Fiesta visual
Cuanto concierne a la exposici¨®n Par¨ªs y los surrealistas, que puede verse en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, parece estar gestado por la mano del propio Andr¨¦ Breton (como se sabe, alma mater del surrealismo). Ello es debido a la pedagog¨ªa del entusiasmo puesta en pr¨¢ctica por la comisaria de la muestra Victoria Combal¨ªa.
El recorrido por la exposici¨®n es una pura fiesta visual. El esp¨ªritu de los surrealistas revolotea por todos los lados. Las transgresiones de entonces nos parecen de lo m¨¢s natural, ochenta a?os despu¨¦s. Dice ochenta a?os despu¨¦s, y debe decir alguno m¨¢s, puesto que si el surrealismo data de 1924, en 1919 ya ha hecho aparici¨®n el dada¨ªsmo. Este segundo ismo viene a ser precursor directo del primero. El pintor Francis Picabia parece explicarlo con contundencia incontestable: "Todos aquellos que viven sin f¨®rmulas, que en los museos s¨®lo admiran el parquet, son Dad¨¢".
Se han reunido m¨¢s de trescientas piezas de diversas t¨¦cnicas, entre ¨®leos, esculturas, grabados, dibujos, fotograf¨ªas, pel¨ªculas, objetos fetichistas y dem¨¢s curiosidades. Muchas de ellas son memorables. Tal vez la m¨¢s impresionante sea la de Giorgio de Chirico, Las musas inquietantes. Mas no podemos obviar la calidad que aporta a la muestra Max Ernst, como asimismo lo hacen Joan Mir¨®, Dal¨ª, Matta, Andr¨¦ Masson (enormemente variado), Pierre Roy, Yves Tanguy (sobre todo el ¨®leo titulado D¨ªa de lentitud), Magritte, Picasso, Maruja Mallo, Victor Brauner, Dorotea Tanning, Luis Fern¨¢ndez, Leonora Carrington, Duchamp, Wifredo Lam, Jean Arp, y m¨¢s artistas. Merece menci¨®n especial ?scar Dom¨ªnguez, por la calidad atesorada en sus cuadros. No podemos olvidarnos de la escultura en bronce de Giacometti; a pesar de haberla titulado Cabeza cubista, tiene un inequ¨ªvoco componente surrealista.
Junto a grandes fot¨®grafos, tales como Cartier-Bresson, Brassa? y otros (Kert¨¦sz, Dora Maar, Tabard,...), se alza May Ray. No s¨®lo porque pone a prueba su formidable talento e imaginaci¨®n tras la c¨¢mara -hay piezas que rebosan ingenio deslumbrante- sino que se revela, adem¨¢s, como un notario de excepci¨®n al fotografiar a muchos de los que fueron llama viva del surrealismo.
Est¨¢n para la historia efigies de poetas, como Breton, Artaud, Eluard, Crevel, Rene Char, Peret, Prassinos, entre otros; artistas como Max Ernst, Arp, Dal¨ª, Toyen, Brauner y un largo etc¨¦tera.
Dejemos que sea Andr¨¦ Breton quien cierre estas l¨ªneas: "Lo que en particular han querido los surrealistas es menos crear la belleza, que expresarse libremente, para ser ellos mismos". Am¨¦n.
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