Magia es poco
En su tercera jornada, el Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n vio c¨®mo la lluvia le perd¨ªa el respeto a pesar de las canas de sus 40 a?os. O tal vez fuera al rev¨¦s y la lluvia, que no se ha perdido ninguna de las 39 ediciones anteriores, no quiso hacerle un feo al certamen y saltarse precisamente esta edici¨®n de sonado aniversario. Lo cierto es que llovi¨® y bastante. En las inmediaciones del Kursaal se vivi¨® una cierta incomodidad y en la plaza de la Trinidad brotaron como setas los ya tradicionales chubasqueros transparentes. Pero a pesar de tan h¨²meda e impertinente presencia no fue necesario suspender ninguno de los nueve conciertos programados al aire libre, mucho habr¨ªa de llover para que el p¨²blico de San Sebasti¨¢n abandonara un concierto.
Si ¨¦sta es la nueva cara del jazz en presente, pues ?que viva el jazz!
Todo son¨® nuevo, como acabado de improvisar, fresco, hipn¨®tico, fascinante
Como por estos pagos la lluvia es ya una buena amiga, nadie se ocup¨® de ella. As¨ª, la noticia festivalera de la jornada fue como Keith Jarrett, en su tercera visita al festival donostiarra, logr¨® superar todos sus r¨¦cords por esta parte del mundo, que ya eran muchos y muy recordados, y ofreci¨® una de aquellas actuaciones que por s¨ª solas justifican no ya la existencia de un festival como ¨¦ste sino la propia existencia de cualquier tipo de conciertos.
Antes de atacar su epopeya pian¨ªstica, Jarrett recibi¨® de manos del director del festival el premio Donostiako Jazzaldia que anualmente otorga el certamen. La media sonrisa de aire c¨ªnico del pianista al recogerlo parec¨ªa indicar m¨¢s una crisis de pasotismo agudo que cualquier implicaci¨®n con el momento hist¨®rico.
Pero todo era pose, una vez recogido el galard¨®n y ya en compa?¨ªa de sus dos eternos secuaces (el contrabajista Gary Peacock y el bater¨ªa Jack DeJohnette) Keith Jarrett se sent¨® ante el piano y decir magia es decir poco.
El tr¨ªo, probablemente la formaci¨®n jazz¨ªstica m¨¢s perfecta de la actualidad, reinvent¨® sobre la tarima del Kursaal, toda la historia del jazz contempor¨¢neo, de Gershwin a Monk y todo son¨® nuevo, como acabado de improvisar, fresco, hipn¨®tico, fascinante.
Y no se trataba de ninguna demostraci¨®n de t¨¦cnica ni un desparrame de fuegos artificiales sobre el teclado (cosas muy al uso ¨²ltimamente) sino todo lo contrario: cada acorde estaba en su exacto lugar y ninguna frase se alargaba m¨¢s de lo necesario. Como un diamante perfectamente tallado a la micra por un viejo artesano que sabe como extraer todos sus detalles y, adem¨¢s, conseguir que cada pieza sea ¨²nica, distinta a todas las dem¨¢s e igualmente seductora.
Fue como un viaje m¨¢gico al reino del verdadero jazz, [del que no se permiti¨® hacer fotos] ese que no entiende ni de fronteras ni de estilos y que est¨¢ abierto a todo. La sensibilidad del piano marcaba su ley, pero a su derecha el contrabajo y la bater¨ªa parec¨ªan formar parte del negro y alargado instrumento, como ap¨¦ndices indisociables. La sonoridad de Peacock es cada vez m¨¢s bella, redonda y profunda y la percusi¨®n de DeJohnette, habiendo perdido ya la urgencia de tiempos pret¨¦ritos, es ahora como un pozo de sorpresas que mantienen en el aire al pianista y lo proyectan constantemente hacia el infinito, hacia parajes inexplorados.
Tras un concierto como el de Keith Jarrett en el Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n ya no hay ninguna duda: en lo que al jazz se refiere, est¨¢ Keith Jarrett y despu¨¦s est¨¢n todos los dem¨¢s.
Salir del concierto e intentar o¨ªr a otro pianista parec¨ªa imposible y lo fue. En la plaza de la Trinidad el gran Kenny Barron, otro premio Donostiako Jazzaldia anterior, impon¨ªa un jazz que parec¨ªa simplista y de escaso contenido al lado del ba?o alucinante que acababa de dar Jarrett en el Kursaal. No era el momento de o¨ªr a Barron y m¨¢s teniendo en cuenta que tiene otras dos actuaciones programadas en este mismo Jazzaldia.
Kenny Barron se alarg¨® bastante, lo suficiente como para que los recuerdos inmediatos fueran diluy¨¦ndose bajo la lluvia. As¨ª, cuando Medeski, Martin & Wood aparecieron en el escenario de la Trini fue mucho m¨¢s f¨¢cil dejarse arrebatar por su oferta pre?ada de ritmo y de una contemporaneidad recalcitrante. El tr¨ªo present¨® un pu?ado de composiciones de gran complejidad que alternan ambientes tan bellos como disparatados, mezclan con sabidur¨ªa los sonidos ac¨²sticos de sus instrumentos con la electr¨®nica m¨¢s avanzada y lo salpimenta todo de sintetizadores anal¨®gicos y percusiones desquiciadas. John Medeski, Billy Martin y Chris Wood desparramaron una serie de sensaciones apabullantes que iban de lo obsesivo a lo punzante. Si esta es la nueva cara del jazz en presente, que ya no en futuro, pues ?qu¨¦ viva el jazz!
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