Che Guevara, la m¨¢quina de matar
Che Guevara, quien tanto hizo por destruir el capitalismo, es hoy una marca quintaesencial del capitalismo. Su imagen es adorno de tazas, mecheros, llaveros, carteras, gorras, pantalones vaqueros, sobres de infusiones y, por supuesto, esas omnipresentes camisetas con la fotograf¨ªa tomada por Alberto Korda: el gal¨¢n del socialismo, con gorra, en los primeros a?os de la revoluci¨®n, pasando casualmente por delante del visor del fot¨®grafo y quedando fijado en la imagen que, treinta a?os despu¨¦s de su muerte, sigue siendo el logo del chic revolucionario.
Los productos Che son comercializados tanto por grandes corporaciones como por peque?os negocios, como la Burlington Coat Factory, que sac¨® un anuncio de televisi¨®n en el que un muchacho con pantalones militares llevaba una camiseta del Che. Los revolucionarios tambi¨¦n se apuntan a este frenes¨ª de la mercadotecnia: desde The Che Store, que cubre "todas tus necesidades revolucionarias" por Internet, hasta el escritor italiano Gianni Min¨¤, que vendi¨® a Robert Redford los derechos cinematogr¨¢ficos del diario que escribi¨® el Che en su viaje por Suram¨¦rica en 1952. Por no hablar de Alberto Granado, que acompa?¨® al Che en ese viaje de juventud, trabaja como asesor de documentalistas y ahora lamenta, mientras consume vino de rioja y magret de pato en Madrid, que por culpa del embargo norteamericano contra Cuba le resulta dif¨ªcil cobrar sus derechos de autor.
En cada etapa de su vida adulta, su megaloman¨ªa se manifest¨® en una urgencia depredadora por arrebatar a otras personas sus vidas y sus posesiones, y por abolir su libre albedr¨ªo
La disposici¨®n de Guevara cuando viaj¨® a Cuba a bordo del 'Granma' queda reflejada en la carta que escribi¨® a su mujer: "Aqu¨ª, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre"
Su sinceridad le condujo a dejar testimonio escrito de sus crueldades, incluyendo cosas verdaderamente horrendas, aunque no las m¨¢s horrendas
La metamorfosis del Che Guevara a marca capitalista no es nueva, pero la marca est¨¢ siendo objeto de una operaci¨®n de revival en los ¨²ltimos tiempos, y se trata de un revival especialmente notable porque llega a?os despu¨¦s del colapso pol¨ªtico e ideol¨®gico de todo lo que Guevara representaba. Este ¨¦xito inopinado se debe fundamentalmente a Diarios de motocicleta, la pel¨ªcula producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. Hermosamente rodada en paisajes que han logrado evitar los efectos corrosivos del capitalismo contaminante, la pel¨ªcula muestra al joven en un viaje de autodescubrimiento, cuando su incipiente conciencia social se topa con la explotaci¨®n social y econ¨®mica -sentando las bases para una reinvenci¨®n de nuevo cu?o del hombre al que Sartre un d¨ªa calific¨® como el m¨¢s completo de nuestra era.
Es habitual entre los seguidores de una secta no conocer la historia real de la vida de su h¨¦roe, la verdad hist¨®rica. No es sorprendente que los seguidores contempor¨¢neos de Guevara, sus nuevos admiradores poscomunistas, tambi¨¦n se enga?en aferr¨¢ndose a un mito -excepto los j¨®venes argentinos entre los que cunde la expresi¨®n "tengo una remera [camiseta] del Che y no s¨¦ por qu¨¦".
?Faro de la justicia?
Pensemos en algunas de las personas que han exhibido o invocado la imagen de Guevara como un faro de la justicia y la rebeli¨®n contra el abuso de poder. En L¨ªbano, los manifestantes que protestaban contra Siria frente a la tumba del primer ministro Rafiq Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un futbolista franc¨¦s que juega en el Arsenal, apareci¨® en una gran fiesta organizada por la FIFA con una camiseta roja y negra del Che. En Stavropol, en el sur de Rusia, los manifestantes que denunciaban el pago en efectivo de ayudas sociales tomaron la plaza central con banderas del Che. En el campo de refugiados de Dheisheh, en la franja de Gaza, carteles del Che adornan un muro en el que se rinde tributo a la Intifada. Leung Kwok-hung, el rebelde elegido para el Congreso Legislativo de Hong Kong, desaf¨ªa a Pek¨ªn vistiendo una camiseta del Che. Y el caso m¨¢s c¨¦lebre, en la ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de Hollywood de este a?o, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron la canci¨®n de Diarios de motocicleta, y Santana apareci¨® con una camiseta del Che y un crucifijo. Las manifestaciones de la nueva secta est¨¢n por todas partes. Una vez m¨¢s, el mito est¨¢ animando a personas cuyas causas, en general, representan exactamente lo contrario de lo que era el Che Guevara.
No hay hombre que no tenga alguna cualidad que le redima. En el caso del Che, esas cualidades pueden ayudarnos a medir el abismo que separa la realidad del mito. Su sinceridad le condujo a dejar testimonio escrito de sus crueldades, incluyendo cosas verdaderamente horrendas, aunque no las m¨¢s horrendas. Su coraje le llev¨® a que no viviera para asumir la responsabilidad por el infierno cubano. Un mito puede comunicar tanto acerca de una ¨¦poca como la verdad. Y as¨ª, gracias a los propios testimonios del Che acerca de sus pensamientos y acciones, y gracias tambi¨¦n a su prematura desaparici¨®n, podemos saber exactamente el grado de enga?o que muchos de nuestros contempor¨¢neos tienen acerca de tantas cosas.
Puede que Guevara estuviera enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho m¨¢s enamorado de la muerte de los dem¨¢s. En abril de 1967, hablando desde la experiencia, resum¨ªa su idea homicida de la justicia en su Mensaje a la tricontinental: "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa m¨¢s all¨¢ de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fr¨ªa m¨¢quina de matar".
En otras ocasiones, el joven bohemio parec¨ªa incapaz de distinguir entre la ligereza de la muerte como espect¨¢culo y la tragedia de las v¨ªctimas de la revoluci¨®n. En una carta a su madre de 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del Gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribi¨®: "Fue muy divertido, con todas aquellas bombas, discursos y otras distracciones que romp¨ªan la monoton¨ªa en la que estaba viviendo".
La disposici¨®n de Guevara cuando viaj¨® con Castro de M¨¦xico a Cuba a bordo del Granma queda reflejada en una frase de una carta a su mujer redactada el 28 de enero de 1957, poco despu¨¦s de desembarcar, y publicada en su libro Ernesto: Memorias del Che Guevara en Sierra Maestra: "Aqu¨ª, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre".
En enero de 1957, como indica su diario de Sierra Maestra, Guevara mat¨® de un disparo a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba pasando informaci¨®n al enemigo: "Acab¨¦ con el problema con una pistola del calibre 32, en el lado derecho de su cerebro... Sus pertenencias ahora son m¨ªas". Luego disparar¨ªa a Aristidio, un campesino que expres¨® su deseo de abandonar la lucha cuando los rebeldes se trasladaran a otro lugar. Mientras se preguntaba si esta v¨ªctima en concreto "realmente era lo suficientemente culpable como para merecer la muerte", no le tembl¨® el pulso a la hora de ordenar el asesinato de Echevarr¨ªa, hermano de uno de sus camaradas, por cr¨ªmenes no especificados: "Ten¨ªa que pagar el precio". En otras ocasiones simulaba ejecuciones, aunque no las llevara a cabo, como m¨¦todo de tortura psicol¨®gica.
Fusilamientos en La Caba?a
Pero la "fr¨ªa m¨¢quina de matar" no demostr¨® todo el alcance de su rigor hasta que, inmediatamente despu¨¦s de la ca¨ªda del r¨¦gimen de Batista, Castro lo puso al frente de la prisi¨®n de La Caba?a. San Carlos de la Caba?a era una fortaleza de piedra utilizada para defender La Habana de los piratas ingleses en el siglo XVIII; m¨¢s tarde se convirti¨® en un barrac¨®n militar. Guevara presidi¨®, durante la primera mitad de 1959, uno de los momentos m¨¢s oscuros de la revoluci¨®n. Jos¨¦ Vilasuso, abogado y profesor de la Universidad Interamericana de Bayam¨®n, en Puerto Rico, que perteneci¨® al organismo a cargo de los procesos judiciales sumarios en La Caba?a, me cont¨® hace poco que el Che dirig¨ªa la Comisi¨®n Depuradora. "Se reg¨ªa por la ley de La Sierra, tribunal militar, de hecho y no jur¨ªdico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la convicci¨®n. Esto es, sabemos que: 'Todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo revolucionario'. Mi funci¨®n era de instructor. Es decir, legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco despu¨¦s de dictar sentencia y declarar sin lugar (de oficio) la apelaci¨®n. La noche m¨¢s siniestra que recuerdo se ejecut¨® a siete hombres".
Javier Arzuaga, el capell¨¢n vasco que consolaba a los condenados a muerte, habl¨® conmigo recientemente desde su casa de Puerto Rico. Este ex cura cat¨®lico que ahora tiene 75 a?os y que se define como "m¨¢s cercano a Leonardo Boff y a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n que al antiguo cardenal Ratzinger", recuerda que hab¨ªa alrededor de 800 prisioneros en un espacio donde no cab¨ªan m¨¢s de 300: antiguos militares y polic¨ªas de Batista, algunos periodistas, unos pocos hombres de negocios y comerciantes. El tribunal revolucionario estaba compuesto por milicianos. Guevara presid¨ªa el tribunal de apelaciones. "Nunca anul¨® ninguna condena. Despu¨¦s de que yo me fuera, en mayo, ejecutaron a muchos m¨¢s, pero yo personalmente fui testigo de 55 ejecuciones".
?Cu¨¢ntas personas fueron asesinadas en La Caba?a? Pedro Corzo da una cifra de unos 200, similar a la ofrecida por Armando Lago, un catedr¨¢tico de econom¨ªa jubilado que ha elaborado una lista con 179 nombres como parte de un estudio sobre las ejecuciones en Cuba que le ha llevado ocho a?os. En cables secretos enviados por la Embajada estadounidense en La Habana al Departamento de Estado en Washington se hablaba de "m¨¢s de 500" ejecuciones. F¨¦lix Rodr¨ªguez, un agente de la CIA que form¨® parte del equipo encargado de dar caza al Che en Bolivia, me cont¨® que se enfrent¨® al Che tras su captura recrimin¨¢ndole las "m¨¢s o menos 2.000" ejecuciones de las que fue responsable a lo largo de su vida. "Me dijo que eran todos agentes de la CIA y no discuti¨® la cifra", recuerda Rodr¨ªguez. Las cifras m¨¢s altas podr¨ªan incluir ejecuciones llevadas a cabo en los meses despu¨¦s de que el Che dejara de estar al mando de la prisi¨®n.
Lo que nos devuelve a Carlos Santana y su chic vestimenta Che. En una carta abierta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este a?o, el gran m¨²sico de jazz Paquito D'Rivera criticaba a Santana por su atuendo en los Oscar. Y a?adi¨®: " Uno de estos cubanos fue mi primo Bebo, preso all¨ª precisamente por ser cristiano. ?l me cuenta siempre con amargura c¨®mo escuchaba desde su celda en la madrugada los fusilamientos sin juicio de muchos que mor¨ªan gritando '?Viva Cristo Rey!".
El ansia de poder del Che ten¨ªa otras formas de expresi¨®n, adem¨¢s del asesinato. Escribiendo sobre Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, Guevara reflexionaba: "Pertenec¨ªa a esa clase especial de hombres que la especie produce de vez en cuando, en quienes el anhelo de poder ilimitado es tan extremo que cualquier sufrimiento padecido para lograrlo parece natural". Podr¨ªa haber estado describi¨¦ndose a s¨ª mismo. En cada etapa de su vida adulta, su megaloman¨ªa se manifest¨® en una urgencia depredadora por arrebatar a otras personas sus vidas y sus posesiones, y por abolir su libre albedr¨ªo.
Obsesi¨®n por controlar
La obsesi¨®n del Che por el control colectivista le llev¨® a colaborar en la formaci¨®n del aparato de seguridad que se mont¨® con objeto de subyugar a seis millones y medio de cubanos. A principios de 1959 tuvieron lugar una serie de reuniones secretas en Tarar¨¢, cerca de La Habana, en la mansi¨®n a la que el Che se retir¨® temporalmente para recuperarse de una enfermedad. Ah¨ª fue donde los l¨ªderes m¨¢s importantes, incluyendo a Castro, dise?aron el Estado policial cubano. Ramiro Vald¨¦s, subordinado del Che en la guerrilla, fue puesto al frente del G-2, un organismo creado a partir del modelo de la Checa. El propio Guevara asumi¨® el poder del G-6, el organismo encargado de adoctrinar ideol¨®gicamente a las fuerzas armadas. La invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos, llevada a cabo con apoyo estadounidense en abril de 1961, se convirti¨® en la ocasi¨®n perfecta para consolidar el nuevo Estado policial, con la captura de cientos de miles de cubanos y una nueva oleada de ejecuciones. Como el propio Guevara le cont¨® al embajador sovi¨¦tico Sergei Kudriavtsev, los contrarrevolucionarios "no volver¨ªan a levantar cabeza".
"Contrarrevolucionario" es el t¨¦rmino que se aplicaba a cualquiera que se desviara del dogma. Era el sin¨®nimo comunista de "hereje". Los campos de concentraci¨®n eran una de las formas que el poder dogm¨¢tico adoptaba para aplastar la disidencia. La historia atribuye al general espa?ol Valeriano Weyler, capit¨¢n general de Cuba a finales del siglo XIX, la primera utilizaci¨®n de la palabra concentraci¨®n para describir la pol¨ªtica de rodear a multitudes de adversarios potenciales -en este caso, partidarios del movimiento de independencia cubano- con alambre de espino y vallas. Qu¨¦ apropiado, que los revolucionarios cubanos, m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, adoptaran esta tradici¨®n. Al principio, la revoluci¨®n moviliz¨® a los voluntarios para que construyeran escuelas y trabajaran en los muelles, las plantaciones y las f¨¢bricas -proporcionando exquisitas oportunidades para que el Che se fotografiara en versi¨®n Che estibador, Che cortador de ca?a, Che trabajador textil-. No pasar¨ªa mucho tiempo antes de que el trabajo voluntario se hiciera algo menos voluntario: el primer campo de trabajos forzados, Guanahacabibes, se puso en marcha a finales de 1960 en el oeste de Cuba.
Este campo fue el precursor del confinamiento sistem¨¢tico, que finalmente comenzar¨ªa a producirse a partir de 1965 en la provincia de Camag¨¹ey, de disidentes, homosexuales, v¨ªctimas del sida, cat¨®licos, testigos de Jehov¨¢, curas afrocubanos y dem¨¢s ralea, bajo la bandera de las Unidades Militares de Ayuda a la Producci¨®n. Hacinados en autobuses y camiones, los no aptos eran transportados a punta de pistola a campos de concentraci¨®n organizados a partir del modelo de Guanahacabibes. Algunos jam¨¢s regresar¨ªan; otros ser¨ªan violados, apaleados o mutilados, y la mayor¨ªa acabar¨ªan traumatizados de por vida.
Quiz¨¢ la revista Time estuviera poco acertada en agosto de 1960, al describir el reparto de tareas de la revoluci¨®n con un reportaje de portada en el que Che Guevara aparec¨ªa como el "cerebro", Fidel Castro como el "coraz¨®n", y Ra¨²l Castro como el "pu?o". Pero esta visi¨®n reflejaba el papel crucial de Guevara en la transformaci¨®n de Cuba en un basti¨®n del totalitarismo. Che era un candidato bastante dudoso como ejemplo de pureza ideol¨®gica, dado su esp¨ªritu bohemio, pero durante sus a?os de entrenamiento en M¨¦xico y, en el periodo siguiente de lucha armada en Cuba, se revel¨® como un ide¨®logo comunista enamorado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, para gran incomodidad de Castro y los dem¨¢s, que eran b¨¢sicamente oportunistas dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para hacerse con el poder. Cuando los revolucionarios en ciernes fueron arrestados en M¨¦xico en 1956, Guevara fue el ¨²nico que admiti¨® ser comunista y estar estudiando ruso. Durante la lucha armada en Cuba, estableci¨® una alianza f¨¦rrea con el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la isla) y con Carlos Rafael Rodr¨ªguez, un personaje fundamental en la conversi¨®n del r¨¦gimen de Castro al comunismo.
Este temperamento fan¨¢tico convirti¨® al Che en un eje de la sovietizaci¨®n de una revoluci¨®n que en repetidas ocasiones se hab¨ªa jactado de su car¨¢cter independiente. Poco despu¨¦s de que los barbudos tomaran el poder, Guevara particip¨® en negociaciones con Anastas Mikoyan, viceprimer ministro sovi¨¦tico, de visita en Cuba. El viaje de Guevara a Rusia en agosto de 1962 fue significativo, porque sell¨® el acuerdo que convertir¨ªa Cuba en una cabeza de playa nuclear. Se reuni¨® con Jruschov en Yalta para cerrar los detalles de una operaci¨®n que ya estaba empezada y que ten¨ªa que ver con la introducci¨®n de 42 misiles sovi¨¦ticos, la mitad de los cuales estaban provistos de cabezas nucleares, adem¨¢s de lanzaderas y unos 42.000 soldados. Despu¨¦s de presionar a sus aliados sovi¨¦ticos amenaz¨¢ndoles con el peligro que supondr¨ªa que Estados Unidos descubriera lo que estaba sucediendo, Guevara obtuvo garant¨ªas de que la marina sovi¨¦tica intervendr¨ªa -en otras palabras, que Mosc¨² estaba dispuesto a ir a la guerra.
Guevara se distanci¨® de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en los ¨²ltimos a?os de su vida. Lo hizo por razones equivocadas, reprochando a Mosc¨² su blandura ideol¨®gica y diplom¨¢tica, y que estuviera haciendo demasiadas concesiones -no como la China mao¨ªsta, que llegar¨ªa a ver como el refugio de la ortodoxia-. A Guevara le molestaba el hecho de que Mosc¨² estuviera pidiendo a otros miembros del bloque comunista, incluida Cuba, algo a cambio de su colosal ayuda econ¨®mica y apoyo pol¨ªtico. Su ataque final contra Mosc¨² llegar¨ªa en Argelia, en febrero de 1965, en una conferencia internacional en la que acus¨® a los sovi¨¦ticos de adoptar la "ley del valor", es decir, el capitalismo. Su ruptura con los sovi¨¦ticos, por tanto, no fue un grito por la libertad, sino un aullido en pos de la subordinaci¨®n total de la realidad a la ciega ortodoxia ideol¨®gica.
Su visi¨®n econ¨®mica
El gran revolucionario tuvo la oportunidad de poner en pr¨¢ctica su visi¨®n econ¨®mica -su idea de la justicia social- al frente del Banco Nacional de Cuba y del Instituto Nacional de Reforma Agraria del Ministerio de Industria a finales de 1959, y, a partir de principios de 1961, como ministro de Industria. La etapa en la que Guevara estuvo a cargo de la mayor parte de la econom¨ªa cubana coincidi¨® con el desplome casi total de la producci¨®n azucarera, el fracaso de la industrializaci¨®n y la introducci¨®n del racionamiento -y todo esto en lo que hab¨ªa sido uno de los cuatro pa¨ªses de mayor ¨¦xito econ¨®mico de Latinoam¨¦rica desde antes de la dictadura de Batista.
Su per¨ªodo al frente del Banco Nacional, durante el cual acu?¨® billetes firmados por "Che", ha sido resumido por su segundo de a bordo, Ernesto Betancourt: "Ignoraba los principios econ¨®micos m¨¢s elementales". Los poderes de percepci¨®n de Guevara en relaci¨®n con la econom¨ªa mundial fueron expresados en una famosa frase de 1961, en una conferencia hemisf¨¦rica en Uruguay, donde predijo para 1980 una renta per c¨¢pita mayor que la de "Estados Unidos hoy". De hecho, en 1997, cuando se cumpl¨ªa el trig¨¦simo aniversario de su muerte, los cubanos estaban restringidos por el racionamiento a una dieta de dos kilos de arroz y medio kilo de alubias al mes, 100 gramos de carne dos veces al a?o, 100 gramos de pasta de soja a la semana y cuatro huevos al mes.
La reforma agraria arrebat¨® la tierra a los ricos, pero se la entreg¨® a los bur¨®cratas, no a los campesinos (el decreto fue escrito en casa del Che). En aras de la diversificaci¨®n, se redujeron las zonas cultivables y la mano de obra se distrajo hacia otras actividades. El resultado fue que entre 1961 y 1963, las cosechas se redujeron a la mitad. (...)
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