Vuelve el ovni
El calor, la noche, las ventanas abiertas, las estrellas rodeando las pantallas de los cines de verano. Nunca estamos tan cerca de otros mundos como en estas noches al aire libre. Es el momento de mirar al cielo y ver pasar una nave espacial o un platillo volante aterrizando en nuestra urbanizaci¨®n. Con el buen tiempo se sale de casa, y salir de casa siempre agranda los horizontes, incluso los miedos. Marte, la Luna, planetas remotos, inteligencias inconcebibles. Necesitamos medirnos y compararnos con alguien, pero ese alguien ?d¨®nde est¨¢? Dejemos que por un rato vuelva el ovni. Seguramente este cuerpo extra?o lo hemos inventado para romper la rutina, la comodidad y para poder sentirnos tan atrasados, peque?os y vulnerables como en realidad somos. Para poder vernos desde fuera.
Vuelve el ovni. Y no es un decir. Aquellos platillos volantes de los a?os cincuenta visten nuestro cielo de verano con un toque retro. ?Por qu¨¦ ser¨¢? Esta semana Canal+ ha emitido el documental, Vigilad los cielos, c¨¦lebre frase del cl¨¢sico del g¨¦nero, El enigma... de otro mundo (1951). En las salas tenemos la ¨²ltima entrega de Spielberg, La guerra de los mundos. Y La Casa Encendida ha programado un ciclo de aquellas legendarias pel¨ªculas en que ¨¦ramos visitados sin pedir permiso, a veces con muy malas intenciones. Lo confieso, me gustan. Ya sabemos que algunas eran terriblemente malas. Pero otras conservan un encanto irresistible, sobre todo porque son hijas ¨²nicas de su tiempo. Jam¨¢s volver¨¢ a hacerse Ultim¨¢tum a la tierra (1952). Ya nadie se atrever¨ªa en serio a hacer aterrizar el herm¨¦tico y compacto platillo de Klaatu, el extraterrestre que cambia su ingenua vestimenta sideral por traje y corbata para mezclarse con nosotros, terr¨ªcolas asustadizos e irreflexivos. ?Qu¨¦ puede pensar Klaatu de la preparaci¨®n de unos soldados que nada m¨¢s descender de la nave solo y desarmado se ponen tan nerviosos que le pegan un tiro? Menos mal que trae con ¨¦l a Gort, un robot serio e imponente, que se limita a hacer su trabajo. Muy distinto de ese otro robot (Robby), m¨¢s polivalente y festivo, de Planeta prohibido (1955). Qu¨¦ sentido del humor y qu¨¦ historia tan bien trabada la de Planeta.... Esos mundanos astronautas-marineros (sus trajes no tienen desperdicio) que llegan al planeta Altair-4 y se encuentran con la candidez de la bella Altea (a quien Robby surte de un guardarropa decididamente minifaldero) y la oscuridad del doctor Morbius, su padre. Ese colorido, frente a la sobriedad del blanco y negro de Ultim¨¢tum... Podr¨ªan ser los polos opuestos de un mismo g¨¦nero, cuestionando las dos pel¨ªculas el ego¨ªsmo y la soberbia de la condici¨®n humana. En el caso de Ultim¨¢tum..., realizada por Robert Wise (tambi¨¦n se le recuerda por Star Trek) en plena guerra fr¨ªa, tiene un claro mensaje antinuclear. Por lo general, a este tipo de pel¨ªculas de la d¨¦cada de los cincuenta siempre se les ha atribuido intencionalidad pol¨ªtica, la de recoger y potenciar el miedo del ciudadano medio norteamericano a un enemigo exterior, que no era otro que la ideolog¨ªa comunista.
De todos modos, tendemos a adornar a los alien¨ªgenas con dotes destructivas propias del ser humano. Agresividad, crueldad. Son un espejo de nuestra sinraz¨®n. De no ser as¨ª, no se entienden los hist¨¦ricos ataques marcianos de La guerra de los mundos (1953), de Byron Haskin. Recibi¨® un oscar por los efectos especiales, donde deb¨ªan de estar incluidos los colores chillones de los platillos, que hoy restan credibilidad al p¨¢nico que pretenden provocar. Tal vez por eso haya considerado necesario Spielberg hacer otra versi¨®n, que tengo curiosidad por ver. No s¨¦ si lograr¨¢ meter el miedo en el cuerpo, como hizo Orson Welles en aquella noche m¨ªtica de 1938 en que ley¨® el relato de H. G. Wells (origen de estas pel¨ªculas) por la radio como si fuese un acontecimiento real.
Los sonidos que despiden las feroces m¨¢quinas de esta cinta y la tensa y misteriosa m¨²sica de Ultim¨¢tum... nos pueden hacer pensar en la todav¨ªa no superada 2001: Una odisea del espacio (1968), cuya ¨¦pica est¨¢ unida a Strauss, y en otro filme por el que siento debilidad y en el que unas notas musicales son parte esencial del gui¨®n, Encuentros en la tercera fase. La bajada de la nave aqu¨ª es total. Algo as¨ª como el descenso de una joya resplandeciente que nos deja maravillados. Lo que no soporto son las bromas sobre el g¨¦nero tipo Mars attacks, de Tim Burton. Es tan f¨¢cil re¨ªrse de algo as¨ª, que no tiene m¨¦rito. Adem¨¢s, la imaginaci¨®n est¨¢ ah¨ª fuera.
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