorrow pero masacra The first time ever I saw your face. Aunque parezca imposible, quita sensualidad a Feel like makin' love y despoja de su magia a Killing me softly with his song. S¨ª, es astuta en la estructuraci¨®n del recital: un r¨¢cano bloque de 12 canciones que completa con cuatro tandas de bises. Ha triunfado, sin duda, pero ni su querido Donny Hathaway ni Marvin Gaye -evocado en la ¨²ltima canci¨®n- tendr¨ªan motivos para sentirse orgullosos.
Babelia
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