Sabina, el regreso
Con su voz de tigre pasado por el Madrid de Tirso de Molina, es decir, de gato casero. Con sus vicios sometidos, doblegados por su f¨¦rrea voluntad, apenas unas decenas de cigarrillos, naturalmente negros. Alg¨²n canuto para celebrar la amistad. Y unos whiskies debidamente escondidos entre las rocas por la mano de su Jimena; este Cid que lleg¨® de ?beda, este campeador de coplas tan nuestras, de canciones que nos demuestran que la vida iba en serio, aunque uno lo empieza a comprender m¨¢s tarde, vuelve a la vida p¨²blica en letra y m¨²sica. Y vuelve por donde sol¨ªa, con m¨¢s m¨²sica, con m¨¢s letra, y con m¨¢s colaboraciones de poetas y amigos. Con sus supersticiones a cuestas, digamos doce m¨¢s una, donde quiso decir trece, donde tambi¨¦n pudo decir n¨²meros rojos. Trece canciones, como trece soles y sombras, que nos invit¨® a escuchar en su casa, santoral pagano, biblioteca de viejo, billares y estudio de grabaci¨®n, todo en una, en una calle que llaman de Relatores.
La del alba ser¨ªa cuando salimos de casa -la del alba seg¨²n los relojes de Sabina son las cinco en punto de la tarde-, cruzamos los duelos al sol de una plaza que se llam¨® del Progreso, cuando ¨¦ramos tan inocentes que cre¨ªamos que el futuro iba a ser otra cosa, algo diferente a la mierda que ha sido, perdonen por el realismo sucio, perdonen la tristeza. El Progreso que fue, Tirso de Molina que es, ay, est¨¢ lleno de colgados a la droga dura, a la bebida basura y al futuro de un callej¨®n sin salida. Nuestro alcalde, pongamos que hablamos de Madrid, tan ol¨ªmpicamente optimista, anuncia que de estos restos de muchos naufragios surgir¨¢n las flores del ma?ana, perd¨®n por la cursiler¨ªa. Tirso de Molina, frontera con el ?frica que viaja en pateras, muro abierto al Chinatown madrile?o, plaza del cardo y el mogoll¨®n, camino al Rastro sin Ram¨®n, esa plaza con poca ley, la misma que viste a descalzos, ?¨¦sa ser¨¢ nuestra rambla de las flores?, ?nuestra plaza de las rosas? Cosas veredes, amigo Sancho. Sabina y vecinos, pobrecitos habladores, estamos preparados para que nos devuelvan el mes de abril cualquier a?o de ¨¦stos. Y sabemos que las rosas tambi¨¦n tienen espinas.
Con espinas, con flores de otro mundo, con cardos de nuestro mundo, se hacen las canciones en casa de Sabina, tan abierta, tan republicana, aunque por ella tambi¨¦n pasen las que un d¨ªa fueron ni?as que no quisieron ser princesas, pero, ay, se?ora Letizia, la vida que da sorpresas. Y as¨ª se vieron, es decir, se vio, por su buena cabeza, su guapa cara, su elegante cuerpo y, por qu¨¦ no decirlo, por esa capacidad que sigue teniendo la televisi¨®n de helarnos el coraz¨®n o de atraparlo, ya seas pr¨ªncipe o plebeyo. Ella tambi¨¦n cantaba aquello de "las ni?as ya no quieren ser princesas". Ahora canta otras, tambi¨¦n de Sabina. La verdad, no quedaban mal do?a Leticia y su pr¨ªncipe, el nuestro por lo que nos toca, en la foto colgada entre las nobles estanter¨ªas del Sabina. Juntos, pero no revueltos, tambi¨¦n andan en fotos Fidel y Gabo, Morente y Serrat, Gonz¨¢lez y Caballero, Bryce y Echenique... en fin, lo mejor de cada casa. Y de all¨ª, despu¨¦s de que nos dieran las dos y las tres, las cuatro y las cinco, salimos dando prudentes curvas y cantando por Espa?a. S¨ª, por el himno a Espa?a seg¨²n Sabina: "Mater Espa?a / de barba peregrina, / que falta a misa de doce, / que no conoce rutina, / masona, jud¨ªa, cristiana, / pagana y moruna... Chusco y lega?a / de todas o de ninguno, / tricolor bandera blanca, / Mill¨¢n Astray, Unamuno, cervantina cojitranca, de ¨¢spero pasado, / ?qui¨¦n me ha robado el siglo veintiuno?". Pues eso, es decir, lo contrario de Manolo Escobar, o mejor lo complementario. ?Que viva Espa?a!
De la Espa?a de Sabina al T¨¢nger de ?ngel V¨¢zquez, el gran escritor al que se le apag¨® demasiado pronto la vida, se la bebi¨® en las tabernas, vivi¨® sin un duro, sorteando deudas, dej¨¢ndose su dinero en las barras de T¨¢nger, de Casablanca o de Madrid. Cuando gan¨® el Premio Planeta pag¨® parte de sus deudas, regres¨® con su dignidad, su mismo traje, su talento y su pobreza a su misma pensi¨®n. Ahora su mejor novela, La vida perra de Juanita Narboni, triunfa en Alemania. Adem¨¢s acaba de pasar al cine en una peque?a, imperfecta y emocionante pel¨ªcula de Farida Ben Yalid. Poco presupuesto, y mucho coraz¨®n, en el retrato cinematogr¨¢fico de esa dama tan digna llamada Juanita Narboni. La interpreta Mariola Fuentes, gran actriz, dotada para la risa y el llanto, en un registro muy distinto al que hace a?os interpretara Esperanza Roy de otra versi¨®n de Juanita Narboni. Una pel¨ªcula que merece hueco ante tanta banalidad del cine espa?ol. En la pel¨ªcula que fotograf¨ªa el tangerino Jos¨¦ Luis Alcaine, con su excelencia habitual, adem¨¢s de ver esa rareza de ciudad abierta, de Espa?a cosmopolita, mora, jud¨ªa y cristiana que fue T¨¢nger, vemos crecer el talento de una actriz que es mucho m¨¢s que una chica Almod¨®var. Tambi¨¦n recuperamos al perdido por tierras andaluzas Paco Algora, la voz hist¨®rica de cazalla y cigarrillos del cine espa?ol. Y como regalo, los huesos, el estilo, la adolescente belleza y los dientes de una actriz nueva llamada Lou Boillon, hija de su madre, nada menos que Jane Birkin, la actriz que regres¨® cantando treinta a?os despu¨¦s de que no nos amara, y nosotros s¨ª. Que la pel¨ªcula encuentre su lugar, por T¨¢nger y por la Espa?a que a?oran tangerinos como Emilio Sanz de Soto.
Adi¨®s r¨ªo Manzanares, adi¨®s atascos, adi¨®s sabinas y madro?os, no s¨¦ cu¨¢ndo volver¨¦, me voy a dormir a Babia. A comer truchas prohibidas en Laciana y a escuchar las m¨²sicas autorizadas de Rosa Torres Pardo y su banda. Pero eso es otro cuadro, de Eduardo Arroyo, por supuesto, que contaremos otro domingo lejos de casa, cerca de Babia y camino a una Galicia que renueva sus escaleras. Ya sabemos que Fraga baja, que suben los nietos de Castelao. El verano se pone interesante.
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